Lo que más sorprende es la extraordinaria atemporalidad del relato. Me explico: Bola de sebo fue escrito en 1880 y hoy, ciento cincuenta años después, no puede estar de más rabiosa actualidad. Hoy y siempre, pues retrata la hipocresía, la falsedad y el cinismo humano que acompañan al mono con pantalones desde Adán y Eva.
Bola de sebo es el cruel apodo de la protagonista del relato: una joven cortesana de baja estatura y rolliza complexión de gran fama en la normanda ciudad de Ruán. La ambientación temporal: la Guerra franco-prusiana de 1870 en la fase de ocupación alemana de Normandía. En ese bélico contexto, unos burgueses y nobles tratan de huir de Ruán hacia El Havre y, si se complica más la situación, embarcarse hacia Inglaterra. En la diligencia que traquetea por los nevados caminos de la norteña región francesa están representados todos los órdenes sociales del momento, a saber: ricos comerciantes que personifican a la burguesía, nobles representantes del Antiguo Régimen, dos monjas y un republicano, además, claro, de Bola de sebo. Todos los anteriores son grandes señores y señoras que, disfrutando del favor social y lo que el dinero puede comprar, desprecian la condición de meretriz de la protagonista.
Lo cierto es que, por las prisas de la huida, ninguno ha tenido la precaución de llevar víveres para un viaje que se alarga más de lo esperado. Tanto es así, que una de las señoras incluso se desmaya ante la vista de los opíparos manjares (dos pollos, vino de Burdeos y golosinas) que sí trajo Bola de sebo. La joven se apiada de sus empingorotados compañeros de viaje y les convida a todos, repartiendo democráticamente todas las viandas. Por supuesto, los señorones no se dignan a agradecer nada, aun cuando no dejan ni las migas...
Al llegar la noche, la diligencia hace parada y fonda en un pequeño pueblo que está ya ocupado por los prusianos. Allí se encontrarán con un oficial que se encapricha de Bola de sebo y le hace saber sin ambages que desea disfrutar de sus favores. La joven, escandalizada, se niega y, como reprimenda, el oficial alemán impide la salida de la diligencia.
Y entonces es cuando toda la altísima moral de los otros componentes de la diligencia se hace añicos. Visto que no pueden continuar su viaje por el capricho del oficial y la resistencia de la joven, aplican la principal máxima de Maquiavelo ("el fin justifica los medios") para convencer a la joven prostituta de que, siéndolo, no ha de tener reparo alguno en acceder a los caprichos del militar. Incluso llegan a poner ejemplos históricos famosos de mujeres que consiguieron altos objetivos a través del uso mercantil de su cuerpo. Hasta las beatas monjas argumentan en favor del trato carnal por interés.
Finalmente convencida, Bola de sebo accede a pasar la noche con el oficial, y éste, en pago, deja salir a la diligencia hacia El Havre con todos sus viajeros.
Una vez superado el escollo, todo vuelve a la situación inicial, los señorones que hablaban con cordial sencillez a la joven prostituta para que cediera al trato vuelven a sentirse manchados por la presencia de una cortesana en su presencia. Ahora se invierten los hechos, todos tienen comida menos Bola de sebo, que ve cómo sus compañeros de viaje devoran todo sin siquiera ofrecerle un pequeño bocado. Comprendiendo la situación, a Bola de sebo no le queda más que llorar en soledad.
El relato es, pues, una denuncia de la falsedad humana. Esa falsedad que hace comportarse de forma diametralmente opuesta en función de los cambiantes intereses. El cinismo de los biempensantes muestra su descaro más evidente en los giros de las circunstancias que se dan en apenas veinticuatro horas.
Desde el punto de vista formal, Maupassant es, ya se sabe, un maestro consumado. Poderoso "dios del naturalismo", pergeña un relato corto y sencillo pero impactante y poderoso. La prosa cuidada y preciosista no cede, sin embargo, un ápice a los argumentos potentes. Los personajes (algo verdaderamente difícil de conseguir en un relato breve) están extraordinariamente bien creados, son redondos, con la evolución de sus posiciones intelectuales que los van retratando a cada párrafo. Una pequeña gran joya de la literatura francesa.