sábado, 10 de mayo de 2014

Inciso cinematográfico: "Alceste à bicyclette"

 Una película sui generis. Especialmente dedicada a los amantes del teatro clásico y el cine, pues es una verdadera combinación de ambos; una glorificación del oficio de actor, con sus miserias incluidas.
  Los personajes principales son dos famosos actores, uno de los cuales está retirado "del mundanal ruido"; el otro trata de enrolarle para una nueva producción de El misántropo de Molière. El, llamémosle así, "actor en ejercicio" trata de endosarle el papel de Filinto (Philinte en francés), personaje importante pero solo como álter ego del principal, Alcestes (Alceste en la lengua de Molière), que se reserva para sí. Los ensayos de ambos en la casa de la turística Isla de Re van, poco a poco, desvelando la enorme semejanza que existe entre los personajes teatrales y los reales, pero no está claro quién es quién.
  Las relaciones entre ambos, tormentosas de por sí, se complican con un triángulo amoroso que ninguno de los dos presentían. Las últimas secuencias, que desvelan todo lo antes previsto, desvelan que nadie mejor que el actor de Isla de Re puede interpretar a Alcestes, con su inmensa misantropía y rechazo del mundo.
 Una película intensa a la par que alejada del mundo. Una celebración de la actuación, para actores y para los que no lo somos.

Ahora leyendo: "Cuentos negros y románticos", de Gustave Flaubert

 Hablar de Flabeurt y no hacerlo de su Madame Bovary parece hacerlo a medias. Y es algo que ocurre con frecuencia: las grandes obras llegan a ocultar pequeñas joyas que, quizá no en un sentido literario, puedan ser injustamente menospreciadas. Es el caso, sin duda, de Lev Tolstoi, cuyas Guerra y paz o Anna Karénina empañan una notable carrera ensayística orientada, principalmente, hacia la espiritualidad; también es lo que ocurre con Flaubert, por ello comienzo a leer una compilación de cuentos "de juventud" editados, cómo no, por Valdemar.
  Son relatos que entran de lleno en lo que los críticos literarios llaman Romanticismo: gusto morboso por lo oculto; sentimientos exacerbados; narraciones dramáticas de lo extraño, lo anormal... Algunos críticos argumentan que más que romanticismo es una forma juvenil de escritura que luego devendrá en el realismo puro y duro alcanzando su cénit en la citada Madame Bovary.
   Reconozco mayor afinidad en mis gustos por estos relatos juveniles, que, salvando la distancia de calidad, entroncan con esa corriente literaria liderada por Edgar Allan Poe y que ayudaría a generar el Simbolismo francés o el Decadentismo inglés.