sábado, 7 de septiembre de 2019

"Dioses menores", por Terry Pratchett.

 Decimotercera entrega de la espléndida sátira del Mundodisco. A este paso y teniendo en cuenta que son cuarenta y una novelas las que conforman este mundo paralelo ideado por Pratchett no va a quedar títere con cabeza. Porque el bueno de Terry ironiza sobre absolutamente todos las incongruencias, las vanidades, las soberbias, los engreimientos de ese mono con pantalones que se autodenominó ser humano. En Dioses menores la burla cae sobre la religión, nada más y nada menos, tanto en la necesidad (por ser consciente de su propia pequeñez y temporalidad) de crear dioses que aseguren la vida eterna; como por haber creado un gigantesco árbol con miles de millones de ramas de "conocimientos", creencias, liturgias, argumentos y contraargumentos, teorías y "contrateorías" que ocuparon miles de vidas desperdiciadas creando esas entelequias. Además, obviamente, Pratchett se burla de la falsa religiosidad (a la que yo, por familia y sociedad, he estado siempre tan cercano), es decir, gentes que hurtaban lo espiritual a lo religioso y se quedaban con una simple plataforma para trepar socialmente, ¿nos suena de algo?
 Para los prejuiciosos (tal vez el 99,9% de la sociedad humana) Pratchett fue un autor de libros juveniles y de entretenimiento ("ficción juvenil" dicen los eruditos vendedores -sorpréndanse, algunos acabaron el Bachillerato- de unos conocidos grandes almacenes), pero, francamente, a mí me parece de lo más maduro que he leído por su capacidad de análisis, de conocimiento del alma humana y de capacidad de sátira. Pratchett, de verdad, me reconcilia con la vida. Algo semejante me pasó siempre con Julio Cortázar: nunca me gustó Rayuela, que leí tanto linealmente como con la guía que el propio autor sugería alterando el orden, sin embargo, los relatos contenidos en Historia de cronopios y de famas con su finísimo humor me recordó que queda algo salvable en el ser humano.
 En Dioses humanos los protagonistas principales son el dios Om (dios menor de una religión politeísta con millones de fieles) que se encarna en una tortuga tuerta (como él mismo dice, está en horas bajas); Brutha, el fiel y simplón novicio al que se  presenta Om que es convertido en "el" elegido; Vorbis, que encarna el "exquisidor", convencido de su superioridad moral sobre el resto de fieles y que impondrá su fanatismo para seguir sus "altos designios". Además de personajes menores como frailes mezquinos y miserables sin un ápice de espiritualidad y toda una caterva de gentuza que vive de crear sentimiento de culpa en los fieles de a pie para que estos los mantengan con óbolos y limosnas.
 En fin, Terry Pratchett ha satirizado a mi familia y a mi sociedad: su falsedad, su hipocresía, su cinismo, además de su soberbia, vanidad y engreimiento, pero todo con humor, fantasía, imaginación. De nuevo, la literatura como salvavidas, como vacuna frente a la depresión, el enfado y el posible suicidio final.