miércoles, 16 de diciembre de 2015

Nostalgia de la locura.

 Cuando uno llega a la conclusión de que la especie humana es la más degenerada de todas las especies animales; cuando ya no queda esperanza de redención alguna sino la de no perjudicar a otros y llevar una existencia anodina; cuando los inamovibles principios que rigen la humanidad elevan a la categoría de ejemplos a seguir a los más degenerados de todos; cuando, en verdad, la supuesta virtud es tomada por defecto y el defecto por virtud, uno no ansía más que obtener la condición de loco para poderse distinguir de tan perturbada sociedad.
 Aquellos de nosotros que estamos "letraheridos", aquellos que encontramos desde nuestra adolescencia refugio en el "negro sobre blanco", aquellos que, en definitiva, tenemos  en la literatura nuestra tabla de salvación vemos a los supuestos locos (personajes y autores) como hermanos en la desgracia, como camaradas caídos en total semejanza con nosotros mismos.
 Don Quijote es el ejemplo más claro. El caballero de La Mancha fue creado para mofa y escarnio de sus locuras. Hoy, se nos antoja como el personaje más cuerdo y entrañable de los que han cobrado vida al arrastrarse una pluma sobre un papel como yo estoy haciendo ahora mismo. Alonso Quijano tiene una hondura humana que no he conseguido encontrar en los pechos de los coetáneos con los que me he cruzado en este ruin mundo; él, que siempre fue objeto de burla, desprecio o, al menos, desdén, nunca será superado por un ser humano de carne y hueso.
 ¡Qué decir de los cientos, miles  de autores que "desperdiciaron" sus vidas obnubilados, raptados por las historias que, como un tumor cerebral, pueblan sus cabezas sin dejar de crecer! Ellos fueron los más inadaptados de sus sociedades, seres socialmente "improductivos", arrumbados por una colectividad utilitarista, superficial y autista que nunca les comprendió.
 Por último, los lectores, embebidos en mundos irreales, evanescentes como sueños; aquellos que solo viven en hojas de celulosa, desdeñando sus rutinarias existencias reales.
 Todos ellos, todos nosotros, pertenecemos a esa pléyade de seres malditos, perdidos en nuestra extraña realidad, pero conscientes, al menos el que esto escribe, de que más vale lo escrito que lo vivido. Como alguien dijo: People say that life is the thing, but I prefer reading.