lunes, 27 de abril de 2015

Ahora leyendo: "El espejo ciego", por Joseph Roth.

 Otro relato de Roth. Como los anteriores, la calidad prosística es notable; como los anteriores, la trama es desconcertante. Según la contraportada de los señores de Acantilado, se trata de un relato irónico en el que el autor "parodia el sentimentalismo del feuilleton vienés", sin embargo o la ironía es muy sutil o yo no acabo de cogerla.
  No alcanzo a reconocer la ironía porque en el supuesto sentimentalismo de Fini, la protagonista, no se observa burla o deformación evidente de su comportamiento, antes al contrario, se siente compasión por la joven que se ve arrastrada por sus instintos más primarios como un animal que sigue los dictados de sus hormonas. Es, en mi opinión, un relato extraño, se reconoce a Roth en su técnica y en la ambientación del relato, pero no exactamente en cómo presenta a los personajes. Estos son claros perdedores (como todos los de Roth), perdedores de su propia vida, arrastrados por fuerzas superiores a ellos: la guerra, la desgracia, las hormonas... y, por supuesto, Viena como capital mundial, algo siempre presente en su obra.
  Se me antoja Joseph Roth como un pequeño ciudadano perdido en París, lleno de traumas y de talento a partes iguales, consumiendo su vida entre litros de alcohol y recuerdos de su Viena querida; creando entre borrachera y borrachera breves relatos que son verdadero caviar beluga... para quien sepa degustarlos, claro.

"Las extraordinarias aventuras de Adèle Blanc-Sec", por Jacques Tardi.

 Ese gran genio del cómic francés que es Jacques Tardi con uno de los personajes más redondos de todo el cómic: la escritora y detective parisina Adèle Blanc-Sec. Este es el segundo tomo.
  Para todos aquellos cenutrios que sigan pensando que los cómics son historias sencillas para chicos y que incluso pueden ser contraproducentes a la hora de estimular a estos a la lectura, Tardi nos regala un puñado de tramas complejas y enrevesadas, personajes bien definidos e interesantes y, por supuesto, unas ilustraciones con una calidad difícilmente igualable, pero ya se sabe: "no hay mayor ceguera que la de aquel que no quiere ver". Gracias a los cómics se puede atraer a la literatura a chicos y adultos que, bien por su carácter bien por la vida enloquecida que nos hacen llevar, no acaban de conectar con ella. Por otra parte, las historias de Jacques Tardi son casi siempre para adultos; estas de Adèle Blanc-Sec son, probablemente las más juveniles, pues las adaptaciones de la obra de Léo Malet (novela negra) no tienen nada de infantil, no digamos ya las novelas gráficas sobre la Primera Guerra Mundial con inmortales obras antibelicistas como ¡Puta guerra!, La guerra de las trincheras o Yo, René Tardi que son totalmente inadecuadas para jóvenes. Tanta es la importancia del cómic en nuestra cultura, que no es fácil encontrar alegatos pacifistas tan bien urdidos como los tres últimos cómics que he citado, prueba clara de que la férrea censura que el mundo editorial impone en la "literatura tradicional" no es tan marcada para las novelas gráficas.
  Tardi es uno de los pocos escritores de cómic que son tan buenos dibujando como escribiendo, lo cual refuerza la enorme valía de este francés universal. Por cierto, Jacques Tardi, intelectual significado en la lucha contra la brutal sociedad humana y su estúpida jerarquización recibió la Legión de Honor (una de las máximas distinciones del país vecino), distinción que, por supuesto, rechazó, alegando incompatibilidad moral con su ejemplar trayectoria profesional.