jueves, 19 de octubre de 2017

"Para que no te pierdas en el barrio", por Patrick Modiano.

 Otra novela breve (relato largo) de Modiano, ambientada en París (cómo no) y con personajes perdidos en un marasmo de ensimismamiento que los llega a hacer entrañable. Ahora el protagonista es Jean Daragane (tal vez un alter ego de Modiano, pues se trata de un escritor anciano que lleva una vida simple en un piso de París), que recibe una sorpresa cuando un desconocido le pide una cita para devolverle una pequeña libreta telefónica particular. La extrañeza se convierte en desconfianza ante las rarezas de la pareja que se lo entrega.
  Sin embargo, Daragane comienza a recordar escenas del pasado lejano (su infancia) gracias a estos intrusos que no se sabe si son simples bienhechores o puros chantajistas. Es algo común en las novelas de Modiano: los encuentros casuales que llevan a que el personaje recuerde tiempos pasados de una forma liviana, casi como un sueño. Eso y que los protagonistas parecen que les corra horchata por las venas son dos características siempre presentes. Tal vez eso es lo hipnótico en Modiano. Sus narraciones no son brillantes, todo lo contrario, narra vidas grises hasta la náusea, pero uno no deja de sentirse atraído ante la desidia general.
  Otra cosa ya es si mereció o no el Premio Nobel, y, al menos a mí, siempre se me ocurre lo mismo: no es mal escritor, pero si este tío merece un Nobel hay cientos más que lo merecen.

"Providence 3, lo innombrable", por Alan Moore y Jacen Burrows.

 No me gusta Alan Moore. Reconozco que ha supuesto una revolución para el mundo del cómic, que ha ampliado las miras de la novela gráfica... pero tiene un ego insufrible que se llega a respirar en todos sus guiones... en éste también.
  Moore debe ser uno de esos tan enamorados de sí mismos que se regodean en admirarse más que en crear. Las pocas entrevistas disponibles en Youtube y otras plataformas muestran a un tipo que se ha terminado creyendo que en verdad es un genio sin igual en el mundo de la novela gráfica. Es probable que su culmen lo alcanzara con V de vendetta, una obra francamente buena, en la que no tenía miedo de juntar temas tradicionales (el de la conspiración de la pólvora de Guy Fawkes, por ejemplo) con temas atemporales (la lucha contra el poder omnímodo al que tienden las clases dirigentes) y darle a todo un ambiente mitad ciencia ficción mitad realidad que le aportaba verosimilitud. Luego se lanzó a reinterpretar el mito-realidad de Jack el destripador con From Hell, y aquí ya se puso superestupendo y acabó creando un cómic pretencioso e inacabable. Y ahora ya disfruta de sí mismo hasta el onanismo más inconfesable con esta saga de ámbito lovecraftiano.
  No quiero ser injusto, hay originalidad y valor en estas historias, pero leyéndolo no puedo dejar de pensar en el ego desmedido del bueno de Alan, que quiere dejar bien claro que es un erudito sobre el tema.
 Por otro lado, las ilustraciones de Jacen Burrows son de lo mejorcito que hay hoy en día en el cómic. Sus dibujos de línea clara son espectaculares, y el color, firmado por Juan Rodríguez, da un ambiente opresivo a la narración que casa a la perfección con el guión.