martes, 15 de octubre de 2024

"El Spinoza de la calle Market", de Isaac Bashevis Singer.

  Temo estar agotando las novelas de Isaac Bashevis Singer que se han traducido al español. De hecho, de las que la excelente biblioteca pública que visito asiduamente tiene en sus estanterías y depósito ya sólo me quedan dos, ésta y otra. Es algo que lamento mucho, pues en los últimos quince años he disfrutado como un loco con el talento de Singer para describir personajes y lugares, y, sobre todo, para plasmar la evolución psicológica de los protagonistas. ¡Qué le vamos a hacer, tendré que releer!
 En las pocas entrevistas que se pueden disfrutar en YouTube del genial escritor, queda claro que este hombre vivió dos vidas. Me explico: hasta sus treinta años residió en lo que hoy es Polonia, en su época,  Imperio Ruso, principalmente en Varsovia; de ahí en adelante (moriría con ochenta y siete años) residiría en Nueva York. La división geográfica supuso dos fases de la vida de Singer que se plasma en sus novelas: unas ambientadas en Varsovia u otras localidades polacas, el resto en la megalópolis a orillas del Hudson. Probablemente haya más de las primeras que de las segundas, a pesar de que vivió veinte años más en Estados Unidos, pero ya se sabe que la infancia y la juventud marcan notabilísimamente a cualquier escritor, siendo de esas épocas vitales el material que utilizan más abundantemente. Por otro lado, los personajes son prácticamente los mismos a uno y otro lado del charco, aunque sus motivaciones son distintas: los europeos tratan de mantener la tradición de sus mayores con los cambios sociopolíticos que los atropellan (comunismo, fascismo, nazismo...); los americanos, por el contrario, son individuos fijados en el pasado, alienados (no son americanos, nunca lo serán, pero tampoco son ya europeos, ni siquiera plenamente judíos) y asombrados de su propia peripecia vital.
 Los relatos contenidos en este tomo pertenecen a la época polaca de Singer, quizá la más interesante por cuanto tiene de solemne y veraz "levantamiento de acta notarial" de una sociedad que ya no existe, una sociedad borrada de la faz de Europa a sangre y fuego.
 Son once relatos, el último de los cuales, La destrucción de Kreshev, ya leí, según refiero en este humilde blog, hace la friolera de once años.
 El primero toma el nombre del volumen, El Spinoza de la calle Market narra de forma deliciosamente melosa la vida de un erudito filósofo que malvive en una buhardilla de dicha calle varsoviana. Sus estudios lo mantienen aislado del resto de sus semejantes, pero, ya en las postrimerías de su vida, otra criatura marginal, Dobbe "la negra", se apiada de él y lo eleva a la categoría de hombre sexuado y capaz de amar, algo que a todos sorprende. El relato es más bien un cuento, pues tiene una moraleja. Resulta que el sabio anciano es también astrónomo aficionado, y, observando los astros con su telescopio, reflexiona sobre la pequeñez de la vida humana, como si fueran miles de millones de pequeños insectos en una diminuta bola planetaria dentro de la inmensidad del Universo. Es, en mi opinión, una ratificación de la igualdad de las vidas humanas, independientemente de a qué se dediquen o la longitud de las mismas.
 La boda negra es un breve relato sobre la obsesión de un fanatismo que llega a desconectar completamente al individuo de la realidad que lo circunda. La hija de un rabino es casada a temprana edad con el hijo de otro rabino, por razones meramente sociales, sin que ellos participen en la decisión. La pobre chica se ve tan obligada que empieza a pensar desvaríos sobre quién será su marido, llegando a imaginarlo como un demonio que aplastar su alma, cuando es un chico simple e inocentón que no sabe nada de la vida.
 Historia de dos embusteros es un exquisito relato satírico, narrado por Samael (uno de los ángeles caídos) de dos judíos, mentirosos patológicos, que son incapaces de decir la verdad pura y desnuda. Samael los empareja y les da consejos que acaban por hundirlos más y más hasta que son ejecutados por la autoridad civil.
 La sombra de la cuna es un maravilloso relato sobre el amor y el desamor de una pareja. Pero el argumento aquí, una vez más, es lo de menos; lo de más es la maestría con la que el autor narra las reflexiones, los vaivenes, el discurso interno del personaje principal. Su capacidad de describir personajes es inigualable, verdaderamente sublime.
 Shidda y Kuziba es un misantrópico cuento narrado desde la óptica de dos demonios subterráneos, madre e hijo, que están aterrorizados ante la maldad de los hombres. Los humanos son retratados como bestias insaciables, incapaces de convivir en paz; frente a ellos, los demonios son criaturas en armonía con su entorno. Supongo que visto desde la ortodoxia judía, este relato puede ser considerado profundamente herético, pero desde una visión contemporánea es de una sensibilidad exquisita.
 Y así hasta once relatos, a cual mejor. Acaba el volumen, como antes decía, con La destrucción de Kreshev, historia de nuevo contada por un demonio que explica cómo entra en la cabeza de una pareja de, en principio, piadosos judíos, para convertirlos en depravados sexuales.
 En todos los relatos (y en toda la obra de Isaac Bashevis Singer, claro) destaca esa sobresaliente capacidad de hilar la evolución de las mentes de sus personajes, con ese famoso discurso interior que muchos han aclamado en Dostoievski (quien, por cierto, fue elogiado por Singer como su maestro) y que en este autor alcanza cotas insuperadas.

Teresa de Ávila, "Nada te turbe".

  Nada te turbe, 
nada te espante;
todo se pasa, 
Dios no se muda;

 La paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene
nada le falta.
Sólo Dios basta.

 Eleva el pensamiento,
al Cielo sube,
por nada te acongojes,
nada te turbe.

 A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
nada te espante.

 ¿Ves la gloria del mundo?
Es gloria vana;
nada tiene de estable,
todo se pasa.

 Aspira a lo celeste,
que siempre dura;
fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.

 Ámala cual merece,
bondad inmensa;
pero no hay amor fino
sin la paciencia.

 Confianza y fe viva
mantenga el alma;
que quien cree y espera
todo lo alcanza.

 Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
quien a Dios tiene.

 Véngale desamparos,
cruces, desgracias;
siendo Dios su tesoro,
nada le falta.

 Id, pues, bienes del mundo;
id, dichas vanas,
aunque todo lo pierda,
sólo Dios basta.
 

         Santa Teresa de Jesús.