Leyendo la sinopsis de la contraportada de Ediciones Destino (Grupo Planeta) parece que La visita del médico de cámara fuese una novela histórica, pues narra de forma verosímil hechos históricos acontecidos en la Dinamarca de segunda mitad del siglo XVIII. Pero conociendo a Enquist me extrañaba enormemente que fuera no ya novela histórica, sino siquiera una biografía afrontada libremente. No me equivocaba. Per Olov Enquist narra hechos históricos, sí, pero dándole un enfoque tan personal, tan moderno e individual, que la novela se escapa a esos dos subgéneros tan abundantes hoy en día. En otras novelas de Enquist, los personajes son marginales, tipos salidos de manicomios, relaciones incestuosas, asesinatos dentro de una familia... eso sí, narrado con una indiferencia asombrosa, que nadie busque morbo en sus novelas, todo es tan natural que no da la impresión de haber juzgado en ningún momento la moralidad de esos protagonistas o de sus acciones. Bien, esta novela relata la vida de un rey, de su reina y de un valido, aparentemente en absoluto marginales, pero sus vidas fueron tan atribuladas, cortas y desquiciadas que no se alejan un ápice de sus otras novelas.
Argumento de La visita del médico de cámara: el joven rey danés Cristián VII es una verdadera ruina humana, enfermo mental (¿esquizofrenia?), comportamiento obsesivo (masturbación compulsiva), conducta infantilizada en todo momento (sólo quiere jugar con su paje negro y su perrito)... pero, aun así, es rey. La Corte le busca una consorte, y eligen a Carolina Matilde de Inglaterra, hermana del rey de aquel país, una niña de quince años que nunca saliera con anterioridad de su palacio real. A pesar de tan desafortunado enlace, el matrimonio genera un heredero, pero pronto todo se tuerce y el rey, que recibió maltrato físico y psicológico durante toda su infancia, se convierte en un ser incapaz de regir no ya un país sino su propia vida. Así que la Corte danesa (eufemístico nombre para un puñado de nobles con garras afiladas como puñales) elige a un médico alemán de Altona para que ejerza como regente a la sombra del rey. Esta jugada les sale mal, puesto que el médico, Struensee, tiene ideas propias y pretende implementarlas en el pequeño país nórdico. Estas ideas no son otras que las de la Ilustración: comenzando por la libertad de expresión, continuando por la separación entre Iglesia y Estado, y acabando con la liberación de los siervos rurales. Pero, además, el médico alemán acabará por establecer una firme relación amorosa con la reina, con la que tendrá una hija. Ante estos cambios que, aunque sea como rumores, se filtran al conjunto de la población, esa Corte danesa reacciona, toma el control y acaba por detener, juzgar y decapitar a Struensee, expulsar del país a la reina, y someter al intanfilizado rey a los deseos de sus componentes.
Así leído parece, efectivamente, otra historia más de intrigas y luchas de poder que tan frecuentes han sido y son en todas las cortes europeas, pero, como antes decía, Enquist lo narra desde un punto de vista humano, fijándose en que el incapaz del rey llevará una vida de reclusión y maltrato, que el ilustrado médico alemán será decapitado a sus treinta y cuatro años, o que la reina Carolina Matilde morirá de unas fiebres (con, tal vez, envenenamiento, esto nunca quedó claro) a la temprana edad de veintitrés años. Nadie los podría considerar, pues, como "gente de éxito", por mucho que formaran la cúspide social y política de un país. Así, Enquist no narra la vida de un rey sino la de un joven incapaz, maltratado, humillado, onanista compulsivo; Enquist no refiere la existencia de un poderoso valido, sino la de un hombre ilustrado que no pudo imponer las mejoras que décadas después se impondrían en toda Europa (al menos, nominalmente), y que acabó ejecutado brutalmente ante una multitud sedienta de sangre; Enquist no relata la realidad de una joven reina, sino la de una niña que, sacada de los algodones en los que fue criada, es enfrentada a la brutalidad de la vida y que acaba muriendo con poco más de dos decenios de existencia... Pero todo esto lo hace como si fueran tres amigos de barrio, como los personajes habituales de sus novelas.
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