miércoles, 6 de mayo de 2020

"Vivo sin vivir en mí", de Teresa de Jesús.

 Con los místicos españoles, y concretamente con Teresa de Jesús, siempre queda la duda de su calidad literaria. Esto pasa porque, en realidad, son mucho más interesantes desde un punto de vista espiritual que literario, y si bajamos al ámbito de la mera crítica literaria, algunos poemas pueden parecer demasiado sencillos. El que copio en este blog, probablemente el más conocido de la santa castellana, se nos antoja demasiado popular en todos los sentidos: un villancico, la métrica popular por excelencia; la rima consonante muy evidente, algunos dirán que incluso facilona; o el uso de coloquialismos, pueden llevar a algún canalla a calificar de "colección de ripios" a este villancico. Tal vez no sea el poema más excelso ni brillante en el sentido literario, pero en el espiritual es muy efectivo. A mí, al menos, me resulta especialmente atractivo en el momento social en el que estamos, con una pandemia segando miles de vidas en cuestión de semanas. Quizá la santa pueda dar una lección de humildad y de aceptación de la propia muerte que sea interesante siempre tener en la mesilla de noche imaginaria de nuestra cabeza para poder vivir el presente de forma gozosa, sin apresuramientos, pero asumiendo que hoy puede ser el último día... Esto, claro está, debería darse por entendido en todos los que se consideren creyentes en un Más Allá y, por tanto, consideren el "más acá" como un mero trámite... Bueno, dejo ya de escribir tonterías y transcribo el villancico de Teresa de Jesús...

Vivo sin vivir en mí
y tan alta vida espero
que muero porque no muero.


Vivo ya fuera de mí
después que muero de amor,
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí;
cuando el corazón le di
puso en mí este letrero:

que muero porque no muero.

Esta divina unión,
y el amor con que yo vivo,
hace a mi Dios mi cautivo
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a mi Dios prisionero,
que muero porque no muero.


¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel y estos hierros
en que está el alma metida!
Sólo esperar la salida
me causa un dolor tan fiero,
que muero porque no muero.


Acaba ya de dejarme,
vida, no me seas molesta;
porque muriendo, ¿qué resta,
sino vivir y gozarme?
No dejes de consolarme,
muerte, que ansí te requiero;
que muero porque no muero.