lunes, 29 de noviembre de 2021

"Estado de alarma. Antología de relatos para un confinamiento".

  He de admitir que ese pérfido animal que es el "mono con pantalones" tiene algunas virtudes, virtudes que, quizá, le han servido para trepar hasta la cúspide (o al menos eso cree él) de la escala filogenética que el mismo inventó. Lo cierto es que no se puede negar resiliencia al "insecto humano", a ese bichejo autodenominado vanidosamente "Homo sapiens", capaz de lo mejor y de lo peor. Y, claro está, dentro de la especie, algunos que se dedican a editar relatos y novelas (algunos los llaman "editores") también participan de esas virtudes y esos defectos. Bien, los de la Editorial Valdemar, haciendo gala de esa capacidad de ver el vaso medio lleno e incluso de poner al mal tiempo buena cara, decidieron en pleno confinamiento pandémico juntar relatos fantásticos o de terror (ya se sabe, lo principal de Valdemar) que tuviesen como tema principal lo que la sociedad mundial (o al menos la del llamado "primer mundo") estaba sufriendo: confinamiento estricto, control policial represivo y manipulación mediática masiva. El resultado es este:
 El resultado es excelente, no se me ocurre mejor idea que (creo que lo hicimos todos los seres humanos pensantes, esto es, el 0,1% de la población mundial) sumergirse en la lectura para huir de la realidad aplastante impuesta por el contubernio político-mediático gobernante a nivel planetario, (otros, he de recordar, se sometieron a la voz de su amo que tronaba himnos apocalípticos a todas horas, ya fuera por la televisión, internet, radio o periódicos). En fin, que muchos optamos por revivir aquel viejo leitmotiv que rezaba: "people say that life is the thing, but I prefer reading". 
 Lo cierto es que Valdemar compila a autores muy heterogéneos y, a diferencia de otras ocasiones, no los ordena cronológicamente, dando así unos bandazos estilísticos que aumentan la sensación de variedad literaria. Además de esos cambios en el estilo también hay cambios muy evidentes en la calidad de los relatos. Así por ejemplo, este volumen contiene joyas como Una voz en la noche de W.H. Hodgson, que precede a una basura impublicable de unos tales John Skipp y Marc Levinthal (me niego a poner el nombre de ese relato que sería rechazable en un concurso literario para chicos de quince años); también está El bacilo robado de H.G. Wells, otra pequeña genialidad de ese autor inglés sobre aquel miedo a que terroristas liberaran un agente patógeno en la red de suministros de agua de una ciudad; especialmente lúcido es el relato de Horacio Quiroga, Los guantes de goma, que narra el miedo patológico a enfermar que lleva a la muerte a alguien totalmente sano...
 Hay, con todo, algunos relatos que no encajan plenamente, o al menos así lo veo yo, con ese tema principal de la pandemia y todos sus componentes sociales, económicos y políticos. No obstante, algunos tienen calidad excepcional y sigue siendo un lujo releerlos de nuevo. Entre ellos incluiré Al otro lado de la montaña, un relato de Michel Bernanos que tiene más de Julio Verne que otra cosa, es, en realidad, una narración de aventuras ambientado inicialmente en el mar, reconvertido en relato de terror y fantástico cuando los dos personajes principales llegan a una misteriosa isla. Un diamante no ya en bruto, sino pulido, conocido y admirado por millones es El Horla de Guy de Maupassant, probablemente uno de los mejores relatos de fantasmas y psicopatologías de todos los tiempos, aunque no acabo de conectarlo con la pandemia.
 Finaliza el volumen de Valdemar con una novela breve de Arthur Conan Doyle, La zona ponzoñosa, espléndida narración del autor escocés en la que aparentemente se produce una mortalidad masiva que queda finalmente en un adormecimiento general de la población, que, pocos días después, despierta sin haber sufrido daño alguno. Ojalá nos suceda a nosotros como a los personajes de la novela de Conan Doyle, que todo sea un mal sueño del que despertar y seguir viviendo... si nos dejan...

lunes, 22 de noviembre de 2021

Rima LXXXVI, Gustavo Adolfo Bécquer.

 Yo me acogí como el perdido nauta,
a una mujer para pedirle amor,
y fue su amor cansancio a mis sentidos,
hielo a mi corazón.

Y quedé de mi vida en la carrera
que un mundo de esperanza ayer pobló,
como queda un viandante en el desierto:
¡a solas con Dios!

lunes, 15 de noviembre de 2021

"La verdad", por Terry Pratchett.

  Vigésimo quinta entrega del Mundodisco: la tortuga cósmica Gran A'Tuin sigue avanzando por el Multiverso, sobre ella, cuatro gigantescos elefantes soportan el disco sobre el que se desarrolla la acción. Ahora, la parodia de Terry Pratchett cae sobre el periodismo y la prensa escrita, ¡casi nada, no tiene apenas que rascar el pobre Pratchett! El propio título de la novela, La verdad, es, en sí mismo, una ironía. Todo empieza así: un aristócrata repudiado y que, a su vez, repudia a su familia, William de Worde, sobrevive como escriba, como amanuense, redactando pequeñas notas y reportes a nobles y ricos en general; un día, más por casualidad que por otra cosa, decide cambiar de forma de imprimir su panfletillo, de grabado a un nuevo invento de los enanos, la imprenta. La imprenta, por reducción brusca de costes y aumento enorme de la producción, revoluciona la producción de esos reportes hasta convertirlo en un verdadero periódico, que acabará por llamarse "The Ankh-Morpork Times". Para poder sacar adelante el periódico, de Worde contratará a una reportera, Sacharissa Crisplock, nieta del grabador anterior; a un vampiro, Otto Alarido, como fotógrafo que se pulveriza cada vez que sale el flash; a un inmenso troll, Rocky, para recibir quejas y demandas públicas; y a un conjunto de mendigos comandados por Viejo Apestoso Ron para distribuir los periódicos.
  Pero Terry Pratchett no deja ahí una historia, tiene que enrevesarla más para hacerla más interesante. A la vez que se crea el primer periódico de Ankh-Morpork se está produciendo una conspiración palaciega: los nobles quieren deponer al patricio Vetinari, y para ello urden una acusación de asesinato, así de inverosímil. Contratan a un par de matones (Alfiler y Tulipán, que se hacen llamar a sí mismos, la "Nueva Empresa"), para que busquen a un sosias de Vetinari que, delante de testigos, atacará al secretario personal del patricio. Consecuencia: el verdadero patricio es encarcelado por intento de asesinato. Pero ahí es donde entra la parte noble del periodismo: la investigación en busca de la verdad. Los conspiradores, para evitar esto, promueven la creación de la competencia del Times, el Inquirer, un tabloide al más puro estilo británico, que propala bulos, rumores y mentiras sensacionalistas que encantan a su público y que distraen la atención sobre el trabajo (relativamente) honrado que hace el Times. Ya se sabe: saturar de información (gran parte de ella, totalmente falsa) para que los ciudadanos acaben por perder el hilo de la investigación.
 En fin, el pan nuestro de cada día: una prensa manipuladora que, a su vez, es manipulada por el poder político, económico y social de la sociedad. Porque, gracias al prestigio de la palabra escrita, una gran parte de la población cree a pie juntillas lo que el periódico diga; así, Pratchett hace decir a Vetinari, el patricio: "Debe de ser verdad. Viene en el papel...", aunque se trate, claro está, de algo inverosímil. Otra cruda sátira del autor inglés está en la pésima redacción de los periodistas y reporteros, que, supuestamente, debían ser ejemplo de lo contrario; así, se ven obligados a subtitular los títulos para que sean comprensibles, como cuando dicen: "Patricio ataca a secretario con cuchillo, (era el patricio quien tenía el cuchillo, no el secretario)".
 Es narrativa humorística, que duda cabe, pero de la buena, de la que ironiza sobre nuestra sociedad, saca los defectos a la superficie para que el lector pueda entender los tejemanejes de los medios de comunicación en evidente contubernio con el poder.

viernes, 5 de noviembre de 2021

"Scary Stories", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com).

 Image taken from the web www.incidentalcomics.com

"Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj", Julio Cortázar.

  Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Evangelio.

  Se dice que la "Biblia es el libro de libros". Esa verdad, tan de Perogrullo, se puede explicar de distintas formas. Se puede decir que la Biblia es un conjunto de libros tan antiguo que, en realidad, es el origen de toda la literatura (al menos, la occidental) que conocemos; también podría explicarse por la multitud de libros incluidos en ese libro, distribuidos, ya se sabe, entre Antiguo y Nuevo Testamento; pero también se puede decir que la "Biblia es el libro de libros" porque lo más granado de la sabiduría humana y, lo que es muchísimo más importante, las normas de comportamiento, y lo que es más importante de todo, la Palabra de Dios, está contenida en ella. Por eso, todo libro humano es irrelevante, fútil, desechable. 
 Desde mi conciencia que, para comenzar por el inicio de mi vida, fue pautada en un catolicismo "estándar", más identitario y de imagen, que de fe real y primigenia; pasando por una juventud descreída y racionalista, aumentada hasta el culmen por las experiencias en una sociedad materialista, autoritaria, violenta, desigual e indiferente al sufrimiento ajeno; y llegando ya, pasado ampliamente la mitad de mi vida, a una nueva fe (nueva en el sentido evangélico, del hombre nuevo nacido a la fe por la muerte de Cristo, desechando al hombre viejo), buscando mi vida por el "camino estrecho", esperando el Juicio Final, esperando en Dios, y tomando el Evangelio como Palabra de Dios; en esta etapa que me encuentro, ya liberado de liturgias estúpidas y rutinarias, de curas pederastas y aprovechados que perdieron la fe hace décadas y se adentraron en la búsqueda de lo material, obispos ("líderes de la grey") que son grandes señores feudales (¡o alguno que se casa con una escritora de temas satánicos!), y papas que como mucho se puede decir de ellos que son meros hombres falibles; ahora sólo puedo volver mi cansada mirada al Evangelio, Palabra de Dios, para encontrar un manantial de agua fresca que revivifique mi apesadumbrada alma. Lo hago, lo hago todos los días, con ayuda de Dios.
 Porque aunque no se tenga fe alguna, tomando los textos de forma descreída y más como filosofía humana que verdadera religión; aunque no se crea en un Dios todopoderoso; en un componente espiritual, inmortal, en todo ser humano; en una Vida Eterna... aunque no se tenga fe alguna, digo, es evidente la enorme diferencia entre los libros del Antiguo Testamento (libros obsoletos, arcaicos en el peor sentido de la palabra, y suprimibles) de los del Nuevo Testamento (libros atemporales, modernos en el mejor sentido de la palabra, y guías de comportamiento). Es vox populi: el Dios del Antiguo Testamento es un dios cruel, tribal, válido únicamente para unos pocos, que sólo sirve para hacer la guerra; mientras que el Dios del Nuevo Testamento es un Dios paternal, misericorde, universal, un Dios de amor y de perdón, un Dios al que volver los ojos en los peores momentos de la vida de un ser humano. El Dios veterotestamentario es vengativo, usable como arma arrojadiza (mi dios contra tu dios), cruel e incluso mentiroso, ya que no cumple lo que promete; el Dios neotestamentario es cercano, propio de una religión de paz y amor. Aunque no se tuviera fe alguna, una sociedad que viviera de acuerdo a los principios del Nuevo Testamento sería una sociedad en paz, igualitaria, feliz y respetuosa del prójimo.
 Pues todo esto es especialmente patente en el Evangelio, Palabra de Dios. Digo esto porque otros libros del Nuevo Testamento no son palabra de Dios, ni siquiera creo que fueran inspirados por el Espíritu Santo; esos otros libros (las epístolas, ya hablaré más adelante de ellas) son obra de uno de los hombres más inteligentes que ha existido jamás, Pablo de Tarso, san Pablo, alguien que influyó de una forma tan decisiva (en mi opinión, principalmente perniciosa) que habría que preguntarse si muchos creyentes son en verdad cristianos o más bien "paulistas". Pablo de Tarso, ya digo, fue un hombre preclaro, gran conocedor del alma humana y las sociedades que el hombre genera, gran "vendedor de ideas", pero hombre al fin, sólo un hombre... Pero de eso hablaré en otra entrada.
 Para mí, creyente, el Evangelio es Palabra de Dios, por ello, lo que pueda decir un hombre, aunque sea san Pablo, es irrelevante, es humano, esto es, falible, temporal y desechable.
 Lo que yo, mísera criatura, diga es, pues, superfluo. Me callo, y doy a este intrascendente blog que nadie lee una función superior, transcribo lo más hermoso del Evangelio, verdadero camino de vida (de ese camino estrecho que nada tiene que ver con la gloria humana), el Sermón de la Montaña, los capítulos 5, 6 y 7 de Mateo.

Sermón de la montaña 
 
 Mt5 1 Al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; 2 y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo: 1: Lc 6,20-23. Las bienaventuranzas 
 
 3 «Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. 4 Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. 5 Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. 6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. 7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. 8 Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. 9 Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. 10 Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. 11 Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. 12 Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros. 4: Sal 37,11 | 6: Is 40,1; 61,2s | 9: Sal 11,7; 24,3s | 11: 1 Pe 3,14. Los discípulos, sal y luz 
 
 13 Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. 14 Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. 15 Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. 16 Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos. 13: Mc 9,50; Lc 14,34s | 15: Mc 4,21; Lc 8,16; 11,33; Ef 5,8s. Jesús y la ley 
 
 17 No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. 18 En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. 19 El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. 20 Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.  21 Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. 22 Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la gehenna del fuego. 23 Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, 24 deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. 25 Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. 26 En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo.  27 Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. 28 Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. 29 Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la gehenna. 30 Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la gehenna.  31 Se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”. 32 Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima*— la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.  33 También habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”. 34 Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; 35 ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. 36 Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. 37 Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.  38 Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. 39 Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; 40 al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; 41 a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; 42 a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.  43 Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, 45 para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda 
la lluvia a justos e injustos. 46 Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? 47 Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? 48 Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto. 18: Lc 16,17 | 19: Sant 2,10 | 21: Éx 20,13; Dt 5,17 | 25: Lc 12,58s | 27: Éx 20,14; Dt 5,18; Job 31,1 | 29: Mt 18,8s | 31: Dt 24,1-4; Mal 12,14-16 | 32: Mt 19,9; Mc 10,11s; Lc 16,18; 1 Cor 7,10s | 37: 2 Cor 1,17-19; Sant 5,12 | 38: Éx 21,24 | 39: Lev 24,20; Dt 19,21; Lc 6,29 | 43: Lev 19,18 | 44: Lc 6,27-36; 23,34; Hch 7,60; Rom 12,20 | 46: Lc 3,12. Limosna, oración, ayuno 
 
 Mt6 1 Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial. 2 Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa. 3 Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; 4 así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.  5 Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. 6 Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará. 7 Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. 8 No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. 9 Vosotros orad así*:  “Padre nuestro que estás en el cielo, | santificado sea tu nombre,  10 venga a nosotros tu reino, | hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo,  11 danos hoy nuestro pan de cada día,  12 perdona nuestras ofensas, | como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,  13 no nos dejes caer en la tentación, | y líbranos del mal”.  14 Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, 15 pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.  16 Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga. 17 Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, 18 para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará. 1: Mt 23,5.13-15; Lc 16,14s | 6: 2 Re 4,33; Is 26,20 | 9: Ez 36,23; Lc 11,2-4; Jn 17,6.26 | 12: Mt 18,21-35; Ef 4,32 | 14: Mc 11,25. Riquezas y preocupaciones 
 
 19 No atesoréis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen y donde los ladrones abren boquetes y los roban. 20 Haceos tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que los roen, ni ladrones que abren boquetes y roban. 21 Porque donde está tu tesoro, allí estará tu corazón. 22 La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; 23 pero si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Si, pues, la luz que hay en ti está oscura, ¡cuánta será la oscuridad! 24 Nadie puede 
servir a dos señores. Porque despreciará a uno y amará al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. 25 Por eso os digo: no estéis agobiados por vuestra vida pensando qué vais a comer, ni por vuestro cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? 26 Mirad los pájaros del cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? 27 ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? 28 ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. 29 Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. 30 Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? 31 No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. 32 Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. 33 Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura. 34 Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le basta su desgracia. 19: Job 22,24-26; Lc 12,33s; Sant 5,2s | 22: Lc 11,34s | 24: Mt 5,3s; Lc 16,13 | 25: Lc 12,22-31 | 29: 1 Re 10,1-29; 2 Crón 9,13s | 34: Sal 37,4-25; Sant 4,13s. Advertencias 
 
 Mt7 1 No juzguéis, para que no seáis juzgados. 2 Porque seréis juzgados como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros. 3 ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? 4 ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame que te saque la mota del ojo”, teniendo una viga en el tuyo? 5 Hipócrita: sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano. 6 No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; no sea que las pisoteen con sus patas y después se revuelvan para destrozaros.  7 Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; 8 porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. 9 Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; 10 y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? 11 Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden! 12 Así, pues, todo lo que queráis que haga la gente con vosotros, hacedlo vosotros con ella; pues esta es la Ley y los Profetas. 1: Lc 6,37-42; Rom 2,1s; 1 Cor 4,5 | 3: Mc 4,24 | 7: Mt 18,19; 11,24; Lc 11,9-13; 18,1-8; Jn 14,13; Sant 1,5 | 11: Sant 1,5.17; 1 Jn 3,22s; 5,14s | 12: Lc 6,31. La recta conducta 
 
 13 Entrad por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. 14 ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos.  15 Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. 16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? 17 Así, todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. 18 Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. 19 El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. 20 Es decir, que por sus frutos los conoceréis.  21 No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Aquel día muchos dirán: “Señor, 
Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre y en tu nombre hemos echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?”. 23 Entonces yo les declararé: “Nunca os he conocido. Alejaos de mí, los que obráis la iniquidad”.  24 El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. 25 Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.  26 El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. 27 Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande».  28 Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, 29 porque les enseñaba con autoridad y no como sus escribas. 

jueves, 4 de noviembre de 2021

"Los intereses creados", por Jacinto Benavente.

  Finalmente, después de leer a Mihura, Muñoz Seca y Jardiel Poncela, llego a la cumbre del teatro español de principios del siglo XX (con el permiso de Valle-Inclán y Lorca, claro está). En cualquier caso, sí me atrevo a afirmar que el teatro de Benavente es lo mejor del "teatro español comercial" de principios del XX. ¿Cómo? Me explico con un pequeño rodeo: la familia de un servidor es madrileña de varias generaciones, cosa extraña en esa ciudad de inmigración, de modo que en ese principio de siglo XX los egregios antepasados de este humilde bloguero disfrutaban del teatro como un entretenimiento social de primer orden. Recuerdo especialmente a mi abuela Manolita hablar de veladas en el Teatro de la Comedia de Madrid, sito en la calle del Príncipe, muy cerca del domicilio familiar. Aquellos familiares míos, como casi todo el público, no tenía especial interés en vanguardias literarias o movimientos culturales, "ir al teatro" era una actividad social, un entretenimiento en el que "ver y ser visto". Esto, dicho así, puede parecer una degradación del arte de Aristófanes, pero, a qué engañarnos, mientras se llenen las salas... Así, todos estos señores y señoras (algún malintencionado diría "señorones y señoronas") querían, pues, algo ligero, divertido y sin complicaciones para cumplir con esa obligación social. Y así surgieron las comedias de la época. En esa tesitura encajan perfectamente las obras de Muñoz Seca, Mihura o Jardiel Poncela, pero, ¿el teatro esperpéntico de Valle-Inclán, la denuncia social de García Lorca?
 Dejo esas preguntas en el aire, porque la respuesta es obvia. Pero lo cierto es que no todo el teatro español de principios del siglo XX eran vanguardias o comedietas ligeras, también hay términos intermedios, autores que, con una calidad literaria elevada conseguían llenar teatros, vamos, que eran rentables pero hacían pensar al espectador. 
 Jacinto Benavente entra en este grupo intermedio en esta clasificación tan simplona salida a trompicones de mi magín, y una de sus obras señeras, Los intereses creados, es paradigma de tales obras.
 Los intereses creados entra dentro de eso que se llamó "Comedia del Arte", género dramático nacido en Italia nada menos que en siglo XVI y del que Benavente se hace deudor. Pero se hace deudor de forma honesta, porque bien podría haber disimulado un poco las formas hasta presentarla como una comedia moderna, pero no, él toma los nombres de personajes típicos de ese subgénero teatral para algunos de sus personajes, tales como Polichinela, el Capitán o Arlequín. Y es que, en realidad, esa Comedia del Arte es parte de la vida humana, es atemporal, y se da en el siglo XVI tan bien como en el XX o el XXI. Recordemos sucintamente el argumento general: una pareja de enamorados sufren la incomprensión y rechazo de sus progenitores, pero son ayudados por personajes cómicos y por alcahuetas que consiguen que triunfe su amor. La mejor parte está en los criados y alcahuetas que, grandes conocedores del alma humana, son, con bromas y veras, capaces de enredar a las familias hasta que los jóvenes se salen con la suya.
Jacinto Benavente. Foto tomada del sitio muyinteresante.es
 El argumento de la obra de Benavente es ligeramente diferente: dos pícaros, Crispín y Leandro, llegan sin blanca a una ciudad. Para poder vivir, el primero idea un plan: hacerse pasar por criado del segundo, y hacer ver a toda la ciudad (sobre todo hospederos y gente rica) que su señor es persona principal, de alta nobleza y grandes riquezas. El plan llega a su culmen cuando descubren que el ricachón de la ciudad, Polichinela, tiene una única hija, y, por tanto, heredera de toda su fortuna. La acción se complica cuando Leandro e Isabel (la hija de Polichinela) se enamoran de veras, queriendo Leandro parar la farsa. Crispín, no obstante, sigue adelante hasta que todo se descubre, juntándose a Polichinela toda una caterva de acreedores agraviados que reclaman lo suyo. En el último cuadro, en una pirueta argumental de Crispín, éste consigue hacer ver que para que todos puedan cobrar, primero han de conseguir ellos dos sus objetivos, lo resume todo en esto:

Crispín:
... "¿Qué os dije, señor? Que entre todos habíamos de salvarnos... Creedlo. Para salir adelante con todo, mejor que afectos es crear intereses."

 La obra es una comedia, claro está, pero inteligente, con algunos personajes que hacen sonreír más que reír, principalmente por la inteligencia de sus discursos y el conocimiento del alma humana. En Los intereses creados son Crispín y, en menor medida, doña Sirena; el primero el artífice fundamental de la farsa, y la segunda la "facilitadora", la alcahueta que media entre los enamorados. Hay, además de los aspectos cómicos, una crítica social muy fuerte y evidente: la que se hace a una sociedad que juzga en función de la apariencia y lo superficial, además de que otorga importancia a aquél que, aunque sea de forma delictiva, ha conseguido grandes riquezas.

martes, 2 de noviembre de 2021

"Eloísa está debajo de un almendro", de Enrique Jardiel Poncela.

  No recordaba cuándo fue, sí que yo era muy jovencito y que Pilar Bardem tenía un papel principal. Gracias a internet y sus millones y millones de datos, pude constatar que la adaptación teatral que vi de Eloísa está debajo de un almendro, fue nada más y nada menos que en 1991, en el Centro Cultural de la Villa de Madrid, ¡hace ya treinta años! No había leído, sin embargo, el texto, así que... aquí está...
 Jardiel Poncela fue otro de los incontestables protagonistas de la dramaturgia de la primera mitad del siglo XX, como tantos se fue a la comedia (aunque parece que su vida fue más bien trágica) quizá porque la sociedad de la época ya tenía suficientes problemas en la vida real como para ver más en un escenario, o tal vez su producción cómica fue una defensa frente a la rudeza de la existencia, no sé. Lo cierto es que casi todo lo que se escribía y representaba en aquella época eran comedias, ya fuera teatro puro o zarzuela. Los estudiosos del tema han incluido a Jardiel en el llamada "teatro del absurdo", aunque, habiendo leído anteriormente a Mihura, el sentido cómico en Jardiel Poncela está más en los equívocos y malentendidos (motor clásico de la comedia tanto en cine como en teatro, por otra parte) que en los chistes incongruentes o sin sentido.
 Grosso modo, el argumento es el siguiente: unos jóvenes, Mariana y Fernando, están enamorados; Mariana encuentra irresistible el aura misteriosa del chico, su ocupación sospechosa; a la vez, la tía de la joven, Clotilde, está enamorada del tío de Fernando, Ezequiel. Son, por tanto dos familias: los Briones, a la que pertenecen las féminas, y los Ojeda, de la que forman parte los varones, cuyos amoríos se entrecruzan. La atracción fatal que sienten ellas hacia ellos se refuerza ante la sospecha de que asesinan mujeres y las entierran en su jardín. En el último acto se revelará que todo es un malentendido, que lo que mata Ezequiel no son sino gatos a los que pone nombre de mujer, el "gaticidio" se debe a que está investigando las causas y curación de la pelagra (avitaminosis de la vitamina B3 que causaba estragos en la época en algunas zonas montañosas de Asturias entre otras regiones). 
 Los personajes más cómicos, por torpes y atolondrados, son la propia Clotilde y los criados de los Briones, Fermín y Leoncio, que no curan de espanto ante lo que imaginan de los Ojeda. Hay algún chiste surrealista o sin sentido, pero son minoría, ya digo, lo jocoso entra por los malentendidos entre personajes.
 Un aspecto interesante del texto es el tratamiento que el autor da a las acotaciones. A diferencia de otros dramaturgos (concretamente, de Mihura y Muñoz Seca, que acabo de leer), en Jardiel, las acotaciones tienen un tratamiento narrativo muy cuidado, no son simples instrucciones de atrezo o utilería para la puesta en escena, sino que describe con una minuciosidad y, sobre todo, un afán de corrección y de creatividad que supera lo meramente práctico.

 Una obra entretenida y divertida que ha sido escenificada hasta la saciedad, pero, en mi humilde opinión, de inferior calidad a Tres sombreros de copa de Mihura o La venganza de don Mendo de Muñoz Seca. Creo que falta embrollo, complicaciones... de esas tres clásicas etapas de toda obra de teatro (presentación, desarrollo, desenlace), le falta algún personaje más y más situaciones complicadas que acaben por desembarazarse en el último acto. La comedia de Muñoz Seca que citaba arriba es ejemplo de cómo en ese acto central, el del enredo, éste aumenta notablemente por la incorporación de personajes y tramas secundarios que enriquecen notablemente la acción.

lunes, 1 de noviembre de 2021

"La casa de la cruz y otras historias góticas", de Emilio Carrere.

  No tengo claro si Emilio Carrere nació antes de tiempo o en un país que no le correspondía, porque desde luego otro gallo le hubiera cantado si hubiese nacido en tierras anglosajonas a uno u otro lado del charco, o lo hubiese hecho en España pero un siglo más tarde. Pero lo cierto es que Carrere nació en Madrid en 1881 y fue narrador talentoso, especialmente interesado en tema fantasmagórico, de terror, fantástico o como se quiera llamar. La literatura patria iba por otros derroteros, con un realismo aplastante, con enormes autores como Pérez Galdós, Blasco Ibáñez, Pardo Bazán, luego reforzado por la Generación del 98... vamos, que el gusto por la temática llamada gótica que tanto y tan bien arraigó en la literatura anglosajona a finales del XIX y principios del XX, no caló con intensidad en la piel de toro. Pero, además, leyendo a Carrere se da uno cuenta de que algunas novelas y relatos suyos son impublicables por la situación social y política de nuestro país; de hecho, varios de los relatos incluidos en este pequeño tomo de la editorial Valdemar entrarían en esa categoría, luego explicaré por qué.
 Por cierto, es de agradecer que la editorial que está haciendo más por editar de nuevo estos textos que habían caído en el olvido, haya tenido a bien acordarse de don Emilio. El relato que han elegido para dar título a su volumen, La casa de la cruz, no es, ni con mucho, el mejor de los contenidos; en mi opinión, el mejor es Un crimen inverosímil, que luego el propio autor ampliaría hasta formar la novela breve La torre de los siete jorobados, que adaptaría al cine Edgar Neville, lo que ocurre es que la propia editorial Valdemar ya había editado esta novela en otro volumen.
 He dicho antes que algunos de los relatos aquí contenidos serían impublicables en la España de casi todo el siglo XX, y lo argumento: se hacen críticas mordaces y claras (la mayoría, absolutamente irrefutables) sobre la oscuridad mafiosa de la Iglesia católica, sus métodos gansteriles para aborregar a la población, así como denuncia de presbíteros que preñaban doncellas y obispos presos de la gula que amasaban fortunas baboseando a los nobles y ricos locales; además, algunos pasajes están "subidos de tono", entrando en un erotismo sin ambages, que en la puritana España de finales del XIX y principios del XX hubieran sido clasificados como pornográficos. Vamos, que los poderes fácticos sociales y políticos (léase, la Santa Madre Iglesia y sus acólitos) no hubieran permitido jamás que novelas de este cariz hubieran visto la luz.
 Al margen de ese erotismo que hoy parece ingenuo e inocuo, y esas críticas acerbas a la religión que hoy se aceptarían con naturalidad desde ese mismo estamento social, la narrativa de Emilio Carrere tiene una calidad más que suficiente para convertirse en una rara avis de su época, un escritor sui géneris, que no siguió norma alguna sino la que su gusto le marcaba. No me cabe duda, ya digo, del diferente trato que hubiera recibido si hubiese nacido en la tierra de Dickens, por ejemplo, allí, seguramente, hubiera sido considerado escritor ejemplar e imitado por multitud de diletantes y aficionados a la literatura fantástica.