jueves, 27 de octubre de 2022

"Germinal", de Émile Zola.

  Tengo la percepción de que de forma progresiva se va abandonando la lectura de las grandes obras literarias de todos los tiempos. En una sociedad en la que falta tiempo, sobra miedo, falta reflexión y criterio propio, sobra adoctrinamiento y actitud borreguil, leer a Zola es una estupidez. Se considera que son lecturas del pasado, propias de tiempos remotos que nada tiene que ver con la actualidad... y se equivocan de lado a lado. Leer a Zola hoy es aprender Historia reciente que ha modelado nuestra sociedad, nuestras vidas. Germinal es, en concreto, un detallado y preciosista cuadro de una sociedad industrial (sí, de un sitio concreto, el norte de Francia, y en un tiempo concreto, finales del XIX, pero extrapolable a cualquier lugar y época) cegada por la producción sin sentido de riqueza, enfangada en las diferencias sociales que tarde o temprano acabarán en revolución sangrienta; pero, además, Zola lo pinta dibujando con esmero caracteres y personalidades de protagonistas que son tan redondos y verosímiles como si fueran de carne y hueso. Leer a Zola hoy es, en definitiva, una lección de humanidad, de comprensión del otro para que pueda existir un reparto de la riqueza equitativo que dé longevidad y sostenibilidad (palabra muy en boga hoy en día) a una sociedad, abocada al fracaso en caso contrario.
 Por cierto, por aquello de que olvidamos tan pronto lo que tiene poco más de un siglo, el título de la novela es, obviamente, un juego de palabras: se refiere al mes revolucionario Germinal (coincidente más o menos con el inicio de la primavera, el 21 de marzo) y a la semilla que germina en la sociedad con una fuerza imparable. Es, por tanto, sinónimo de inicio, principio, época de cambio que no tiene vuelta atrás.
 Argumento general de Germinal: A una zona minera del norte de Francia, cerca de Lille, llega Étienne Lantier, maquinista desempleado en busca de trabajo. Allí lo encontrará como auxiliar, empujando vagonetas en una mina de carbón. Sus compañeros y luego caseros serán los Maheu, familia por completo empleada en el mismo pozo. La dureza del trabajo y su constante peligro se combinan con sueldos de miseria que impiden llevar vidas dignas. Generación tras generación queda atrapada por la mina, que impide a sus trabajadores formarse y progresar, obligándolos a ser mineros sí o sí, matando sus expectativas de mejora; como consecuencia terrible, los días libres que tienen los mineros los dedican a emborracharse y  frecuentar burdeles, embruteciéndose más aún si cabe. A esa realidad espantosa no escapan ni los animales, especialmente los caballos de tiro, que son introducidos en las minas en cuanto llegan a un tamaño adulto y que no saldrán nunca de allí, de la perpetua oscuridad, trabajando, durmiendo, comiendo y excrementando a cientos de metros de profundidad. Temo parecer sensiblero y desconsiderado con el sufrimiento humano, pero me ha sido francamente difícil aguantar la descripción de la vida de los dos caballos de tiro, Batalla y Tormenta, en estas terribles circunstancias.
 Frente a esa realidad terrible está la de los burgueses, tanto los ingenieros de las minas como los capitalistas que compraron acciones cuando éstas valían poco y que ven cómo los réditos llegan sin esfuerzo. Son vidas regaladas, materialistas y superficiales, indiferentes al sufrimiento ajeno.
 Tal situación social no puede sino acabar en violencia, al menos de brazos caídos. Se declara una huelga en toda la región que pone al límite tanto a unos como a otros. Étienne Lantier se acaba convirtiendo en el líder, auxiliado por la autoridad moral de Toussaint Maheu. Precisamente este último morirá en un enfrentamiento con la policía, dejando al resto de la familia en una posición aterradora. La huelga se prolonga, llevando a la miseria a las familias mineras, tanto que acaban por deponer su actitud y volver al trabajo. Aunque, aparentemente, haya una derrota de los mineros, se palpa en el ambiente que nada ha sido en vano, que llegará el día que los derechos de los trabajadores sean respetados, que la semilla plantada germinará.
 En fin, una novela dura como pocas, pero dura sobre todo por su verosimilitud, su historicidad comprobable. La prosa de Zola ha sido siempre tomada por prototipo del Naturalismo, como tal no se oculta nada, todo, bonito o feo es mostrado al lector. El Naturalismo literario, hijo del Realismo, se enfrenta al Romanticismo y su visión deformada de la realidad. Así, Zola es casi un notario social de su época, que levanta acta de la realidad que lo rodea, pero de una forma desapasionada. En Germinal, el autor no toma partido claro por ninguna de las dos clases sociales enfrentadas: si muestra a los mineros como trabajadores incansables y sacrificados, también los muestra como borrachos pendencieros y embrutecidos, incapaces de todo lo que no sea visitar la taberna y el burdel; a los burgueses, grandes beneficiarios del sacrificio vital de los mineros, también los adorna con virtudes evidentes como el amor paterno-filial. No hay, por tanto, buenos ni malos, hay una humanidad emponzoñada en relaciones viciadas desde el principio, pues carecen de la empatía necesaria para respetarse y ayudarse mutuamente. Esto es interesante, pues hay que recordar que Zola fue muy activo en su posicionamiento sociopolítico, especialmente con el famoso Caso Dreyfuss; en todo caso, no tenía problema alguno para dejar clara públicamente su opinión frente a temas clave de aquella Francia de fin de siglo XIX; sin embargo, en el ámbito literario es todo más sutil, menos explícito, lo cual permite al lector sacar sus propias conclusiones.
 En definitiva, una gran novela, una de las más redondas que he leído, un verdadero tratado sociopolítico que es, a la vez, ameno y entretenido, lejos del panfleto o de la sensiblería, una lección de vida.

lunes, 17 de octubre de 2022

"Las moscas", ("Soledades", 1907), Antonio Machado.

  La belleza sin mácula de la poesía de Machado, su remembranza de la vida pasada a través de algo tan irrelevante como las moscas. Sensibilidad en grado sumo.

Vosotras las familiares,
inevitables, golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.

¡Oh, viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!

¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!

Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela,

-que todo es volar-, sonoras
rebotando en los cristales
en los días otoñales...
Moscas de todas las horas,

de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada,

de siempre... Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado

sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.

Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.

                                                        Antonio Machado

"Brainstorm", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com).

 

Image taken from the site www.incidentalcomics.com

"El primo Henry", de Anthony Trollope.

  Una de las últimas novelas del gran autor victoriano, fuera de las llamadas Crónicas de Barsetshire (las más exitosas, todas ellas ambientadas en la pequeña ciudad ficticia de Barchester) y de las Novelas de Palliser (sátiras inmisericordes de la nobleza y gobernanza británicas); de hecho, es una de sus últimas novelas, muy breve para un autor victoriano y de menor complejidad que las otras.
 Sin embargo contiene las características de Trollope: extensísima descripción psicológica de los personajes, sutil sátira (a veces, no tan sutil) de las costumbres sociales de la época, ritmo lento y sosegado... Lo que ocurre es que en nuestra época gustan más las novelas ambientadas en Barchester, que son mucho más complejas o las de Palliser por el morbo de ver las corruptelas políticas propias de la época victoriana (y de toda época, lamentablemente). En todo caso, a pesar de las escasas doscientas cincuenta páginas del texto (un relato largo para esta gente) se puede disfrutar suficientemente de la inmersión intelectual en un mundo ya desaparecido en lo externo, pero no en los sentimientos.
 Porque precisamente de eso, de sentimientos, va la novela. El argumento en sí es secundario cuando se tiene la capacidad de crear personajes como lo hace Anthony Trollope. Aquí el argumento gira en torno a la herencia de una casa solariega con varias fincas agrícolas añadidas que el anciano caballero Indefer Jones, cercana ya su muerte, tiene que dejar en testamento a una u otra persona. El anciano no tiene hijos, tan sólo un par de sobrinos (primos entre sí) que son como la noche y el día. Ella, Isabel Brodrick, estuvo sus últimos años a su lado, es impetuosa, terca como una mula, falta de empatía, trabajadora y materialista; él, Henry Jones, trabaja como oficinista en Londres, es introvertido, dubitativo, apocado y espiritual. Esas son las dos opciones. Indefer Jones prefiere nombrar heredera única a Isabel, pero también quiere cumplir con la tradición de hacer heredero al primogénito varón, tradición que trataba de evitar que las posesiones se fueran dividiendo y se perdieran con gente que tenían otros apellidos (como es el caso, Brodrick en lugar de Jones). El caso es que el viejo, con la cabeza no muy clara ya, redacta varios testamentos, anulando cada uno el anterior, claro, el último conocido respetando la primogenitura varonil, pero haciendo otro posterior privado nombrando a Isabel heredera universal. Este último testamento es conocido por la propia Isabel y un par de arrendatarios, pero no por el notario ni funcionario alguno del registro. Así, al morir Indefer Jones, entra en vigor el último testamento registrado, el que hacía heredero universal a Henry (el famoso "primo Henry") que se apresta a dejar su oficina y apartamento londinenses para ser dueño y señor de la finca solariega. Tanto Isabel como los arrendatarios saben que existe un testamento posterior que no llegó a ser registrando anulando el que ha sido ejecutado, por lo cual desprecian profundamente a Henry que, sabiendo dónde está oculto el mismo, no lo hace público.
 Ese es el argumento principal, ya digo, pero la novela, verdaderamente, empieza a partir de aquí, con una descripción psicológica extraordinaria de todos los remordimientos, sensaciones y pensamientos de Henry, que se debate entre callarse la localización del testamento de marras y quedarse con todo, o ser honradez y entregar al notario el testamento que lo perjudica.
 Dicen en la contraportada los de Editorial Belvedere que El primo Henry "se trata de un estudio de caracteres". No puedo estar más de acuerdo, porque aunque la personalidad de Jones, con sus dudas, sus angustias, sus remordimientos es la principal parte de ese estudio de caracteres, tampoco se puede dejar de lado la descripción de Indefer Jones, "ultraconservador", tradicionalista, huraño y desconfiado; así como la de Isabel, una mula con apariencia humana, con una sola cosa en mente; o los leguleyos, con su moral inicua, capaces de despellejar a quien sea por un plato de lentejas...
 Además de ese estudio de caracteres, también se satirizan o, al menos, se ponen en solfa, las tradiciones inmemoriales como la de la primogenitura varonil, lo que ocurre es que Trollope lo hace de forma sutil, para que el lector tome conciencia de ello debido a los problemas que su aplicación generan en la sociedad.
 De nuevo, Anthony Trollope, un francotirador de élite que ametralla su hipócrita sociedad con una pluma por rifle y tinta por balas.

sábado, 15 de octubre de 2022

Inciso musical: concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, obras de Haydn, Say y Brahms.

   Concierto del 14 de octubre de 2022, Auditorio Miguel Delibes, Valladolid. Primer concierto dirigido por Thierry Fischer, director suizo de amplia trayectoria, director también de la Orquesta del Estado de Sao Paulo y de la Sinfónica de Utah. La obra de Fazil Say (Concierto para violonchelo y orquesta, "Never give up", op. 73) con el violonchelista Alban Gerhardt, también de amplísima carrera profesional y múltiples grabaciones. Y, por supuesto, la orquesta "poseedora de la cátedra" en el Miguel Delibes, la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, compuesta por talentosos músicos venidos de todo el mundo, ya con una trayectoria de más de treinta años.
 Concierto clásico (en el sentido de esperable, frecuentemente representado) y rompedor, valga el contrasentido. Me explico: es esperable un concierto sinfónico con obras de Haydn y de Brahms; quizá la Sinfonía nº 95 "El milagro" (aunque sea más habitual representar la Sinfonía nº 101 "El reloj" o la 94 "La sorpresa") del compositor austriaco; del alemán es precisamente la Sinfonía nº 1 la más tocada a lo largo y ancho del mundo. La obra de Fazyl Say, sin embargo, y no sólo por contemporánea, es mucho más infrecuentemente representada, quizá por su dureza, ahora lo veremos; de aquí lo de "rompedor" que antes decía, por el contraste tremendo entre los compositores centroeuropeos y el turco.  
 El programa es toda una declaración de intenciones por parte del nuevo director de la OSCYL, de Thierry Fischer. Obviamente hay intencionalidad en la condición contrastante del concierto: dos obras amables, conciliadoras y reconfortantes, conocidas por todos, que nos llenan de paz y buenas vibraciones... con el bocadillo intermedio de una obra contemporánea brusca, impactante, que trata de que el espectador se sienta incómodo en su butaca (en el buen sentido de la expresión, claro, para hacerle sentir y pensar). El orden del programa tampoco es baladí. Puedo asegurar que si un servidor hubiera salido a la calle después de haber escuchado la obra de Say, sin ningún otra obra a continuación, habría salido con un estado anímico cercano al desequilibrio, a la excitación indignada... luego explicaré la razón.
 Pero, primero, Haydn. El "Padre de la sinfonía" nos regala cuatro movimientos con la elegancia y la sublime belleza que sólo la música del Periodo Clásico nos puede dar. Poco más de veinte minutos para reconciliarse con la vida, su hermosura y carencia de maldad. Por cierto, parece que el sobrenombre de "El milagro" se debe a que cuando fuera representada en Londres a finales del siglo XVIII cayó una gigantesca lámpara de araña sobre el patio de butacas, siendo un verdadero "milagro" que no resultara nadie herido.
 Y así, como quien no quiere la cosa, llegamos a Fazyl Say, compositor y pianista turco que tiene la misma edad que quien esto escribe y que ha deslumbrado a crítica y espectadores por su talento y su personalidad musical. De su obra aquí escuchada, el Concierto para violonchelo y orquesta "Never give up", op. 73, no se puede decir nada más, al menos para empezar, que mantiene al oyente en una montaña rusa anímica, en una tensión, buscada, por supuesto, que te despierta del "buenismo" (perdón por el palabro) de Haydn. Hay que explicar que el compositor turco creó este concierto para violonchelo y orquesta tras los terribles atentados terroristas de París de noviembre de 2015. Tanto recuerda la obra a aquella barbarie que incluso llega a reproducir el sonido de las ametralladoras a golpe de timbal ¡verdaderamente angustiante! Afortunadamente, el tercer movimiento de este concierto, titulado precisamente Song of Hope, "Canción de esperanza", es más amable, más esperanzador, esperando que todos hayamos sacado una lección del inaceptable uso de la violencia con la finalidad de que no se vuelva a repetir. La elección del violonchelo es, claro, la apropiada por la capacidad que tiene ese instrumento de mostrar sentimientos desgarrados.
 Y así se llega al descanso del concierto, con una sensación de desasosiego unida a la admiración por la capacidad que tiene Fazyl Say para transmitir sentimientos de desesperación y brutalidad, ya digo con los "ametrallamientos" de los timbales se saldría a la calle en un estado de ansiedad y nerviosismo que podrían ser peligrosos... Pero que nadie se alarme... llega la paz...llega Brahms.
 Y nada menos que la Sinfonía nº 1, una de sus obras más representadas, como es lógico. Es lógico que se represente a menudo en todo el planeta porque lo tiene todo: tiene momentos dramáticos y oscuros (sobre todo en el primer movimiento); escenas más relajadas y suaves (en el segundo movimiento), con tonos juguetones (de scherzo, "broma" en italiano) en el tercer movimiento; para acabar con un cuarto movimiento con melodías inmortales, que todo melómano ha escuchado cientos de veces y que nos sacan una sonrisa de satisfacción al escucharlas. Dicen los musicólogos que Brahms trató de homenajear a Beethoven en esta sinfonía, hasta el punto de utilizar algunos acordes de la Sinfonía nº. 9 del genial sordo; parece ser, incluso, que algunos críticos musicales tacharon a Brahms de plagiador, algo estúpidamente injusto habida cuenta su talento compositor.
 En fin, un concierto contrastante, como decía antes, un "bocadillo musical" de una calidad sublime, para poder sentir la música en todas sus dimensiones: acariciante, enervante, tranquilizadora, energizante...

miércoles, 12 de octubre de 2022

"La visita del médico de cámara", de Per Olov Enquist.

  Leyendo la sinopsis de la contraportada de Ediciones Destino (Grupo Planeta)  parece que La visita del médico de cámara fuese una novela histórica, pues narra de forma verosímil hechos históricos acontecidos en la Dinamarca de segunda mitad del siglo XVIII. Pero conociendo a Enquist me extrañaba enormemente que fuera no ya novela histórica, sino siquiera  una biografía afrontada libremente. No me equivocaba. Per Olov Enquist narra hechos históricos, sí, pero dándole un enfoque tan personal, tan moderno e individual, que la novela se escapa a esos dos subgéneros tan abundantes hoy en día. En otras novelas de Enquist, los personajes son marginales, tipos salidos de manicomios, relaciones incestuosas, asesinatos dentro de una familia... eso sí, narrado con una indiferencia asombrosa, que nadie busque morbo en sus novelas, todo es tan natural que no da la impresión de haber juzgado en ningún momento la moralidad de esos protagonistas o de sus acciones. Bien, esta novela relata la vida de un rey, de su reina y de un valido, aparentemente en absoluto marginales, pero sus vidas fueron tan atribuladas, cortas y desquiciadas que no se alejan un ápice de sus otras novelas.
 Argumento de La visita del médico de cámara: el joven rey danés Cristián VII es una verdadera ruina humana, enfermo mental (¿esquizofrenia?), comportamiento obsesivo (masturbación compulsiva), conducta infantilizada en todo momento (sólo quiere jugar con su paje negro y su perrito)... pero, aun así, es rey. La Corte le busca una consorte, y eligen a Carolina Matilde de Inglaterra, hermana del rey de aquel país, una niña de quince años que nunca saliera con anterioridad de su palacio real. A pesar de tan desafortunado enlace, el matrimonio genera un heredero, pero pronto todo se tuerce y el rey, que recibió maltrato físico y psicológico durante toda su infancia, se convierte en un ser incapaz de regir no ya un país sino su propia vida. Así que la Corte danesa (eufemístico nombre para un puñado de nobles con garras afiladas como puñales) elige a un médico alemán de Altona para que ejerza como regente a la sombra del rey. Esta jugada les sale mal, puesto que el médico, Struensee, tiene ideas propias y pretende implementarlas en el pequeño país nórdico. Estas ideas no son otras que las de la Ilustración: comenzando por la libertad de expresión, continuando por la separación entre Iglesia y Estado, y acabando con la liberación de los siervos rurales. Pero, además, el médico alemán acabará por establecer una firme relación amorosa con la reina, con la que tendrá una hija. Ante estos cambios que, aunque sea como rumores, se filtran al conjunto de la población, esa Corte danesa reacciona, toma el control y acaba por detener, juzgar y decapitar a Struensee, expulsar del país a la reina, y someter al intanfilizado rey a los deseos de sus componentes.
 Así leído parece, efectivamente, otra historia más de intrigas y luchas de poder que tan frecuentes han sido y son en todas las cortes europeas, pero, como antes decía, Enquist lo narra desde un punto de vista humano, fijándose en que el incapaz del rey llevará una vida de reclusión y maltrato, que el ilustrado médico alemán será decapitado a sus treinta y cuatro años, o que la reina Carolina Matilde morirá de unas fiebres (con, tal vez, envenenamiento, esto nunca quedó claro) a la temprana edad de veintitrés años. Nadie los podría considerar, pues, como "gente de éxito", por mucho que formaran la cúspide social y política de un país. Así, Enquist no narra la vida de un rey sino la de un joven incapaz, maltratado, humillado, onanista compulsivo; Enquist no refiere la existencia de un poderoso valido, sino la de un hombre ilustrado que no pudo imponer las mejoras que décadas después se impondrían en toda Europa (al menos, nominalmente), y que acabó ejecutado brutalmente ante una multitud sedienta de sangre; Enquist no relata la realidad de una joven reina, sino la de una niña que, sacada de los algodones en los que fue criada, es enfrentada a la brutalidad de la vida y que acaba muriendo con poco más de dos decenios de existencia... Pero todo esto lo hace como si fueran tres amigos de barrio, como los personajes habituales de sus novelas.

jueves, 6 de octubre de 2022

"Almas muertas", de Nikolai Gógol.

  Almas muertas no tiene la profundidad psicológica ni social de Ana Karénina o Guerra y Paz del inmortal Tólstoi, tampoco de Crimen y Castigo, Los hermanos Karamázov o El idiota de Fiódor Dostoyevski, pero ocurre que la novela de Gógol fue escrita casi veinte años antes (en 1842) que las otras que he citado; por ello se considera que Almas muertas fue la primera novela rusa moderna, una obra, por tanto, que inaugura una de las épocas más brillantes no sólo de la literatura rusa sino de la literatura universal. Desgraciadamente, el pobre Gógol, muerto a los cuarenta y dos años con gran deterioro físico y mental, destruyó una buena porción de la segunda parte por considerarla indigna de su producción. En todo caso y aunque no tenga la calidad de Tólstoi o Dostoyevski, la prosa de Gógol ya presenta esas frases largas, inacabables, bien preñadas de adjetivación, pero nunca impostadas o artificiosas. A diferencia de otros autores rusos, Gógol hace (al menos en Almas muertas, porque en Tarás Bulba no lo vi por ninguna parte) gala de un humor irónico más propio de autores ingleses como Dickens que de la supuesta seriedad rusa, algo que aligera la narración sin quitarle un ápice de calidad. Si Tarás Bulba es un relato heroico en el que se glosan las virtudes un tanto atrabiliarias de los cosacos, en Almas muertas se hace una crítica inmisericorde al carácter ruso, especialmente a los terratenientes haraganes y despreocupados que abandonan su heredad y viven sólo para la satisfacción de los más bajos instintos; en este sentido me ha recordado sobremanera al Oblómov de Goncharov, aquel terrateniente que se hubiera dejado morir tumbado en el diván por no hacer un solo gesto que le pudiera cansar. Al parecer, en la Rusia rural de principios del XIX debían abundar este tipo de sujetos, que, en buena medida, tenían enfangado uno de los grandes activos de la economía rusa: el mundo agropecuario.
 Argumento de Almas muertas: vida de un tal Chíchikov, corrupto funcionario que compra siervos (almas) sabiendo que a partir de un cierto número de siervos, el Imperio ruso entrega tierras de forma gratuita. La trampa del tal Chíchikov es que compra siervos que ya han fallecido pero que todavía no han sido retirados de los registros oficiales, así, al vendedor de esos siervos se les quita las obligaciones e impuestos que tienen por "algo" que ya no tiene utilidad; por supuesto, Chíchikov trata de comprar esas "almas muertas" al precio más bajo posible, gratis si puede, con todo tipo de argucias y engaños. He entrecomillado la palabra "algo" porque hasta 1861 no se decretará en Rusia la emancipación de los siervos rurales, por lo que hasta entonces los siervos son tomados como posesiones materiales que se pueden enajenar legalmente; está terrible situación que pone el vello de punta no era exclusiva del Imperio ruso, recordemos que en España se abolió la esclavitud en 1837, esto sólo tuvo efecto en la Península, ya que en las colonias americanas (que por aquel entonces ya habían mermado mucho, dicho sea de paso) como Cuba o Puerto Rico se continuó mercadeando con seres humanos durante todo el siglo XIX. En fin, uno de los más tristes episodios de la humanidad...
 Con todo, como antes decía, lo que se pone en sorna en Almas muertas no es la esclavitud, que apenas se toca, sino ese supuesto carácter apocado y vago de los terratenientes rusos. De ese carácter es del que se aprovecha el tal Chíchikov, encontrando personajes deformes, grotescos, algunos coléricos y otros pastueños, unos suspicaces y otros confiados... Cada capítulo es una nueva aventura del protagonista que se las ingenia para, en función del carácter de su víctima, urdir una estratagema que le consiga esas "almas muertas" al menor precio posible. Así, en cada capítulo, Gógol describe esos personajes de una forma maestra, pergeñando caracteres verosímiles a pesar de su rareza.
 Lamentablemente, la segunda parte de la novela es un desastre por los capítulos que el propio autor condenó a la pira y que no permiten comprender plenamente porqué Chíchikov es llevado a juicio ante el gobernador en San Petersburgo y cómo consigue librarse de la cárcel o de la deportación a Siberia. Se intuye que sigue comprando siervos fallecidos para conseguir esa ansiada tierra gratis que ha de proporcionarle el imperio en la ucraniana región de Jersón, pero, faltando tantos capítulos, todo queda emborronado y oculto. Una lástima, porque la falta de ese remate final desmerece mucho la novela, dejando al lector en una suerte de obnubilación un tanto frustrante. A pesar de ello, se puede disfrutar de esa capacidad de descripción de la psique de los personajes, tan minuciosa, tan detallada que llega uno a sentirlos a su lado.

miércoles, 5 de octubre de 2022

Diez años de blog.

  Espero no caer en el autobombo, pero no podía dejar de celebrar que este humilde blog, que prácticamente nadie lee, cumple un decenio. Sí, concretamente con una entrada sobre uno de mis escritores favoritos, Primo Levi, empecé este blog hace hoy justo diez años. Sé que no es gran cosa, pero en la época que nos ha tocado vivir, en la que nadie escribe nada (ya, al correo postal, sólo llegan recibos y publicidad), mantener este blog, con sus (de momento) mil ciento noventa y tres entradas es una suerte de desafío al aborregamiento generalizado y a la dejación en escritura y en lectura que, aunque muchos no lo entiendan, tiene a la sociedad embotada e idiotizada. No sé si cumpliré un año más escribiendo, ya sea en este blog o en una simple cuartilla, pero, desde luego, intentaré no caer en esa suerte de marasmo intelectual al que parece haber sucumbido la mayor parte de la sociedad.