martes, 9 de junio de 2015

Ahora leyendo: "Sentido y sensibilidad", de Jane Austen.

 Cuando se habla de literatura "de evasión", normalmente se piensa en ciencia ficción, en narraciones inverosímiles ambientadas en planetas lejanos poblados por extrañas criaturas; para mí, sin embargo, leer a Austen, a Proust o a Thomas Hardy es evadirme de mis experiencias cotidianas. No es que uno esté rodeado de monstruos bicéfalos (aunque alguno rarito haya) más que de los burgueses protagonistas de los autores antes nombrados, no, lo que pasa es que el "tempo", el ritmo de narración de aquellos escritores es tan radicalmente distinto de la apresurada existencia que hoy llevamos que realmente me saca de mi rutina y me vuelve a un sentimiento de seguridad que no tenía desde mi infancia. Para evadirme, pues, elijo ahora Sentido y sensibilidad.
  Porque la velocidad a la que pasa la vida de Elinor y Marianne Dashwood es tan ridículamente lenta, que da la impresión de que no pasa nada de nada, esto, por cierto, es mucho más evidente en En busca del tiempo perdido de Proust, en el que uno pierde (maravillosa pérdida) meses en leer los recuerdos que al bueno de Marcel le asaltan al comer una magdalena mojada en té y que dan para, nada más y nada menos, que siete novelas.
 Sin duda las vidas que llevaron los autores fueron muy semejantes a las de sus protagonistas, de hecho algunos críticos literarios identifican a Marianne Dashwood (la de la sensibilidad, la impetuosa e irreflexiva) con la propia Austen; pero, sobre todo, el lento discurrir de los días que no han de aprovecharse de forma compulsiva hasta el último minuto como hoy, estúpidamente, tratamos de hacer, marca ese ritmo existencial que a mí me parece tan delicioso.
 Uno ha llevado una vida más bien arrastrada, tanto en lo físico como en lo anímico, buscando siempre la justificación última de cada acto y cada pensamiento, ansiando la perfección (absurda pretensión buscar perfección en algo humano) en todo lo que se emprendía. El único resultado posible: la frustración. Frustración por no conseguir las altas metas previstas, frustración por haber desperdiciado algún que otro minuto de mi existencia, frustración, al fin, por el inexorable paso del tiempo que nos va aniquilando poco a poco.
    Frente a tamaño desatino, la pausada y cómoda vida de los Dashwood se antoja deseable, más aun, superior a la que actualmente llevamos. Podremos reírnos de lo anticuado de sus formas de vida, pero, en realidad, me temo que son mucho más razonables que las nuestras.