martes, 14 de junio de 2016

Ahora leyendo: "Jakob von Gunten", por Robert Walser.

 Francamente, tengo serias dudas de que termine de leer Jakob von Gunten. Cuando leí El paseo tuve sentimientos encontrados: el texto era casi una prosa poética delicada y sentimental que busca la belleza en lo más nimio de las cosas, a la vez que, por comparación, "deja en bragas" a las altisonancias y vanidades de los seres humanos; pero también destila una humildad extrema que roza en la indignidad y el "autoaniquilamiento" personal. Este último rasgo de El paseo se hace desagradable, antinatural y rechazable; es un gusto morboso y enfermizo por la autoflagelación que lleva a un ser humano no a la humildad compatible con el respeto por uno mismo y los demás, sino a la enfermedad psiquiátrica y el suicidio. Bien, pues en Jakob von Gunten el desprecio propio parece ser la nota dominante. Para muestra, un botón: "Pero de algo estoy seguro: el día de mañana seré un encantador cero a la izquierda, redondo como una bola. De viejo me veré obligado a servir a jóvenes palurdos jactanciosos y maleducados, o bien pediré limosna, o sucumbiré".
  Ese es el tono general de Jakob von Gunten, francamente infumable. Sigo adelante (de momento) por tratar de encontrarme con ese sentimiento de admiración arrobada por la belleza más sencilla y que era palpable en cada párrafo de El paseo
 También me ha desagradado en extremo la pequeña reseña que los de Debolsillo ponen de Enrique Vila-Matas al respecto del libro (ya sabemos que el metaliterario Vila-Matas tomó a Walser como personaje de su Doctor Pasavento).Vila-Matas, que indaga en el alma humana (principalmente de escritores y personajes de ficción), busca la razón última para que un tipo como Walser quiera pasar totalmente desapercibido, humillarse a sí mismo y aniquilarse hasta que llegue la muerte. La pequeña cita de Vila-Matas es: "Todos somos Jakob von Gunten" sería la frase eslogan, que me niego a decir. Digamos que me contento con decir que yo soy Jakob Von Gunten al servicio de ustedes, como siempre. En fin, el catalán es un tío de humor fino y, además, alguien que gusta de los ejercicios intelectuales como a otros les gusta ver fútbol o beber cerveza, englobaré, pues, como mera finta intelectual esa frase.
  Porque en la despreciable sociedad humana, los Walser no son tan raros, yo tuve alguno en mi misma familia. Cierto es que, tal vez de manera especialmente abundante en estos países tan autoritarios del sur de Europa, son preponderantes los individuos engreídos y con afán de notoriedad (también los hay, claro, en mi familia), hay generales jactanciosos y petulantes que envíen a una muerte segura a abyectos soldados que entregarán sin pestañear sus vidas para que el ya condecorado pecho del general se cargue más de medallas. Pero es evidente que no puede existir general si no hay soldados, ese principio fundamental se escapa en estos casos. Quiero decir con esto que la existencia de tipos abyectos como Robert Walser son necesarios para que otros puedan pisar sus cuellos. Entiendo que Vila-Matas nos lleva a un juego intelectual y que todos aquellos que le leen son suficientemente inteligentes y tienen espíritu crítico como para entender esto y que todo queda en puro entretenimiento; pero la autocompasión (autodestrucción incluso) en la que se regodea de forma morbosa y enfermiza Robert Walser me produce náuseas.