martes, 21 de abril de 2015

Ahora leyendo: "Jefe de estación Fallmerayer", por Joseph Roth.

 Joseph Roth se ha convertido en mi escritor favorito de los últimos tiempos. Su prosa rápida y precisa pero a la vez cuidada; sus temas duros, interesantes y atemporales; y sus personajes redondos, atractivos y polifacéticos hacen de los relatos y novelas breves de Roth un verdadero placer para el lector exigente. Este relato, sin embargo, flojea en su conclusión.
  Jefe de estación Fallmerayer es un relato muy "rothiniano" o "rothinesco" (elíjase el palabro preferido): un jefe de estación de ferrocarril de una pequeña localidad de Austria-Hungría vive una monótona existencia de rutina laboral y sentimental hasta que conoce a una exótica condesa rusa de la que queda irremediablemente prendado. La guerra (la Gran Guerra) se interpone en su camino, pero consigue acercarse a la residencia de la condesa, Kiev, y, tras varios intentos, seducirla. A partir de ahí el mundo se detiene para Fallmerayer: vive un idilio con la condesa mientras todo a su alrededor se derrumba y acaban huyendo por el Cáucaso hasta llegar por mar a Monte Carlo. Allí, estando ella embarazada del antiguo jefe de estación, recibirán la tremenda noticia de que el conde ruso no ha muerto, ha sabido de la residencia de su esposa en Mónaco y viaja hacia ellos. Hasta ahí lo mejor del relato, ¿y después? Y después simplemente el relato acaba con un: "Después, Fallmerayer partió. Nunca más se ha vuelto a saber de él". Tan desconcertado me ha dejado la conclusión que solo puedo pensar que Roth no quiso terminarlo de forma apropiada por alguna extraña razón: problemas de salud, insatisfacción con el texto, dejadez... Conociendo el final del escritor, cualquier explicación es plausible.
  Por lo demás el relato es "puro Roth". Por dónde está ambientado el relato, por esa extraña concepción de la Primera Guerra Mundial como un periodo casi gozoso de la existencia o por la sensación de un mundo que se acaba al término de la misma.
 Al margen del relato en sí, de nuevo he de comentar la desafortunada edición que hace Acantilado. Supongo que desde un punto de vista economicista será mejor publicar relato a relato una obra relativamente extensa como la de Joseph Roth, pero todo tiene un límite. Porque cuando se publican relatos tan cortos como este (57 páginas en edición de bolsillo) por un coste de unos nueve euros uno no puede dejar de sentir estafado. Se me antoja mucho más razonable una compilación de relatos que no bajase de las 200 o 300 páginas y que tampoco subiera más de veinte euros de precio, en fin, está visto que soy un ingenuo.