lunes, 4 de diciembre de 2017

"El arte del asesinato. Once relatos de crimen e investigación", de G. K. Chesterton.

 Gilbert Keith Chesterton es uno de los grandes de la "literatura de té y pastas" por mí así denominada. Esto es una broma excesiva, claro. Fue mucho más. Fue un extraordinario pensador (o, mejor dicho, un hombre pensante, algo cada vez más escaso) que puso negro sobre blanco sus disquisiciones, principalmente las religiosas y sociales. Pero también es cierto que se vio obligado como todo mortal a comer todos los días y, consecuentemente, a ganarse el pan de la forma menos onerosa posible, en su caso escribiendo. Así, el bueno de Chesterton volvió su enormes ojos lacrimosos de perro pachón hacia las damas de su biempensante sociedad, y así escribió unos relatos y novelas breves (nada largo, que no sea enojoso) de tramas sencillas, agradables... de té y pastas, vaya. La retahíla de cuentos de tipo detectivescos entran de lleno en este estilo.
  Esta "literatura de té y pastas" no es precisamente algo que haga pensar, todo lo contrario, a las cinco de la tarde se tiene toda la sangre en los intestinos, no llega al cerebro (esto para los anglosajones). Como consecuencia, las tramas son un tanto previsibles, los personajes muy dicotomizados (o muy buenos o muy malos) y, en general, de lectura facilona. ¿Por qué leo entonces a Chesterton? Porque en realidad toda esta tontería de la "literatura de té y pastas" es una injusticia como la copa de un pino. Sí, creo que estos autores anglosajones publicaban textos con una calidad muy inferior a la que eran capaces con la única y entendible razón de vender y conseguir dinero, lo cual disminuía notablemente su valor, pero, a pesar de todo, la calidad narrativa que tienen es muy, pero que muy superior a los "super best sellers" de nuestros días, el ínclito señor Follett incluido.
  Sí, temo que mi afirmación sea innegable, y es que la industria editorial de nuestros días es muy potente, y para leer en el metro o el autobús más vale algo livianito y llevadero. Por otro lado, el bueno de Chesterton era el típico inglés guasón con un sentido del humor ácido capaz de aplicarlo en cualquier situación, por muy tétrica que fuera. Todo esto hace que a pesar de ser "literatura de té y pastas" sea francamente recomendable.