miércoles, 18 de julio de 2018

"Las ocho montañas", de Paolo Cognetti.

 Sigo incumpliendo mis propias normas: si antes escribí que apenas leo nada de los grandes editoriales, vayan los dos últimos libros para desmentirlo: el anterior del Grupo Planeta (concretamente, Seix Barral) y éste de Penguin Random House; además suelo escribir que no leo nada contemporáneo y, grosso modo, es verdad, pero ahora leo la premiada novela de un tipo más joven que yo. Las ocho montañas es una de las primeras novelas (al menos publicadas) de Paolo Cognetti, un milanés de apenas cuarenta años; fue premiada con el Premio Strega de 2017 (el máximo premio comercial en el país trasalpino) y el Premio Médicis Extranjero de Francia, vamos que el tal Cognetti ha recibido un doble espaldarazo por la industria editorial en dos de los mayores países europeos.
  Según la recensión de Random House, es una novela "que explora lo robusto y lo granítico de las relaciones entre amigos, padres e hijos". Está bien resumido, no narra nada extraordinario ni peculiar, "tan solo" la amistad entre un chico de ciudad y su homólogo en la montaña, así como la relación de ambos con el padre del primero. Desde un punto de vista formal está muy bien escrito, a modo de diario, pero con una perfección técnica no fácilmente encontrable en estos días de prosa periodística, apresurada y facilona. Las ocho montañas mantiene una calidad prosística francamente alta. En el plano temático, la novela me recuerda extraordinariamente a aquéllas de Delibes ambientadas en el mundo rural castellano y con chicos adolescentes como protagonistas, especialmente a El camino. En todo caso, esta novela tiene un punto entrañable que la hace apetecible para cualquiera que tenga la típica relación amor-odio con la propia adolescencia y juventud.
  En realidad, he de decir que la referencia que tenía yo de esta novela era otra. Leí no sé dónde que era un ejercicio de búsqueda deliberada de la soledad en el paisaje sin igual de los Alpes y la reflexión profunda sobre la existencia humana en ese voluntario retiro, algo así como un moderno Walden de un renacido Thoreau, de hecho, el nombre del americano salía en aquella reseña. De momento (llevo leída una tercera parte de la novela) nada de nada, sin embargo, la narración cuasi "delibesiana" me está gustando bastante.