sábado, 24 de octubre de 2015

Ahora leyendo: "Menajem Mendel", por Sholem Aleijem.

 Lo que aquí reune la editorial Nortesur no es, según prologa el autor, literatura de ficción, sino un conjunto de cartas de un tal Menajem Mendel al que Aleijem conoció en la rusa ciudad de Odesa (hoy, cosas de la política, vuelve a ser rusa tras un largo tiempo de ser ucraniana); correspondencia, principalmente mantenida con su mujer. Si el prólogo es pura ficción como el resto de las cartas es algo que el lector ha de averiguar, tarea nada fácil, pues la narrativa de Sholem Aleijem fluctúa de un lado a otro de la delgada línea que separa lo real de lo inventado, eso sí siempre con enormes cantidades de humor.
  Sholem Aleijem pasa por ser el más importante escritor en lengua yidis de todos los tiempos, pero, además, fue un verdadero testigo de una sociedad típicamente europea, marginal tal vez, pero plenamente europea, que fue borrada con barbarie en el pasado siglo XX. Me refiero, claro está, a la población judía askenazí del centro y este de Europa, formada por millones de individuos, que fue eliminada de la forma más brutal (muestra indudable de la "inhumanidad del ser humano") por los pogromos zaristas, los comunistas y, finalmente, por los maestros del sadismo industrializado, los nazis. Aquella sociedad askenazí tenía unos rasgos culturales muy marcados, con tradiciones milenarias que formaban parte del acervo cultural del continente; desgraciadamente, desde 1945, todo es más monocromático, más plano... ¡Qué diferente sería este país si no se hubiera expulsado a los judíos sefarditas o a los moriscos!
  Al margen de barbaridades históricas, leer a Sholem Aleijem supone recibir un soplo de aire fresco, con ese humor irónico siempre a la vuelta de la esquina, riéndose de sí mismo y de esas inveteradas costumbres a las que antes aludía. De Aleijem nos ha quedado en el subconsciente colectivo el impagable personaje de Tevie "el lechero", protagonista de El violinista sobre el tejado, aquel judío con cinco hijas y una mandona mujer que ponía al mal tiempo buena cara y siempre sacaba una sentencia bíblica, de su propia invención, para todas las situaciones. Aquí, en Menajem Mendel encontramos una vez más a esos personajes entrañables, duros como piedras pero a la vez tiernos como niños que ponen un punto de humor absurdo a la difícil cotidianeidad que les tocó vivir.