miércoles, 7 de agosto de 2013

Ahora leyendo: "Aire de Dylan", de Enrique Vila-Matas

  Enrique Vila-Matas o como gastar una vida completa (¿malgastar?) en dar demasiadas vueltas a todo lo que pensamos. Lo más terrible de este escritor, por cierto quizás el más dotado y talentoso de los escritores en español que aún se arrastran por el planeta, es lo mucho que nos parecemos a él (no en el talento, que más quisiéramos, sino en esa actitud malsana de pensar más que vivir).
   Para muchos leer a Vila-Matas es una suerte de rito iniciático que nos adentra en una secta exclusiva y minoritaria, la de aquellos que no compran best sellers sino novelas que todos consideran demasiado densas, demasiado intelectualizadas y con escaso argumento que no sea el de la descripción psicológica de los protagonistas. Ya lo dije antes, la capacidad de escritura de este hombre supera, en mi opinión, a todos los demás, pero la sensación que queda tras leer sus novelas es la de asistir a un maremágnum intelectual que le debe atribular más que enriquecer, algo semejante a lo que pasa con Perec o con Bolaño, además, por supuesto, de su admiradísimo Joyce.
   Aire de Dylan, sin embargo, si tuvo una gran acogida de público, no tanto de la crítica oficial, a la que el autor denigra frecuentemente no sin cierta razón. Conociendo, como conoce todo aquel que guste de la literatura en español en estos penosos tiempos, la "vida y milagros de Vila-Matas" es evidente el paralelismo que existe entre los protagonistas, sobre todo Vilnius Lancastre y su difunto padre, con el autor: su afán de intelectualizar todo, de mezclar ensayo y novela, de hurgar hasta lo más profundo en eso que se ha dado en llamar metaliteratura... en realidad supongo que convivir con Enrique Vila-Matas debe estar equiparado a una de las siete plagas bíblicas... ¿sabrá disfrutar de la vida este hombre? Lo peor de todo, como decía antes, es lo mucho que nos parecemos, en lo malo no en lo bueno, a él. Aquellos que hemos sido heridos por la literatura nos debatimos en círculos concéntricos sustituyendo el vivir por el pensar... ¡lástima que no tengamos su descomunal talento!