viernes, 11 de septiembre de 2020

"Ha llegado el águila", por Jack Higgins.

  Tengo claro que las bibliotecas públicas son los centros culturales más importantes que tiene cualquier población; mucho más que los teatros, auditorios y cines. Desgraciadamente, la mayor parte de mis conciudadanos tiene la opinión contraria. Desgraciadamente, o no... En fin, al margen de la estulticia generalizada de la sociedad, una biblioteca pública bien surtida es una bendición del cielo, un refugio ante la mediocridad, un oasis en el desierto... Los cines, teatros y auditorios son necesarios, nuestra vida (al menos, la mía) sería más pobre y gris sin ellos, pero las bibliotecas son el oxígeno que respiro. Suelto esta cursilada para decir que, además de ser imprescindibles, las bibliotecas públicas permiten leer libros que, bien porque están descatalogados y no se encuentren de segunda mano, bien porque no interese comprarlos, se encuentran allí con total normalidad, esperando ser rescatados del estante. Este último caso es el de la novela que leo ahora: una novela fuera de mi, digamos, "tipo habitual de lectura" y que, aun en edición de bolsillo, no compraría; no tanto por los quince o veinte euros que me iba a costar sino porque no me parece que fuera a tener calidad suficiente como para formar parte de mi biblioteca personal (uno todavía tiene la estúpida pretensión de formar una biblioteca contundente -voy por los mil quinientos ejemplares- que legar a mis hijos). Bueno, es esta novela:


 Encontré la versión cinematográfica en los "océanos internáuticos" y decidí visionarla, ya lo comenté en el blog. Es una película muy efectista, entretenida, con un elenco actoral de lo más granado de entonces y una dirección y fotografía al nivel de lo demás. Todo lo necesario para pasar un par de horas entretenidas... eso sí, si no se cae en la trampa del belicismo... Es decir, si no pensamos que es ficción (es ficción la historia que se cuenta del secuestro de Churchill en pleno Norfolk, no la Segunda Guerra Mundial, claro), tanta ficción como El señor de los anillos, aunque no salgan hobbits, enanos, orcos o dragones. Sólo así, fui capaz de ver la película, y sólo así soy capaz de leer la novela.

 Y aquí recupero lo que decía al principio: no me gastaría los quince o veinte euros que me pedirían los de Grijalbo Mondadori (grupo Penguin Random House) porque no quiero guardar el libro ni que forme parte de mi biblioteca, pero ¿leerlo? Sí, leerlo sí, ¿por qué no? Desde luego no es mi lectura habitual, pero, hasta lo que he leído, la novela está bien pergeñada, los personajes son redondos y sin incongruencias, y la calidad prosística más que aceptable (frases relativamente cortas, predomina la narración sobre la descripción, no muy adjetivada... lo que algunos llaman estilo periodístico, pero sin errores claros). 

 Esta novela fue un superventas en su época (allá por 1975), quizás una época en la que se habían enfriado ya la indignación popular (nunca suficiente, si lo fuera no habría guerras) de la Segunda Guerra Mundial, y la gente buscaba algo que enganchara para leer sin hacerse preguntas morales.


 Con respecto a la película, como suele pasar, la novela es mucho más completa, con más argumentos secundarios que quizá en una cinta de hora y media no da tiempo a introducir, pero que da empaque y solidez a la trama principal, la hace más creíble. Es una más que aceptable novela; entiendo que tuviera éxito en su momento. En realidad, entiendo que tengan éxito las mal llamadas novelas históricas, pues suponen una digresión sobre la historia "oficial" que alguien intenta siempre que traguemos, historia oficial que va cambiando más o menos intensamente hasta caer en un revisionismo que viene a ser un "tú cállate que no tienes ni idea de lo que pasó hace cien años, yo te lo cuento". Pues eso, la mal llamada novela histórica incluye ficción sin pretender elevar a la categoría de dogma lo que cuenta (a diferencia de lo que han pretendido, pretenden y pretenderán hacer los políticos de toda época). Es lo bueno de la literatura, que leas lo que leas siempre puedes pensar que es una historia que se ha inventado un fulano sin ansias de llegar a ser ideólogo, sólo escritor.