martes, 18 de junio de 2013

Ahora leyendo (en narrativa): "Demian" de Hermann Hesse.

  Volver a leer a Hesse es como volver a una antigua casa familiar en la que todo es conocido, querido, todo forma parte de uno mismo. El lobo estepario es, sin duda alguna, la novela que más veces he releído; con su personaje, Harry Haller, me he sentido identificado desde mi adolescencia... Ahora continúo esa vieja tradición con Demian.
   En Demian el autor narra en primera persona sus experiencias vitales desde el punto de vista analítico y reflexivo característico de Hesse. Ese carácter permite que hechos triviales sean verdaderas puntas de lanza en la meditación sobre la importancia del ser humano, de su trascendencia; Hermann Hesse vivió una vida intensísima aunque ni efectuó grandes viajes, ni acometió difíciles empresas, ni fue hombre de numerosas y complejas relaciones humanas, no, Hesse vivió como un verdadero intelectual, alguien que pasó por el tamiz de la razón todo aquello que sus sentidos le traían. Resultado de todo ello: incomprensión y marginación por parte de sus coetáneos.
  Hesse, en mi opinión, es uno de los más brillantes "hombres no hormiga" de nuestra sociedad, es decir alguien que  rompió las normas de la misma y se elevó como un espíritu puro; frente a él, una inmensa legión (la práctica totalidad de la humanidad) de "hombres hormiga" que en su insignificancia repiten insulsas vidas de padres y abuelos sin llegar a poner en tela de juicio su existencia.