viernes, 8 de febrero de 2013

Inciso cinematográfico: "La imagen errante" de Fritz Lang

  Un tesoro del cine mudo, La imagen errante (Das Wandernde bild), Fritz Lang en estado puro. Un film de 1920 cuyo guión es firmado por el propio Lang y la que después sería su esposa, Thea von Harbou.
   Esa unión, fuera y dentro del plató, sería una de las más productivas en la Alemania de Weimar que tanto generó en todos los ámbitos creativos, no solo el cinematográfico. A la postre, la pareja tendría muy distintos finales, él, que según las leyes eugenésicas nazis sería considerado judío (aunque apenas tenía un abuelo que podría ser considerado como tal) tuvo que emigrar a Estados Unidos, lo cual, a posteriori, sería una bendición para los que amamos el cine clásico; ella, por el contrario, no tenía ningún antepasado judío, incluso tuvo la pésima idea de colaborar con el Régimen, con lo que cuando, felizmente, la abominación nazi fue eliminada, fue internada en una prisión aliada, terminó sus días en Berlín en un estado de postración muy alejado del éxito de su ex-marido.
  La imagen errante es una delicia en todos los aspectos, incluidos el de la ingenuidad con el que se trata un buen guión, la sobreactuación de los actores (en aquella época la mayoría eran actores teatrales y estaban acostumbrados a los gestos más marcados que un gran teatro exigía) y el final en exceso dulzón para mi gusto.

Librerías de mi infancia: Librería Leonardo, calle Fernán González, Madrid

  Más que de mi infancia habría de decir de mi juventud, pues esta pequeña librería abrió, si la memoria no me falla mucho, a finales de los 80, con lo que yo ya rozaba la veintena.
   Pequeña librería, pero con personal bastante capacitado y voluntarioso que suplía el escaso fondo editorial. El negocio desapareció hace ya años, creo que ahora el local alberga una agencia de atención a mayores, ignoro si sigue perteneciendo a los mismos dueños. 
  La librería estaba casi enfrente de la casa de mis abuelos maternos (Fernán González 65) con lo que las visitas, protocolarias o no, iban precedidas o seguidas de una vuelta por ella. Allí compré una versión de Juan Salvador Gaviota de Richard Bach.
   Había leído este relato en el colegio, como lectura obligatoria; recuerdo al profesor (hermano, era un colegio religioso) interpretarlo de un modo un tanto torticero pero no infrecuente en aquellos años en los que se quería ver un trasfondo religioso en las disquisiciones del personaje, que se alejaba del prosaico materialismo de la bandada en busca del ideal místico. En realidad tiene varias interpretaciones, filosóficas todas, entre la unión de cuerpo y alma, y la aplicación de dicha unión a la vida cotidiana.