miércoles, 29 de abril de 2015

Ahora leyendo: "El alcalde de Casterbridge", por Thomas Hardy.

 Según parece, el título completo de la novela es Vida y muerte del alcalde de Casterbridge. Historia de un hombre de carácter, según la forma de editar libros que se tenía en la Inglaterra victoriana. Sí, Hardy es otro de los grandes de ese fructífero período en aquel añorado país; época de grandes avances socioeconómicos y tecnológicos, pero también de penurias y desigualdades. De este autor lo más conocido es Tess, la de los d'Uberville, de la que hace no tanto hice una breve reseña en este blog, y esa obra y esta participan de las típicas características de la mal llamada "literatura victoriana": interés por temas domésticos y familiares, aproximación realista al tema y conciencia de la realidad social en los temas; prosa ricamente adjetivada, lentitud narrativa en el estilo... Típico "escritor victoriano" por tanto.
  Y como otros escritores de su período, Hardy tuvo que publicar por entregas en los suplementos culturales de distintas publicaciones, algo que, hoy en día, nos parece lamentable, pero que grandes como Dickens tuvieron que aceptar. Lo malo de cómo se publicó esa novela es que, sin duda, afectó a su calidad, es como esas series de televisión que tienen éxito de público y que, de forma artificial, se alargan deformando el guión original. Así, por ejemplo, ocurrió con Oliver Twist, una de las mejores novelas de Dickens que tiene, sin duda, un montón de morralla a mitad de novela, ¿por qué? Porque el bueno de sir Charles cobraba cada vez que un capítulo de su novela era publicado, no al publicar su obra completa. Afortunadamente, muchos de aquellos que tuvieron que plegarse a aquella dictadura editorial tenían un talento narrativo fuera de lo común, con lo cual esa supuesta morralla es más que aceptable.
  Además, claro está, con ese tipo de publicación "por fascículos" era necesario que el escritor captara la atención del lector dejando en suspense la acción, eso es clarísimamente perceptible en muchas obras de Dickens y en esta de Hardy, en las que, sospechosamente, la acción toma un giro interesante justo al acabar el capítulo.
 La terrible pregunta que se me ocurre es: ¿qué sería de los escritores de éxito de hoy en día si tuvieran que someterse a esta pequeña tiranía? ¿Cómo serían sus novelas? La respuesta que aparece en lontananza es tan devastadora que mejor no responder. Tal vez esa sea la razón por la que no leo literatura contemporánea...