domingo, 25 de febrero de 2024

Inciso musical: concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, dirigida por Ryan Bancroft. Obras de Anna Clyne y Sibelius.

  Undécimo concierto de abono de la temporada 23-24 de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, esta vez dirigida por el estadounidense Ryan Bancroft, y con la participación del clarinetista Martin Fröst.
 Siempre habrá polémica sobre si una orquesta autonómica como la OSCyL, por mucho que la excelencia esté siempre en su mira, tocando en un, por otra parte excelente, auditorio como el Miguel Delibes, pero en una ciudad como Valladolid, no tan prona a la música culta sobre si debe programarse a compositores de enorme mérito pero todavía jóvenes y casi desconocidos como Anna Clyne. Los argumentos para responder positiva y negativamente a esta polémica son válidos. Por un lado, su inclusión en el programa es una oportunidad para aumentar las miras del público del auditorio y promocionar el talento joven contemporáneo, por el otro habrá quien diga que con representar a todos los compositores consagrados desde los primeros tiempos hasta, pongamos, Stravinsky, tenemos más que suficiente para programar decenas de temporadas. Bueno, es todo cuestión de gustos y opiniones, pero estoy seguro que ayer muchos salieron del auditorio preguntándose si tenía sentido interpretar a Anna Clyne.
 Ya comenté que un servidor tiene la manía/costumbre de "preparar" el concierto próximo buscando discos y archivos para escuchar las distintas versiones de lo que se interprete próximamente. Es una bobada, lo sé, pero me gusta sentir que voy más preparado al concierto, que he escuchado distintas versiones con varias orquestas y directores de la obra en cuestión, fijándome en las sutiles diferencias de tempo, mayor presencia de un solista u otro, conjunción de la orquesta que consigue un director determinado... Claro, esto es fácil cuando, por ejemplo, uno busca discos propios y archivos de internet de Mahler o Mendelssohn, autores del próximo concierto, pero no lo es con compositores contemporáneos como Anna Clyne (nacida en 1980). De hecho, no encontré nada en internet de la obra ayer interpretada, Weathered (Erosionado), si hay, sin embargo, mucho de Clyne en Youtube, alguna obra incluso que ya se representó en el Miguel Delibes. Así, fui (fuimos) in albis a escuchar la obra de Anna Clyne. Y no me gustó. Es una composición dura, difícil de escuchar, que logra, eso sí, que el clarinetista dé lo máximo de sí mismo hasta límites asombrosos. Según la musicóloga Cristina Roldán, es una música evocadora, un poema sinfónico de la actualidad, que muestra distintos elementos sufriendo las inclemencias meteorológicas (y humanas) y degradándose, erosionándose. Así, la obra se estructura en cinco movimientos, según los materiales que sufren esas erosiones, Metal (Metal), Heart (Corazón), Stone (Piedra), Wood (Madera) y Earth (Tierra). Como antes decía, la tarea del solista es espectacular, eso sí; en este caso es el clarinetista sueco Martin Fröst, un extraordinario virtuoso capaz de llevar a su instrumento a un nivel de comunicación de sentimientos verdaderamente extraordinario.
 Después del descanso, algo más amable, mucho más conocido y reconocible, más fácil de tener en casa o encontrar archivos en Youtube y así poder escuchar con anterioridad. Los musicólogos discuten si Sibelius es más un Romántico o un Modernista, pues su música se  encontraría con características de ambos movimientos, lo cierto es que su calidad le da suficiente nivel para tener su propia categoría. En todo caso, del Romanticismo se puede extraer la cantidad de poemas sinfónicos compuestos por Sibelius; su gusto por retratar lo local, lo autóctono (lo nacional); así como la narrativa musical, el uso de melodías emotivas y la expresión emocional intensa. Las Cuatro leyendas del Kalevala o Suite Lemminkäinen interpretan unas famosas leyendas finlandesas cuyo protagonista principal es un tal Väinämöinen, un líder épico semejante al Sigfrido wagneriano. El tal Váinämöinen es una mezcla de seductor, guerrero y héroe, un tanto inverosímil (como todas los personajes mitológicos) pero que a la vez encarna todas las virtudes que los seres humanos tenemos capacidad de desarrollar. La música que ilustra estos poemas es igualmente épica, claro, pero también dulce y melodiosa por momentos. Está estructurada en cuatro movimientos, no nombrados por su tempo sino por los hechos acontecidos(algo habitual en el Romanticismo también), son Lemminkäinen y las doncellas de la isla, El cisne de Tuonela, Lemminkäinen en Tuonela y El regreso de Leminkäinen. Pese a tanto nombre impronunciable para un hispanófono, la melodía principal es agradable, fácil de escuchar y amable, todo un contraste con la obra anterior de Anna Clyne.

miércoles, 21 de febrero de 2024

"The Institute", de Stephen King.

  No sé si será por el prejuicio que tengo contra los escritores de grandes éxitos, los best sellers, o porque ya he leído muchas novelas del escritor de Bangor, pero lo cierto es que cada vez me gusta menos. Reconozco, eso sí, la capacidad de crear suspense y mantenerlo hasta el final; la descripción minuciosa de lugares y personas, que hace más verosímiles las inverosímiles historias; y una voz reconocida y reconocible que quedará ya para la posteridad. Porque, justo es admitirlo, Stephen King es uno de los creadores de historias de terror y thriller más fecundos y talentosos del presente, digno heredero de Edgar Allan Poe o H.P. Lovecraft. Lo que ocurre es que tendemos a infravalorar lo presente y honrar lo desaparecido, una injusticia. Con todo, como decía antes, las novelas de King me van pareciendo demasiado parecidas entre sí, con muchos lugares comunes y previsibles. Desde luego, The Institute (por cierto, traducida de forma no muy apropiada al español por El instituto, cuando hubiera sido mejor La institución) no es la mejor novela de King, pero es que abusa mucho de esos lugares comunes. Uno de ello es la presencia de niños protagonistas, frecuentemente con un don o talento extraordinario que lo diferencia del resto pero también le hace sufrir; otro es el policía local, no "la" policía, en sentido genérico, sino "un" policía, frecuentemente con problemas sociales o de dependencia de sustancias tóxicas que, sin embargo, acaba convirtiéndose en un héroe al superar todos sus defectos; los lugares comunes referidos a la geografía de sus novelas también son evidentes, no creo que nadie haya hecho tanto por poner en el mapa al Estado de Maine, uno de los más pequeños y anodinos de los Estados Unidos.
 En fin, el argumento de The Institute es, más o menos, el siguiente: Un policía entrado en años, Tim Jamieson, deja su puesto de trabajo en Florida y se encamina hacia Nueva York, pero en su camino decide no seguir avanzando y buscar trabajo en la policía local de una pequeña localidad de Carolina del Sur. Allí se alejará de todo el ruido mundano y vivirá una vida más sencilla, o eso piensa... Por otro lado, un niño "superdotado", Luke, es secuestrado de su casa, siendo asesinados sus padres, y recluido en una institución lejos de su hogar. Allí se encontrará con otros chicos semejantes, todos entre cinco y doce años, la mayoría con capacidad de telepatía y telequinesis. Los chicos son entrenados para aumentar sus extraordinarias capacidades con unos tratamientos que los degrada física e intelectualmente; además, los miembros de la institución, tanto técnicos como cuidadores, los maltratan a extremos insoportables. Tras sufrir lo indecible, Luke consigue escapar, subiendo a un tren que lo llevará por casualidad a la pequeña población en la que reside el policía Jamieson. Éste le ayudará a esconderse de los empleados de la institución que lo persiguen con la simple intención de eliminarlo. Finalmente se desvelará que el objetivo último de la institución es usar a los niños como arma, aprovechando sus condiciones telepáticas para inducir instintos suicidas a personalidades concretas a gran distancia. Estos talentos serán los que salvarán a la mayoría de los chicos y matarán a todos sus captores.
 Lo dicho, es una novela de suspense bien pergeñada, que mantiene el suspense hasta el final; los personajes están bien delineados, son redondos y verosímiles; a pesar de ser un argumento de ciencia ficción, King dota a la novela de plausibilidad suficiente... Pero a mí ya no me llena...

domingo, 18 de febrero de 2024

Inciso musical: concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, dirigida por Vasily Petrenko. Obras de Falla, Chaikovski y Sibelius.

  Décimo concierto de abono de la temporada 23-24 de la OSCyL. Esta vez dirigida por Vasily Petrenko, con la  interpretación como solista invitado del jovencísimo pianista gijonés Martín García.
 Hoy no encuentro tan fácilmente el hilo conductor que enhebre a los compositores y las obras que hemos escuchado. No hay una ligazón nacional (como, por ejemplo, hubo en un concierto pasado con compositores húngaros), ni de tipo genérico o estructural (como hubo otro concierto de clara referencia a la sinfonía como composición típica)... Claro está que tanto Falla como Chaikovski y Sibelius pueden ser englobados en ese enorme totum revolutum que es el llamado "Romanticismo musical", que sí, que tiene características comunes tanto temporales (de 1810 a principios del siglo XX), como musicales (desarrollo máximo del poema sinfónico, uso del piano como instrumento solista favorito, gusto por las melodías enérgicas y contrastantes...), pero las diferencias entre el español, el ruso y el finlandés son, a mi entender, mayores que las semejanzas. En todo caso, mejor aún, así se disfruta de un concierto con posibilidad de gustar a un público más variado.
 Comienza el concierto, pues, por Manuel de Falla, uno de los grandes genios que elevó a la más alta categoría la música patria. Nunca mejor dicho esto de "música patria", ya que, como es bien sabido, el gaditano universal gustaba del llamado "nacionalismo musical" (algo habitual, por otro lado, en el Romanticismo) que incluía melodías populares propias del territorio nacional del compositor. No creo que haya nadie en este mundo (al menos, en este país no debería haber nadie) que no haya escuchado aunque sean los compases más conocidos de El amor brujo o de El sombrero de tres picos; sí, a pesar de ser música culta ya forma parte del acervo cultural popular de España. Tiene una calidad tan alta que no se sabe muy bien si esas obras reflejan el patrimonio cultural español o es al revés, que el patrimonio cultural español está marcado por esas composiciones antes citadas. Bien, "Fantasia Baetica" (no está mal escrito, ni faltan tildes, su nombre original está en latín) también retrata los colores propios de la "piel de toro", concretamente de su Andalucía natal. Es una obra para piano, los musicólogos consideran que fuertemente influenciada por la Suite Iberia de Albéniz; eso sí, sus melodías no son rotundas y apabullantes como las de Albéniz. El pasado viernes, escuchamos la adaptación orquestal que propuso Francisco Coll. La verdad es que su interpretación por una orquesta completa no desvirtúa la naturaleza de la obra, pero me sigue gustando más la versión exclusivamente pianística que creó Falla. Como en la Suite Iberia de Albéniz, la "Fantasia Baetica" tiene un tono claramente nostálgico y melancólico, quizás de anhelar las tierras andaluzas, algo que tenga su explicación pensando que el gaditano compuso la obra en 1919, cuando lleva años alejado de su tierra, primero en París y luego en Madrid.
 Como obra elegida para el solista invitado se escogió nada más y nada menos que el Concierto nº1 para piano y orquesta de Chaikovski. De nuevo, como antes decía, una obra que todos han escuchado, aunque no gusten ni escuchen música culta, el inicio del primer movimiento (Allegro non troppo e molto maestoso) es tan contundente que todos esbozan una sonrisa de "ah, eso, sí, ya lo había escuchado...". Pues eso, la genialidad del ruso compuso la obra contrastante por excelencia, con la fuerza arrolladora del viento metal, la delicadeza de las cuerdas y la precisa "vocalización" del piano. No hay movimiento mejor que otro, porque el segundo (Andantino semplice) contiene un diálogo lírico entre la flauta, el oboe y el sempiterno piano, que es de una belleza abrumadora. El solo de piano estuvo a cargo, ya dije, del joven gijonés Martín García García, un genio de veintitantos años que ya está a la altura de los grandes. Por cierto, no podría asegurarlo al cien por cien, pues mi localidad en el auditorio no está cercana al escenario, pero juraría que el pianista tarareaba la melodía a la vez que la interpretaba, algo en principio inaceptable, pero que uno de los mayores pianistas de todos los tiempos, Glenn Gould, hacía habitualmente (como se puede comprobar en casi todas las grabaciones suyas que están en el mercado); ya digo, no lo puedo asegurar, pero creo que García no sólo gesticulaba al interpretar, si no que también tarareaba.
 Y, después del descanso, el compositor finlandés más admirado de todos los tiempos. Hay países demográficamente pequeños que, sin embargo, gozan de haber tenido un genio de la música que pone en el mapa al país de forma indefinida. Es el caso de Finlandia y Jean Sibelius. Esto lo sabe cualquiera en cualquier punto del planeta, pero para los finlandeses está fuera de toda duda. Porque de nuevo el nacionalismo (en el sentido bueno de la palabra, de incorporar melodías populares del país a la música culta, claro) anidó en el corazón del compositor. Esto es especialmente notable en el poema sinfónico Finlandia, que ha sido considerado el himno oficioso del país nórdico. En el día del concierto, disfrutamos de la Sinfonía nº1, obra de la primera época del compositor, en la que utilizaba la mitología finlandesa recogida en el Kalevala, una recopilación de poemas, cuentos y leyendas populares. Como suele ser frecuente, estas leyendas están repletas de personajes fuertes y heroicos que acometen épicas hazañas, lo cual requiere de una música igualmente épica y vigorosa; con todo, Sibelius también incluye melodías dulces y melosas en la misma sinfonía.

domingo, 4 de febrero de 2024

"Macbeth", de William Shakespeare.

  Macbeth es otro de los dramas que inmortalizó a Shakespeare. Igual que Othello es el arquetipo de los celos y las envidias; Hamlet, del sentimiento de culpa y la venganza; el judío Shylock de El mercader de Venecia, de la codicia y el resentimiento; Macbeth es el arquetipo de la ambición desmedida que lleva a la traición, la locura y la muerte. La grandeza del Bardo de Avon lo lleva a crear personajes tan redondos, tan verosímiles, que superan sus características espaciotemporales (dejan de ser ingleses, escoceses, judíos o moros de época medieval) para convertirse en paradigmas de comportamientos inapropiados en los que los sentimientos se van haciendo con el control del individuo hasta llevarlo a la ruina y la destrucción.
 Los temas principales en Hamlet son, pues, la ambición desmedida y la traición, pero también los sentimientos de culpa y las visiones enloquecidas que acaba generando.
 Resumiéndolo mucho, el argumento por actos de la tragedia es el siguiente:
 Acto I: tres brujas se encuentran en un páramo con Macbeth y Banquo, ambos generales del rey escocés Duncan, que acaban de derrotar militarmente una invasión de tropas noruegas. Las brujas saludan a Macbeth como señor de Glamis, título que ya posee, pero le anuncian que será señor de Cawdor y, finalmente, rey. A Banquo le dicen que su descendencia será regente.
 Al llegar a presencia del rey Duncan, Macbeth es investido como señor de Cawdor (como le habían augurado las brujas), pues éste ha sido ejecutado al participar en la invasión noruega. Macbeth, lentamente, empieza a creerse la profecía de las brujas y que acabará siendo rey, aunque este honor debería recaer en los hijos del rey legítimo, Malcolm y Donalbain.
 Macbeth habla con Lady Macbeth sobre el encuentro con las brujas. Su mujer enferma agudamente de ambición, viéndose ya a sí misma como reina de Escocia, aunque sea asesinando al rey. Macbeth, ambicioso como es, considera desmesurada la actitud de su esposa; ella, por su parte, lo considera un pusilánime.
 Acto II: Macbeth hace partícipe a su amigo, el general Banquo, de su seguridad de la profecía brujeril y, por tanto, que está llamado a ser rey. Finalmente, Macbeth asesina al rey Duncan, auxiliado por Lady Macbeth que droga a sus guardianes. Lo hacen de manera que parezca que éstos han sido los asesinos. Por otro lado, presas del miedo, los hijos de Duncan, Malcolm y Donalbain, huyen de Escocia, aparentando así ser instigadores del crimen.
 Acto III: Macbeth ya ha sido investido rey. Se han cumplido sus elevados deseos, pero lejos de sentirse satisfecho, la inseguridad le corroe. Recuerda que en el encuentro con las brujas, éstas aseguraron que Banquo sería padre de reyes, mientras que él, Macbeth, no tiene descendencia. En su delirio, Macbeth cree que los hijos de Banquo acabarán asesinándole para alcanzar el trono. Para evitarlo envía asesinos a matar a Banquo y a su hijo Fleance.
 Lady Macbeth y su esposo, en un momento de cordura, dialogan sobre la inseguridad de la vida que se sustenta en la ambición y el poder, de la soledad que genera y los sentimientos de culpa que impiden disfrutar de lo conseguido.
 Los asesinos enviados por Macbeth matan a Banquo, pero fallan con Fleance. El sentimiento de culpa comienza a atenazar a Macbeth hasta el punto de hacerle ver visiones: en una reunión con nobles se le aparece el fantasma de Banquo, haciéndole desvariar en sus diálogos. Lady Macbeth trata de encubrir la locura de su marido atribuyéndola a la tensión de la regencia. La nobleza sometida a Macbeth, sin embargo, ya empieza a tratarlo como un tirano enloquecido.
 Acto IV: las brujas celebran otro aquelarre al que asiste Macbeth; allí le previenen contra el noble Macduff y sus supuestas ambiciones. Macbeth, enloquecido, decide matarlo; envía asesinos que no consiguen eliminarlo (pues huye a Inglaterra, donde se encuentra Malcolm, hijo de Duncan), pero sí a su mujer e hijos.
 Acto V: Lady Macbeth enloquece. Es sonámbula, y en sueños se limpia las manos de la sangre de Duncan y Banquo, a la vez que verbaliza el sentimiento de culpa que la corroe.
 Malcolm (hijo mayor del asesinado rey Duncan) es auxiliado por Seyward (noble inglés) para juntar un ejército que derrote a Macbeth. Se posicionan en el bosque de Birnam, donde sus soldados cortan ramas de árbol para camuflarse. Macbeth, abandonado y solo en su castillo, siente la derrota, mientras que los partidarios de Malcolm se ven victoriosos. Lady Macbeth muere sin recuperar la cordura. Desde su castillo, Macbeth cree ver que el bosque de Birnam al completo se mueve hacia él (son los soldados camuflados, claro), pero lo considera como si la propia naturaleza quisiera destruirlo. 
 Las tropas de Malcolm llegan al castillo tras descubrir que el tirano ha sido abandonado por sus súbditos. Macduff se encuentra con Macbeth y decide vengar a su mujer e hijos, matando y decapitando a Macbeth. Malcolm será el nuevo rey de Escocia.
 En fin, es una tragedia por la multitud de muertes violentas que se producen (el rey Duncan, Banquo, la mujer e hijos de Macduff, el propio Macbeth...), pero sobre todo por la autodestrucción de Macbeth, un triunfador premiado por su señor, que, movido por una ambición desmesurada, acaba arruinando su vida y la de los que lo rodean. Por ello esta historia es extrapolable a cualquier ser humano, pasado, presente o futuro, y de cualquier localización terrenal. La ambición está en el corazón de todos los hombres; en muchos como una pequeña semilla que apenas crece, en otros como un monstruoso árbol que todo lo destruye. Lo terrible es que aquéllos que ostenta poder suelen pertenecer al segundo grupo. Aquí está la genialidad y la atemporalidad de Shakespeare, como verdadera guía de comportamiento para los que tienen inteligencia y sensibilidad suficientes.

sábado, 3 de febrero de 2024

"The Overthinker's Alphabet", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com)

 Image taken from the site www.incidentalcomics.com

Inciso musical: concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, dirigida por Josep Pons. Obras de Édouard Lalo, Jesús Rueda y Johannes Brahms.

  Noveno concierto de abono de la temporada 23-24 de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, en esta ocasión dirigida por el catalán Josep Pons, con la violinista Leticia Moreno. Esta vez tocaba la sinfonía como nexo de unión de las obras. Bueno, relativamente... un servidor siempre que piensa en sinfonías como composición musical piensa irremediablemente en Joseph Haydn, el llamado "padre de la sinfonía", con sus espléndidas ciento seis sinfonías, ¡ciento seis! Algunas tan redondas como la 94, "la sorpresa", la 96, "el milagro", o la 101, "el reloj". Pensándolo fríamente, tener el talento musical suficiente para componer más de cien obras musicales de unos cuarenta, cuarenta y cinco minutos de la calidad de las sinfonías de Haydn es como para admirarlo con la boca abierta. ¡Qué pocas veces se piensa en la excelsa capacidad creativa de los grandes compositores! En fin, no estaba Haydn, no, pero en el concierto de ayer se escucharon  tres grandes obras que hicieron justicia a la sinfonía como estructura compositiva global que permite al autor expresarse de la forma más completa.
 Por cierto, como anécdota, el orden de las obras interpretadas no es el del programa de mano que escaneo arriba, no tendría sentido, tocaron primero a Rueda, después a Lalo y, después del descanso a Brahms; es lo lógico aunque sea por duración de las obras, ya que la de Lalo es de treinta y cinco minutos, la de Rueda de siete y la de Brahms de cuarenta y cinco. Si se hubiera hecho del modo impreso hubieran quedado muy descabaladas las dos mitades.
 El concierto, pues, se inició con Stairscape del compositor madrileño Jesús Rueda, presente ayer en la sala, por cierto. Es esta una obra terminada en 2019, pero de una atemporalidad evidente. El musicólogo Rafael Fernández de Larrinoa dice que "preserva casi intactos algunos rasgos de la tradición posromántica, como la plenitud orquestal y la semanticidad, e incorpora intereses y procedimientos situados en las órbitas del posespectralismo y el posminimalismo". Lo cierto es que es una composición muy interesante, su nombre ("escaleras" en español) hace referencia a un "truco" musical que consiste en un aumento de tono, algo frecuente en música elecrónica, pero inusual en música clásica.
 Luego pasamos a la obra más conocida de Édouard Lalo, la Sinfonía española. Es tan conocida que muchos que dirían no conocer al autor, seguro que reconocen algunas frases musicales que han escuchado con frecuencia. Se trata de una sinfonía romántica clásica, valga la expresión, como luego la de Brahms. Quiero decir que es típica del Romanticismo con su orquesta sobredimensionada (si se compara con la clásica o la barroca), con gran profusión de viento-metal y de percusión; además, los componentes locales (en este caso de origen español como las seguidillas y las habaneras) están presentes, dando un toque folclórico muy del gusto de la época. La solista Leticia Moreno levantó al público de sus asientos en un aplauso prolongado, especialmente con el bis de la Nana de Manuel de Falla, con la participación de la arpista de la OSCyL.
 Después del descanso, el plato principal, la Sinfonía nº 4 de Johannes Brams. Brahms fue un genio musical poco dispuesto a expresarse a partir de las sinfonías, según él mismo comentaba por el temor a "escuchar los pasos de un gigante (Beethoven) detrás de uno". Así, de Brahms todos hemos escuchados sus Danzas húngaras y su participación en el supuesto cisma en la música del Romanticismo alemán entre los renovadores Wagnerianos como Bruckner, y los más clasicistas y beethovenianos como Brahms. Precisamente, la Sinfonía nº4  está repleta de referencias a la música de Beethoven. Muchos musicólogos han considerado que esta sinfonía, en parte por ser una de sus últimas obras, es una suerte de ópera magna, con sus sorprendentes complejidades y su inspirada construcción que suponen la despedida de uno de los genios del momento.