domingo, 27 de septiembre de 2020

"El sastre embrujado", de Sholem Aleijem.

  Fue grata la lectura de Potocki, sobre todo por la segunda parte del libro, como ya dije, que mejora notablemente la calidad total, te deja un buen sabor de boca... Pero ahora paso a lo contrario no sé si desde el punto de vista literario o simplemente desde el punto de vista humano; paso a uno de los pesos pesados de la narrativa humorística de todos los tiempos, a  un campeón de la resiliencia vital frente a las dificultades de la existencia, a aquéllo de "al mal tiempo, buena cara" (tan necesario en estos tiempos), paso, en definitiva, a Sholem Aleijem.
  Y esta vez, también es un libro prestado de la biblioteca pública, lo cual tal vez sea un error, pues tener textos de Aleijem en casa permanentemente es un antídoto excepcional contra la depresión, el desánimo y el mal humor. De este ucraniano genial (ucraniano por decir algo, por no decir mejor judío universal) tengo en casa sólo Tevie el lechero y Menajem Mendel, excelentes obras, sobre todo la primera, que fue adaptada en 1971 al cine como El violinista en el tejado, con un Chaim Topol inmenso. Bueno, pues El sastre embrujado es muy parecido a Tevie, en realidad, todo Aleijem (por cierto, el pseudónimo literario es, obviamente, una parodia del saludo judío por excelencia, su nombre real era Sholem Rabinóvich) es semejante: es una mirada burlesca pero tierna, mordaz pero entrañable, demoledora pero cariñosa de la sociedad judía europea, esa sociedad que fue brutalmente aniquilada y expulsada entre los pogromos rusos, los soviéticos y el holocausto perpetrado por los nazis. Los personajes de Aleijem son sencillos campesinos de los más distintos oficios: lecheros, sastres, carniceros, rabinos... todos con mil y un defectos como seres humanos que son, pero todos con mil y una virtudes como seres humanos que son. Quizá esa sea la mejor definición, hombres y mujeres que luchan contra las miles de dificultades propias de la vida además de las sobrevenidas por la persecución inmisericorde y secular.
 En El sastre embrujado, el protagonista es Shimen-Eli, una imagen especular de Tevie, charlatán, extrovertido, tesonero y peleón, que va arrastrando su cuerpo por el mundo interpretando torticeramente la "Torah" y citándola cuando le parece bien aunque no venga al caso. Ahora, su gran aventura, consiste en comprar una cabra lechera (inmensa riqueza con la que dar en las narices a sus vecinos) que le ha encargado su mujer y que supone una lucha sin cuartel (lucha incruenta, meramente verbal) con los vendedores y la propia parienta. Los enfrentamientos, siempre en clave de humor, sacan a relucir decenas de refranes y frases hechas de esa cultura asquenazí a la que antes me refería.

 Tengo que hacer una mención especial a la excelente traducción de Josén Andrés Alonso de la Fuente. Los textos de Aleijem, en parte por estar escritos en yidis (tan alejada de nuestra lengua románica, pues, ya se sabe, es lengua germánica preñada de hebraísmos, -judeoalemán-) en parte por la cantidad de refranes, frases hechas y modismos son extraordinariamente difíciles de traducir al castellano. La versión de Tevie que tengo es de la editorial argentina Riopiedras, que, no quiero ser injusto, no es que esté mal traducida, es que simplemente lo está hecha con expresiones propias del país austral que se entienden pero extrañan (no extraña, sin embargo, que se tradujeran en la Argentina, toda vez que el país sudamericano es, con diferencia, el que tiene la mayor población judía asquenazí de todo el ámbito hispanohablante). Lo cierto es que la traducción de El sastre embrujado por parte del citado Alonso de la Fuente acierta plenamente con esos modismos, esas frases populares que lo convierte a un castellano moderno y vivo de la España de los siglos XX y XXI, Es muy importante la traducción, pues si no se perdería gran parte del humor descacharrante de Aleijem.