miércoles, 21 de octubre de 2020

"Sueños olvidados y otros relatos", de Stefan Zweig.

  Roth y Zweig se han convertido para mí, como para media Europa, en grandes referentes literarios, tanto con coordenadas espacio-temporales concretas (Europa germánica, primera mitad del XX) como sin ellas (naturaleza humana global y atemporal). Rechazada ya la simplista tentación de asemejarlos, aunque fueran coetáneos, paisanos e incluso amigos, no soy capaz de inclinarme por uno de ellos; es como cuando aquel familiar perverso preguntaba a los niños: "¿a quién quieres más, bonito, a mamá o a papá?", pues así me pasa a mí, no sé si inclinarme por papá Joseph o mamá Stefan. Porque, en primer lugar, la narrativa de Roth es más masculina y la de Zweig más femenina (¡uy madre, como lean esto las arquitectas de las nuevas formas de masculinidad y feminidad! ¡Menos mal que no leen!), quiero decir que Joseph Roth escribe más para lectores estereotípicamente masculinos, sus personajes, preñados de sensibilidad, son siempre varones que afrontan la vida como un varón "debía hacerlo" a principios de siglo pasado; Stefan Zweig, por el contrario, escribe para ambos sexos, con muchas protagonistas que se debatían entre la "debida obediencia" a su marido y a las normas sociales y el despertar de su propia conciencia e individualidad (especialmente visible esto en el relato Angustia del que luego hablaré). Esto explica que Zweig sea probablemente más moderno, más amplio de miras y, seguramente, guste más a la sociedad actual. Por otro lado, Roth no parece tan empático con las "individuas" como con ellos, ellas son siempre personajes secundarios, aunque importantes y no necesariamente supeditadas a los varones, que son los que cortan el bacalao. Vamos, algo irrelevante, que uno escriba haciendo personajes masculinos o femeninos, jóvenes o viejos, blancos o negros, pobres o ricos, españoles o alemanes... pero que en la hipersensibilidad de "género" que nos idiotiza últimamente para decir quién es bueno y quién es malo parece fundamental.
 Ya centrándome en los relatos recogidos en esta edición de Alba Editorial, es muy interesante para poder percibir la evolución del autor. El primer relato, Sueños olvidados, fue escrito en 1900, contando Zweig con diecinueve añitos; no es que esté mal, pero es evidente que es una obra de juventud, cuando todavía no está pulido su estilo creativo y resulta una prosa demasiado adjetivada y rebuscada, que acaba por hacer un texto petulante y ampuloso. El siguiente relato, Historia en la penumbra, es de 1911, y, a sus treinta años, la narración es bastante más natural, aunque persista ese afán de describir con adjetivos poco usuales y rebuscados. Ya en el tercero, Angustia, de 1920, la claridad prosística de Zweig llega a su culmen, con abundancia de frases subordinadas pero sin caer en lo impostado. Este último relato es ejemplo de lo que antes decía: la feminidad absoluta en su planteamiento, desde el protagonismo hasta el enfoque, siendo los varones meros comparsas de la "prota", Irene; con todo, el planteamiento puede ser hoy un pelín anacrónico, toda vez que uno de los temas centrales es la libertad de la mujer para marcar su vida y su independencia del marido, algo que hoy, a mi entender, lleva superado décadas, no así en 1920, claro. El cuarto relato, Confusión de los sentimientos, recrea un tema fundamental de toda época, eso sí, con las dificultades de los años 20 del pasado siglo: la homosexualidad, especialmente entre profesor y alumno, cuando la admiración del joven estudiante por el maduro catedrático pasa la línea de lo meramente intelectual, un tema magistralmente tratado por Thomas Mann en su Muerte en Venecia. El último relato es una obra genial que había leído en otra compilación anterior (creo que de Acantilado) que es Mendel, el de los libros, entre cuyos argumentos principales se encuentran algunos que eran muy queridos a su compatriota Roth: los judíos de Europa central, especialmente aquellos que, como ellos mismos, tenían de judío poco más que el origen, aunque  el señor del bigotito recortado y sus secuaces metían en el mismo saco que los haredim y que, como consecuencia, decidieron exterminarlos en masa. 
 Ignoro si esta compilación trata deliberadamente de mostrar la evolución estilística y temática del propio Zweig, pero si ha sido así, ha de dejarse claro que se logra plenamente. A poco que se tenga un poco de sensibilidad y se conozca ligeramente a este enorme autor, e puede apreciar una evolución que es más bien un perfeccionamiento, perfeccionamiento que llevará a Stefan Zweig a ser uno de los mejores autores en lengua alemana de todos los tiempos. Desgraciadamente, como ya es sabido por todos, Zweig se quitó la vida junto con su segunda mujer en Brasil, donde residían, en 1942; muchos críticos recuerdan que en ese año, las tropas hitlerianas avanzaban sin obstáculo por Europa, hecho que, para un adalid de la libertad individual y la tolerancia como el propio Zweig, supuso una circunstancia inaceptable que mermaba hasta tal punto su vida que prefirió ponerle fin. ¿Quién sabe hasta que punto esto es cierto? Lo único seguro es que su muerte, con tan solo sesenta y un años, edad de plenitud creativa para un escritor, nos hurtó a uno de los grandes, no sólo a nivel literario sino a nivel social, hubiera sido espléndido que Zweig hubiese vuelto a su querida Viena tras la caída del Tercer Reich para promover la reconstrucción social y moral de Austria y del resto de Europa.