jueves, 4 de agosto de 2016

Ahora leyendo: "La última posada", por Imre Kertész.

 Tercer texto del Premio Nobel de literatura de 2002 que leo, tras su obra más conocida, Sin destino, y Kaddish por el hijo no nacido. Esas dos son novelas (más bien un relato la segunda), pero no tengo claro qué es La última posada. Los de la editorial El Acantilado no aclaran en la contraportada el género literario al que pertenece la obra, es más, insinúan que se trata de una novela autobiográfica (como las otras dos antes mencionadas); sin embargo, de momento diría que es un ensayo sin una verdadera estructura ensayística, es decir, el autor vierte sus pensamientos y sentimientos sobre todo aquello que le ocupa (la novela que está escribiendo, las que escribió, su vida cotidiana, sus reflexiones sobre la actualidad y el pasado...) sin que haya verdadera estructura, son como los apuntes tomados a vuelapluma en un diario o cuaderno de pensamientos.
  Lo lamento profundamente. Creo en la división por géneros y que esta se explicite perfectamente, de hecho recuerdo que hace no tantas décadas las editoriales sacaban en ediciones realmente baratas clasificadas las obras por franjas de colores según fueran narrativa, poesía, teatro o ensayo. En fin, parece que en esto también vamos a peor... Digo esto porque no me gusta leer ensayo. Tiendo a verlo como una arrogancia de un autor que pretende dárselas de sabelotodo  y aburrirnos con sus sesudas consideraciones. En este sentido, las novelas son más puras pues se narra una situación y, salvo que sea literatura infantil o "literatura para tontos" (subgénero muy de moda, por cierto) no hay buenos o malos, ni se pretende adoctrinar al lector; así, en narrativa uno puede tomar partido por uno u otro personaje (o por ninguno) o considerar más apropiado o menos el modo de vida de los que allí están encerrados en el papel... es todo más sutil... más adulto.
  Las disquisiciones de Kertész no son deleznables, sobre todo si se tiene en cuenta las terribles experiencias vitales por las que pasó en su infancia y juventud, pero, con todo, hubiera preferido que el autor las hubiera novelado en un personaje que perfectamente podría haber sido su alter ego. De las editoriales... qué se puede decir... imagino que estando su negocio tan mal como está, de un autor como el húngaro, Premio Nobel, si pudieran editarían hasta su papel higiénico usado... al fin y al cabo, es "obra" de un Nobel...