lunes, 31 de agosto de 2020

Conclusiones tras leer "La bendición de la tierra", de Knut Hamsun.

  A veces se confunde uno cuando lee a un autor. Las referencias a las que se acude no son siempre las mejores; frecuentemente las editoriales han tergiversado todo, especialmente si el autor ha pasado a mejor vida hace décadas y, por alguna razón, es o ha sido controvertido. Esto me pasó con Hamsun, y lo siento....

Knut Hamsun. Imagen tomada de Wikimedia Commons.
 El caso es que empecé leyendo Pan, concretamente en julio de 2013. Esta novela, aun siendo de una temática bastante semejante a la que acabo de leer no acabó de penetrar en mí. Tal vez no estaba en el estado anímico apropiado o no supe interpretarla, no lo recuerdo. Después leí Hambre, en enero de 2014. De ésta sí guardo claro recuerdo. Me trajo a la memoria las inquietantes novelas kafkianas, sobre todo El castillo o El proceso, en la de Hamsun, el personaje está abocado a la pobreza más extrema sin que haga lo más mínimo por evitarlo, tomando siempre decisiones equivocadas y dañinas para su vida. Ya en septiembre del año pasado leí El círculo se ha cerrado, que, claramente, tiene que ver con las experiencias del propio autor en América, pero que también tiene una relación clara con Kafka o con el Bartleby de Melville, sobre todo por la atonía general del protagonista. En noviembre de 2019 leí Misterios, otra novela muy kafkiana (si no fuera porque la escribió cuando Franz Kafka todavía era un niño y no había escrito nada) que me atrajo pero a la vez me dejó un poso de desasosiego. Y ahora acabo de leer La bendición de la tierra, y lo tengo claro... con diferencia la mejor novela del noruego.
 La bendición de la tierra es un canto a la tierra, a la tradición rural y al esfuerzo diario que acaba llenando una vida completa. Los personajes que se pliegan a la exigencia del cultivo de la tierra son retratados como verdaderos gigantes capaces de crear un país y una cultura, mientras que aquellos que rehuyen del llamado del terruño y apuestan por el comercio y la vida moderna, son tratados como veleidosos y débiles, incapaces de generar otra cosa que no sean vaivenes anímicos y desastres económicos. La naturalidad con la que se narran cerca de setenta años de una población septentrional de Noruega, desde que llega el primer colono como se suele decir "con una mano delante y otra detrás", hasta que se forma una pequeña pero próspera ciudad son contados por Hamsun de una forma que uno lo vive plenamente; su sencilla y humilde genialidad es equivalente a esos esforzados hombres que sin alharacas ni altisonancias, pero acaban por pergeñar un retrato de una fuerza inigualable.
 Si en las otras cuatro novelas no era capaz de comprender plenamente el carácter de Hamsun, en esta última sí que se transparenta como el cristal. Todo, incluidas las declaraciones más controvertidas del Premio Nobel de 1920. De ellas, la más sonada fue la que le llevó a sentir cierta sintonía con el régimen nazi y abominaba de la cultura estadounidense que, poco a poco, inundaba toda Europa. El propio Hamsun vivió en su juventud en América y sabía de lo que hablaba. Probablemente lo que quería transmitir era su profundo rechazo al mundo del comercio internacional, de la compra-venta por millones (de lo que sea, dólares, coronas noruegas, ahora euros...) de empresas, terrenos o almas humanas y de la aculturización de su país como del resto; la defensa era de la tradición, ligada a lo rural, del esfuerzo agotador cotidiano que apenas rinde beneficio a corto plazo pero que crea sociedades firmes y estables en el largo término; defensa cerrada de la cultura nacional frente a la internacionalización que lamina las diferencias entre territorios. Todo, tal vez, demasiado ingenuo, nos pueda parecer hoy, pero hemos de recordar que esta novela se publicó en 1917, y ¡anda que no ha cambiado el mundo en cien años! 
 En un momento de la narración, el autor equivale el comercio (que es presentado como un mundo inestable y traicionero) con el mundo "del yanqui y del judío". Hoy esa afirmación hubiera bastado para evitar la publicación de la novela y su autor hubiera sido enviado al ostracismo más absoluto. Pero Hamsun está haciendo un canto a lo tradicional, al cultivo de la tierra, al trabajo diario sin aspiraciones grandilocuentes que se lleva produciendo desde el Neolítico; frente a eso está el dinero fácil y rápido de las grandes inversiones internacionales, que igual que llega rápido se va rápido, dejando vidas arruinadas y alejadas de la cultura tradicional.
 Probablemente, en la mente de Hamsun (y de otros muchos millones de individuos del centro y norte de Europa), el ascenso del nacionalsocialismo fue visto como una defensa cerrada de la cultura europea, especialmente de esas regiones, frente a la imparable fuerza de lo americano, de la cultura de usar y tirar, del desprecio a las tradiciones nacionales; una suerte de espiritualismo germánico frente a mercantilismo judio-americano. En fin, ya sabemos cómo acabó todo. Hoy juzgaríamos al noruego como poco como ingenuo e ignorante, más que como mal intencionado, o, al menos, creeríamos que su juicio era superficial y equivocado.
 Esto es lo maravilloso de la literatura: la apertura mental que permite, que nos aleja del juicio superficial (del prejuicio, en verdad). Sería interesante saber qué hubiera pensado Hamsun si hubiera podido leer a los Bashevis Singer, judíos orgullosos de serlo, escritores en judeo-alemán que, precisamente, defendían la tradición nacional frente a la internacionalización americana (aunque vivían en Estados Unidos), eso sí, la tradición askenazí que se había forjado durante siglos en el centro y este de Europa. Me apuesto una peseta a que se hubiera establecido una extraordinaria relación de amistad entre el noruego y los judíos... ¡Vivir para leer!

jueves, 27 de agosto de 2020

"La bendición de la tierra", de Knut Hamsun.

   Quinta novela del Premio Nobel de 1920 que leo. El mismo estilo realista que en las anteriores; rápida prosa, poco adjetivada, descripciones sencillas pero bien pergeñadas, pocos diálogos... Tal vez, el mayor cambio venga del tipo de personajes (en eso coincido con la contraportada de la edición de Bruguera que dice: "es una respuesta a quienes censuraban a Hamsun por retratar personajes moralmente perdidos o pusilánimes"). En El círculo se ha cerrado, por ejemplo, el personaje principal, Brodersen, es un tipo que no hace nada por sobrevivir, simplemente se deja ayudar por sus coetáneos y la suerte que lo mantiene alentando. Ahora, los personajes son fuertes, decididos, tesoneros, aunque tercos y poco sensibles. En La bendición de la tierra, tanto Isak como Inger, personajes centrales, forman una pareja cuasi pétrea de lo inasequibles al desaliento como son. Contra viento y marea, sin ayuda alguna, construyen su hogar en la dura tierra noruega y, año tras año, van prosperando lentamente sin descansar un solo día. La descripción efectiva de Hamsun, parca en adjetivos pero  muy certera y la propia dureza de lo narrado, crea la sensación de estar leyendo un pasaje del Génesis, una historia veterotestamentaria que hace de Isak e Inger dos personajes arquetípicos no muy alejados de Adán y Eva.

 Hamsun narra con una naturalidad pasmosa. Es la forma ideal para este argumento: nada es forzado, los personajes aceptan lo que les venga con una resignación/indiferencia absolutas. No hay nada extraño. En este sentido, he de recordar que en la entrada anterior sobre El círculo se ha cerrado reseñaba que la puntuación de la novela era verdaderamente caótica, no tan grave como para no llegar a comprender el texto, pero sí para tener que releer más de una vez párrafos enteros. Esto no ocurre en La bendición de la tierra, lo cual me induce a pensar que lo que noté anteriormente no era sino un caso (demasiado frecuente, me temo) de mala traducción. Temo que la editorial Debolsillo (Grupo Penguin Random House) no cuide como debiera las traducciones de autores no tan leídos hoy en día. Desgraciadamente esto es un hecho bastante habitual: la traducción es, a menudo, despreciada como algo secundario, hasta el punto de crear verdaderos problemas al lector y, por supuesto, disminuir considerablemente la calidad literaria del autor. La edición de Bruguera de La bendición de la tierra no tiene este problema, y sin embargo se admite que la traducción no es directa del noruego al español, sino que lo es desde el inglés. Knut Hamsun es un Premio Nobel y estoy seguro de que existen excelentes traductores de aquella lengua nórdica a la nuestra, sin embargo hemos de contentarnos con segundas o terceras traducciones cuando no con pésimas traducciones directas. ¡Es un escándalo!
 En fin, no queda más que resignarse y tragarse lo que hay, pensando que algunos errores de puntuación o incluso modificaciones del texto se puedan deber a malas traducciones. Es eso o aprender decenas de lenguas extranjeras... 

martes, 25 de agosto de 2020

Inciso cinematográfico: "The Eagle Has Landed", dirigida por John Sturges en 1976.

  Siempre digo que las únicas películas bélicas que me gustan son las explícitamente antibelicistas. The Eagle Has Landed no lo es. Sin embargo, tampoco es una patraña militarista para animar a los incautos jóvenes a alistarse y morir por un trapo de colores (sean cuales sean los colores). Es, en realidad, una película espectacular, "hollywoodiense" aunque sea británica, con presupuesto elevado y con un elenco actoral de lo más granado (para esas lides, nunca mejor dicho) de ambos lados del Atlántico.¡Vaya, que no es muy militarista para ser bélica! Tal vez sea porque, rodada en 1976, fresco todavía el desastre de la Guerra de Vietnam, las "únicas" guerras estaban lejos de Occidente y de sus tropas (al menos, nominalmente) como en Eritrea, Guatemala o Rodesia; esto por un lado, por otro, la Segunda Guerra Mundial quedaba ya treinta años atrás y sus barbaries ya empezaban a, si no olvidarse, al menos, enfriarse. Vamos que en 1976, sobre todo en Reino Unido, había cabida para una película como esta, que sin ser verdaderamente militarista, se recreara de un modo un tanto infantil en el honor militar, la belleza de los uniformes (sobre todo de algunos actores uniformados...) y la audacia de la inteligencia militar (oxímoron indiscutible).

  Yo, a Dios doy gracias, no sentí tal ardor guerrero ni siquiera desde septiembre de 1991 a septiembre de 1992, cuando tuve que llevar un uniforme de marinero, aunque me quedaba un poco lejos la Primera Comunión. Sin embargo, con cierto rubor, he de admitir que cuando encontré en los "repositorios internáuticos" esta película la bajé con cierto afán, sabiendo que podía pasar por un divertido entretenimiento, siempre y cuando apagara durante dos horas mi crítica psique y disfrutara del pueril ocio de ver adultos jugando a las guerras, con un nivel de verosimilitud y calidad de atrezo, eso sí, de primera categoría.

Imagen tomada del sitio imdb.com

 En fin, la película se basa en una novela de Jack Higgins, un autor británico que tuvo gran éxito en los 70 con novelas de thriller y alguna más basada, como la presente, en distopías históricas. El argumento es sencillo pero (al menos, novelísticamente hablando) brillante: la inteligencia militar alemana planea secuestrar a Winston Churchill; para ello, aprovechando que el primer ministro británico irá, presumiblemente, a una pequeña localidad cerca de Norfolk, en la costa oriental inglesa, lanzan a dieciocho paracaidistas alemanes haciéndolos pasar por polacos; a la vez, un irlandés, furibundo antibritánico les espera para darles cobertura y facilitar su llegada. Una vez en suelo británico, todo parece ir bien (esto es otro de los atractivos de la película, que, siendo británica, sea vista desde el punto de vista alemán), pero un hecho casual, la muerte de uno de los soldados al salvar a una niña de las aspas de una noria, provoca que sean descubiertos y precipitan los acontecimientos. el final mantiene la incógnita de una forma francamente brillante, hasta los últimos minutos no se desvela todo, con un giro final que embellece la película.

 Lo mejor, aparte del vestuario, el atrezo y la fotografía (los tres excelentes), es el elenco actoral, con actores de primer nivel como Michael Caine en el papel del Coronel Steiner, Donald Sutherland como el irlandés Devlin, Robert Duvall como el Coronel Radl, Donald Pleasence interpretando a Himmler o Anthony Quayle al Almirante Canaris. Son actores extraordinarios para los papeles que han de interpretar: Caine como héroe romántico y rebelde, Sutherland como tipo interesado y pragmático, Duvall como el militar fiel hasta la médula... todos encajan perfectamente y, de hecho, interpretaron otros papeles muy semejantes en otras películas a lo largo de sus carreras.

Imagen tomada del sitio onlyabloodyblog.wordpress.com

 En definitiva, una película entretenida, divertida, verosímil, protagonizada por actorazos, si uno consigue aparcar por un momento el hecho de que narra un hecho bélico y que, a diferencia de en la película, los muertos no fueron actores que se levantaron después de rodar la escena.

jueves, 20 de agosto de 2020

Howard Phillips Lovecraft (hoy, 20 de agosto, ciento treinta años de su nacimiento).

  Hace ciento treinta años nacía en la pequeña ciudad de Providence, Rhode Island, uno de los grandes renovadores de la narrativa de terror. Tanto renovó este tipo que tuvieron que crear una subcategoría específica para sus relatos (terror cósmico), por sus argumentos en el que distintas criaturas de muy diferentes orígenes (espaciales y temporales) llegaban al planeta Tierra y, con eones de por medio, luchan entre sí, haciendo del ser humano un mero espectador irrelevante. Esto último fue uno de los grandes avances del solitario de Provicence: hasta entonces, toda la narrativa de terror se basaba en criaturas (monstruosas o no, terrenales o no, míticas o no...) que atemorizaban conscientemente a un individuo o grupo de individuos humanos; ahora, Lovecraft desprecia al mono con pantalones y lo sitúa como una criatura sin importancia en la inmensidad del Cosmos.

 El propio Lovecraft fue un gran aficionado a los temas cosmológicos y, sin duda favorecido por su ateísmo militante, situó la existencia humana al mismo nivel que la de cualquier anélido que hoza en el barro. Esta deshumanización ahonda en la sensación de desesperanza y desvalimiento que atormentan a los personajes humanos de sus relatos. Los humanos ya no son protagonistas, ahora son meras víctimas colaterales de los enfrentamientos entre criaturas cuasi eternas.

Imagen tomada de Wikimedia Commons.

martes, 18 de agosto de 2020

"El abuelo que saltó por la ventana y se largó", de Jonas Jonasson.

  Ya se sabe: época veraniega, lecturas más ligeras... pero igual esta vez me he pasado de ligera... Ya se sabe que la narrativa escandinava en general y sueca en particular ha experimentado un verdadero boom en estos últimos años; especialmente la llamada novela negra o detectivesca. El éxito hizo multimillonario a Stieg Larsson (el de la serie Millenium) y a sus sucesores en la saga (las editoriales son máquinas de hacer dinero a toda costa, tanto en España como en Suecia). A rebufo de Larsson, un puñado de escritores nórdicos más o menos dotados hicieron su agosto... no me extrañaría que algún espabilado hubiera adaptado su apellido a la antroponimia sueca para facilitar las ventas... Lo cierto es que las lenguas escandinavas son pequeñas en número de lectores, nada que ver, por supuesto, con el inglés, pero tampoco con el alemán, el francés, el español o el italiano. Era evidente que las editoriales locales no podían dejarlo pasar. Y, probablemente también a rebufo de ese éxito, otro escritor sueco, esta vez en el ámbito cómico, tuvo un éxito notable; se trata de Jonas Jonasson, del que leo su primer éxito, esta novela:

 La novela fue un éxito inmediato de ventas en Suecia y países del entorno en 2009, apuntalándose el éxito con una adaptación cinematográfica (por lo que he podido leer de momento, muy fiel) con el famoso cómico local Robert Gustafsson en 2010. Con esto de la globalización, los éxitos llegan pronto a todas partes, al menos de Europa, y la Editorial Salamandra la público en 2009, y se convirtió en un rotundo éxito, facilitado, como antes dije, por el popular renombre que ha tenido la narrativa escandinava recientemente.

 La novela tiene como argumento principal la escapada de un "joven" de cien años, Allan Karlsson, que decide no esperar la tarta de cumpleaños de su centenario y huir de la residencia en la que vive. De ahí en adelante todo son aventuras absolutamente surrealistas que le llevan a huir con cincuenta millones de coronas suecas en una maleta y a contar sus peripecias del pasado, mucho más surrealistas si cabe aún (con participación como secundarios estelares de Franco, Oppenheimer, Stalin, Truman o Churchill). En definitiva, el venerable ancianito vivió una vida intensa como pocas, recorriendo medio mundo y, sin pretenderlo, conociendo a los actores principales del siglo XX.

 El tempo de la narración es apresurado, periodístico (el propio Jonasson se ha ganado la vida, al parecer, como periodista la mayor parte de su vida), describiendo las aventuras del centenario como una sucesión de descacharrantes aventuras sin pies ni cabeza (pues el propio Karlsson se presenta como alguien con una inteligencia cercana al retraso mental, pero con una inhibición y falta de reflexión que le lleva a actuar sin temer nunca por el futuro). Es, claro está, una novela cómica, pero de una comicidad atípica, al menos por estas latitudes. Diría que las diferencias culturales entre la Europa escandinava y la mediterránea hace que uno se sorprenda más de una vez con el tipo de humor, pues es un humor muy sutil, rayano en el absurdo y lo surrealista.

 Como dije al principio, es una lectura muy ligera... pero muy, muy ligera... No viene mal para salir de Chéjov, aunque el contraste se hace a veces excesivo. La prosa es, como decía, muy rápida, descripciones someras, aunque con pocos diálogos. Es una trama muy ágil que hace que la lectura sea rápida, reforzando lo inverosímil y absurdo del tipo de humor. No está mal, es legible, pero demasiado ligerito...

martes, 11 de agosto de 2020

Engaños del diablo y la muerte. Sabiduría, capítulo 2.

 Sab2 1 Razonando equivocadamente se decían: | «Corta y triste es nuestra vida | y el trance final del hombre es irremediable; | no consta de nadie que haya regresado del abismo.  2 Nacimos casualmente | y después seremos como si nunca hubiésemos existido. | Humo es el aliento que respiramos | y el pensamiento, una chispa del corazón que late.  3 Cuando esta se apague, el cuerpo se volverá ceniza | y el espíritu se desvanecerá como aire tenue.  4 Con el tiempo nuestro nombre caerá en el olvido | y nadie se acordará de nuestras obras. | Pasará nuestra vida como rastro de nubes | y como neblina se disipará, | acosada por los rayos del sol | y abatida por su calor.  5 Nuestra vida, una sombra que pasa, | nuestro fin, irreversible: | puesto el sello, nadie retorna.  6 ¡Venid! Disfrutemos de los bienes presentes | y gocemos de lo creado con ardor juvenil.  7 Embriaguémonos de vinos exquisitos y de perfumes, | que no se nos escape ni una flor primaveral.  8 Coronémonos con capullos de rosas antes que se marchiten;  9 que ningún prado escape a nuestras orgías, | dejemos por doquier señales de nuestro gozo, | porque esta es nuestra suerte y nuestra herencia».  10 «Oprimamos al pobre inocente, | no tengamos compasión de la viuda, | ni respetemos las canas venerables del anciano.  11 Sea nuestra fuerza la norma de la justicia, | pues lo débil es evidente que de nada sirve.  12 Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso: | se opone a nuestro modo de actuar, | nos reprocha las faltas contra la ley | y nos reprende contra la educación recibida;  13 presume de conocer a Dios | y se llama a sí mismo hijo de Dios.  14 Es un reproche contra nuestros criterios, | su sola presencia nos resulta insoportable.  15 Lleva una vida distinta de todos los demás | y va por caminos diferentes.  16 Nos considera moneda falsa | y nos esquiva como a impuros. | Proclama dichoso el destino de los justos, | y presume de tener por padre a Dios.  17 Veamos si es verdad lo que dice, | comprobando cómo es su muerte.  18 Si el justo es hijo de Dios, él lo auxiliará | y lo librará de las manos de sus enemigos.  19 Lo someteremos a ultrajes y torturas, | para conocer su temple y comprobar su resistencia.  20 Lo condenaremos a muerte ignominiosa, | pues, según dice, Dios lo salvará». 21 Así discurren, pero se equivocan, | pues los ciega su maldad.  22 Desconocen los misterios de Dios, | no esperan el premio de la santidad, | ni creen en la recompensa de una vida intachable.  23 Dios creó al hombre incorruptible | y lo hizo a imagen de su propio ser;  24 mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, | y la experimentan los de su bando. 

martes, 4 de agosto de 2020

"Cinco novelas cortas", de Antón Chejov.

 Que sí, que me gusta mucho Terry Pratchett. Su iconoclastia absoluta que demuele toda vanidad humana, el sarcasmo del que no se libra ningún individuo ni sociedad, la fina ironía del que conoce a la perfección el alma del "mono con pantalones"... Todo hace que leer las novelas del Mundodisco sea un ejercicio terapéutico que permite seguir alentando incluso con una sonrisa en la cara (eso sí, tapada ahora por la p*ta mascarilla). Con todo, hasta de lo más sublime se cansa uno, y, claro está, empieza a encontrar defectos o, al menos, me canso de la prosa de Pratchett, demasiado rápida, demasiados diálogos, muy pocas descripciones... Ya digo, hasta de caviar beluga se harta uno. Así que, no queda otra, cambiamos de tercio (por usar un símil taurino). Si me quejaba de prosa rápida, muchos diálogos, pocas descripciones, que mejor que un autor ruso para dar la vuelta a la tortilla. Pues eso, Chejov.
 Porque, claro, si uno busca un tempo lento y pausado, descripciones prolijas y minuciosas y diálogos al mínimo, la literatura rusa tiene gigantes de la calidad de Tolstoi, Dostoievsky, Turguenev, Goncharov, Pushkin o el mismo Chejov para perderse horas y horas (bendita función de la literatura, aquella de la evasión) y olvidarse de coyunturas pandémicas y demás zarandajas. No se me ocurre una aplicación mejor que a la lectura de aquel dicho popular que reza algo así como: "en la variedad está el gusto".
 En esa evasión que facilita la literatura rusa, generalmente se necesita no horas sino semanas o meses, habida cuenta la longitud de las novelas, ya sea de Tolstoi, "Dosto", Goncharov o Turguenev (mis cuatro jinetes del apocalipsis favoritos), pero no todos, Chejov es la excepción a la regla. Porque el bueno de Antón fue un maestro del relato corto y la novela breve. Hay que constatar, no obstante, que esta etiqueta de "novela breve" varía en función de la época y que hoy, que se publica y lee narraciones mucho más cortas, las novelas breves eran consideradas relatos antaño y algunas novelas breves de ayer son, hogaño, novelas sin más. En todo caso, aplicando la relatividad geográfica y cultural, Chejov fue un tipo que  escribía narraciones muy cortas, como digo, verdadera rara avis entre los suyos.
 Quiero hacer aquí un inciso para alabar la editorial que publica este tomo. Me debato habitualmente entre el odio y la admiración hacia las editoriales. Como autor no publicado, soy dolorosamente consciente del aspecto mercantil de la labor editorial, de su búsqueda despiadada del beneficio y de su indolencia ante los escritores noveles; dicho de otra forma: que las editoriales son auténticas máquinas de hacer dinero que tienen sensibilidad literaria cero. Sin embargo, como lector compulsivo y ciudadano en general, no puedo hacer referencia a lo más obvio: las editoriales son necesarias para que podamos leer. Esta perogrullada se nos olvida con frecuencia, pero, sobre todo, se nos olvida que existen pequeñas editoriales que luchan como David contra Goliat tratando de poner en el mercado obras que ya no son tan económicamente interesantes y que incluso traen de sus cenizas a grandes autores que, lamentablemente, han pasado de moda. En este último aspecto se encuentra Valdemar, que ha publicado en las últimas décadas la maravillosa pléyade de autores anglófonos de finales del XIX y principios del XX que algún sesudo crítico literario etiquetó como "literatura gótica", gracias a ellos tenemos ediciones relativamente baratas pero de más que aceptable calidad y podemos disfrutar de nuestra dedicación favorita. Pues bien, además de Valdemar, otra editorial que cumple con esta función de difundir la cultura es la Editorial Alba, que reedita autores que tienen la calidad de un Chejov pero que ya no genera tanto dinero como para que las dos grandes multinacionales se preocupen por ello; además, Alba publica en formato más económico (la colección Alba minus) para todos aquellos que leemos por el placer de leer y no para presumir con libros de ediciones lujosas.
 En fin, volviendo a Chejov: las novelas incluidas en este tomo presentan personajes que han caído en ese adjetivo tan usado a finales del XIX tanto en literatura francesa como rusa, el famoso anglicismo spleen, que la RAE pretende que castellanicemos como esplín, aunque me suena un poco raro. En fin, como definen los que limpian, fijan y dan esplendor: melancolía, tedio de la vida. Pues eso, los personajes de Chejov son tipos que no acaban de encontrar una razón importante para la vida, se dejan llevar por ese tedio, esa inacción de la que son plenamente conscientes y que los tiene atrapados como una mosca en una telaraña. Es interesante pensar, por otro lado, que la vida que llevan estos personajes y probablemente también su creador tuviera que ver tan poco con la vida real que llevaban millones de campesinos y obreros rusos que vivían vidas cortas, esforzadas y desgraciadas bajo el terrible sistema político zarista (y que luego siguió siendo igual de horrible bajo el terrible sistema político comunista) que no tenían tiempo desde luego para abominar del tedio de vivir, eso sí, con el estómago ahíto y bien descansado en la dacha. Con todo, al menos yo, no siento rechazo hacia estos personajes tan abúlicos y superficiales; puede que sea por la excelente descripción de los mismos que hace su autor y que consigue que sean redondos y verosímiles. 

sábado, 1 de agosto de 2020

"Creativity", by Grant Snider, (incidentalcomics.com).

Image from the site, www.incidentalcomics.com

Liderazgo humano en tiempos de pandemia. (Jeremías, 15, 13s, dichos sapienciales).

 5 Esto dice el Señor: | «Maldito quien confía en el hombre, | y busca el apoyo de las criaturas, | apartando su corazón del Señor.  6 Será como cardo en la estepa, | que nunca recibe la lluvia; | habitará en un árido desierto, | tierra salobre e inhóspita.  7 Bendito quien confía en el Señor | y pone en el Señor su confianza.  8 Será un árbol plantado junto al agua, | que alarga a la corriente sus raíces; | no teme la llegada del estío, | su follaje siempre está verde; | en año de sequía no se inquieta, | ni dejará por eso de dar fruto.  9 Nada hay más falso y enfermo | que el corazón: ¿quién lo conoce?  10 Yo, el Señor, examino el corazón, | sondeo el corazón de los hombres | para pagar 
a cada cual su conducta | según el fruto de sus acciones».  11 Perdiz que incuba huevos ajenos | es el que hace fortuna injustamente: | en la flor de sus días lo abandona | y acaba su vida como un necio.

"Tiempos interesantes", por Terry Pratchett.

 Decimoséptima entrega de la saga del Mundodisco (decimoctava según la cuenta de la editorial Debolsillo). Esta vez el sarcasmo de Pratchett recae sobre la organización social del gigante asiático que marca nuestras vidas (hasta cierto punto), tanto en la época imperial como con la revolución maoísta. La genialidad del finado autor inglés es tal que no cae en maniqueísmo político alguno, simplemente pone en solfa el afán uniformador y deshumanizante que han sufrido los ciudadanos (súbditos) de aquel enorme país y que, desgraciadamente, parecen querer exportar a todo el planeta.

  Los personajes principales vuelven a ser el mago Rincewind, quien, a su pesar, volverá a ser el gran héroe salvador, algo típico de todos los cobardes; Cohen el Bárbaro, remedo irónico del personaje de Robert Howard, Conan el  Bárbaro, reconvertido en un furioso anciano imbatible; el turista Dosflores, natural del Imperio Agateo, que, con un optimismo y una ingenuidad a prueba de bombas se convierte en el álter ego de Rincewind; además de algunos personajes nuevos que redondean la sátira.
 Pero como siempre digo, los personajes e incluso el argumento son lo de menos, lo de más, al menos para mí, es el profundo conocimiento del alma humana que demuestra tener Pratchett, porque todos los defectos, los vicios, e incluso, sorpresa, sorpresa, alguna virtud por ahí perdida, quedan retratados con una fidelidad extraordinaria. Es, ya lo escribí, literatura para adultos que han sufrido/disfrutado de la sociedad humana varias décadas y tengan madurez suficiente como para mirarse al espejo con espíritu crítico, algo que, como mucho, desarrolla un veinte por ciento de la población... tirando por lo alto...
 Igual que el autor está libre de maniqueísmos y posicionamientos políticos, también está libre, por supuesto, de visiones chovinistas o xenófobas. Las críticas a China  son extrapolables a cualquier lugar o época en la que unos pocos dictatorzuelos (en la novela, de tradición imperial y "renovación" comunista) "saben" lo que necesita el pueblo y no dudan en aplicarlo con toda la brutalidad posible. Aplicando el dicho popular: "los mismos perros con distinto collar".