viernes, 9 de julio de 2021

"La juventud de Martin Birck", por Hjalmar Söderberg.

  Temo haber leído en orden inverso las tres novelas de Söderberg que he leído recientemente. Leí primero Doctor Glas, luego El juego serio y ahora La juventud de Martin Birck, y lo cierto es que el autor sueco publicó esas novelas en 1905, 1912 y 1901 respectivamente. La fecha de creación de las novelas no es baladí, no ya en Söderberg sino en cualquier autor, pues todo escritor tiene una evolución temática y estilística que es fácil seguir. En el caso en cuestión me ha parecido apreciar que la técnica más depurada, libre ya de exageraciones juveniles se da, como era previsible, en El juego serio y, en menor medida, en Doctor Glas. No es que La juventud de Martin Birck tenga defectos de escritor novel, sin embargo, sobre todo en la segunda mitad de la novela, la prosa se vuelve extrañamente ampulosa, un tanto pretenciosa; en las otras dos novelas, la prosa es ya más directa, sin tanta afectación, es, sin duda, una técnica ya más propia de la madurez del escritor.
 En fin, La juventud de Martin Birck es lo que se ha dado en llamar "novela de aprendizaje" o "de formación", en el sentido de que narra la transición de la infancia a la edad adulta. Esto de la novela de aprendizaje no deja de ser una etiqueta más, pero es cierto que hay centenares o miles de novelas que relatan esa suerte de metamorfosis que todo ser humano sufre y que, bien pergeñada, es el periodo más interesante, principalmente por la evolución del carácter, algo que brinda redondez al personaje.
 Söderberg es un maestro de la descripción psicológica de sus personajes, lo cual permite apreciar el más mínimo cambio en Martin Birck, desde su infancia crédula y sumisa hasta la adultez descreída y sin futuro. 
 La novela acaba teniendo un regusto muy amargo, la verdad. Narra de forma descarnada ese desencantamiento con la vida y el futuro que, en mayor o menor medida, toda criatura inteligente ha sufrido. Acaba incluso con un punto nihilista que no tiene nada de particular teniendo en cuenta la fecha de escritura y que se cita varias veces a Nietzsche. Teniendo en cuenta precisamente la fecha de composición y utilizando otra de esas manidas etiquetas, cabría decir que es una novela fin de siècle, que, como ya se sabe, hace referencia a las novelas ambientadas a final del XIX y que proponían ese decadentismo que arremete contra la hipócrita moral burguesa. Esto último es especialmente notable en la relación amorosa que el propio Birck establece con una mujer que "ya no es joven" (pues había pasado de los treinta) y con la que, ni se casa ni se comportan como meros amantes; es una relación que hoy en día se nos antojaría perfectamente normal, pero que sí rompe con la moral establecida de la época. 

 Pero, por encima de todo, destaca la búsqueda de sí mismo que no es sino el proceso natural de maduración del individuo; como muestra, este botón:
 Leía y pensaba. Buscaba en los libros y en sus propias ideas lo que con tanta frecuencia uno busca en la juventud para luego, en la edad adulta, olvidar que alguna vez le preocupó: una fe según la cual vivir, una estrella por la que guiarse, una relación entre las cosas, un sentido y una meta.