domingo, 27 de septiembre de 2020

"El sastre embrujado", de Sholem Aleijem.

  Fue grata la lectura de Potocki, sobre todo por la segunda parte del libro, como ya dije, que mejora notablemente la calidad total, te deja un buen sabor de boca... Pero ahora paso a lo contrario no sé si desde el punto de vista literario o simplemente desde el punto de vista humano; paso a uno de los pesos pesados de la narrativa humorística de todos los tiempos, a  un campeón de la resiliencia vital frente a las dificultades de la existencia, a aquéllo de "al mal tiempo, buena cara" (tan necesario en estos tiempos), paso, en definitiva, a Sholem Aleijem.
  Y esta vez, también es un libro prestado de la biblioteca pública, lo cual tal vez sea un error, pues tener textos de Aleijem en casa permanentemente es un antídoto excepcional contra la depresión, el desánimo y el mal humor. De este ucraniano genial (ucraniano por decir algo, por no decir mejor judío universal) tengo en casa sólo Tevie el lechero y Menajem Mendel, excelentes obras, sobre todo la primera, que fue adaptada en 1971 al cine como El violinista en el tejado, con un Chaim Topol inmenso. Bueno, pues El sastre embrujado es muy parecido a Tevie, en realidad, todo Aleijem (por cierto, el pseudónimo literario es, obviamente, una parodia del saludo judío por excelencia, su nombre real era Sholem Rabinóvich) es semejante: es una mirada burlesca pero tierna, mordaz pero entrañable, demoledora pero cariñosa de la sociedad judía europea, esa sociedad que fue brutalmente aniquilada y expulsada entre los pogromos rusos, los soviéticos y el holocausto perpetrado por los nazis. Los personajes de Aleijem son sencillos campesinos de los más distintos oficios: lecheros, sastres, carniceros, rabinos... todos con mil y un defectos como seres humanos que son, pero todos con mil y una virtudes como seres humanos que son. Quizá esa sea la mejor definición, hombres y mujeres que luchan contra las miles de dificultades propias de la vida además de las sobrevenidas por la persecución inmisericorde y secular.
 En El sastre embrujado, el protagonista es Shimen-Eli, una imagen especular de Tevie, charlatán, extrovertido, tesonero y peleón, que va arrastrando su cuerpo por el mundo interpretando torticeramente la "Torah" y citándola cuando le parece bien aunque no venga al caso. Ahora, su gran aventura, consiste en comprar una cabra lechera (inmensa riqueza con la que dar en las narices a sus vecinos) que le ha encargado su mujer y que supone una lucha sin cuartel (lucha incruenta, meramente verbal) con los vendedores y la propia parienta. Los enfrentamientos, siempre en clave de humor, sacan a relucir decenas de refranes y frases hechas de esa cultura asquenazí a la que antes me refería.

 Tengo que hacer una mención especial a la excelente traducción de Josén Andrés Alonso de la Fuente. Los textos de Aleijem, en parte por estar escritos en yidis (tan alejada de nuestra lengua románica, pues, ya se sabe, es lengua germánica preñada de hebraísmos, -judeoalemán-) en parte por la cantidad de refranes, frases hechas y modismos son extraordinariamente difíciles de traducir al castellano. La versión de Tevie que tengo es de la editorial argentina Riopiedras, que, no quiero ser injusto, no es que esté mal traducida, es que simplemente lo está hecha con expresiones propias del país austral que se entienden pero extrañan (no extraña, sin embargo, que se tradujeran en la Argentina, toda vez que el país sudamericano es, con diferencia, el que tiene la mayor población judía asquenazí de todo el ámbito hispanohablante). Lo cierto es que la traducción de El sastre embrujado por parte del citado Alonso de la Fuente acierta plenamente con esos modismos, esas frases populares que lo convierte a un castellano moderno y vivo de la España de los siglos XX y XXI, Es muy importante la traducción, pues si no se perdería gran parte del humor descacharrante de Aleijem.

sábado, 26 de septiembre de 2020

Cambios en la prosa de Jan Potocki.

  Es normal que haya evolución en la técnica de los escritores; normalmente es simple mejora, ya sea por puro entrenamiento o por la adquisición de mayor madurez personal con el paso de los años. Así, no tiene nada de extraño que leyendo dos obras de un mismo autor, si éstas fueron escritas con varias décadas entre medias, se note algún cambio, ya sea en la forma de redactar, en los argumentos... Pero lo que se observa entre las dos partes de Manuscrito encontrado en Zaragoza es incluso hasta sospechoso.
                                      Jan Potocki. Imagen tomada de Wikimedia Commons.
 Manuscrito encontrado en Zaragoza tiene dos partes. Según parece, la primera fue publicada en 1804 y la segunda en 1813, pero, además, hay varias ediciones que difieren notabilísimamente  en la extensión, algunas de las cuales tiene hasta sesenta y seis jornadas y otras (como la de Alianza Editorial que he leído) no llega a las veinte. Parece ser, incluso, que en 2002 se publicó una nueva edición con textos descubiertos a principios de este siglo ¡¡¡¡!!! En fin, cualquier cosa. Ya se sabe el afán de los editores por trocear, descuartizar, ampliar o deformar un texto para hacerlo más vendible. Puede ser cualquier cosa... y a mí, como lector, me trae sin cuidado. Eso sí, como lector también, noto unas diferencias en calidad prosística entre la primera y la segunda parte de la publicación de Alianza. No es que la primera parte (más o menos, dos tercios de la novela) esté mal escrita, es que, llanamente dicho, es simplona a no más poder. Por simplona quiero decir predecible, sin mordiente, que no tiene los giros que uno espera en una novela romántica (del Romanticismo literario, claro, no de Corín Tellado) sino que es plana e incluso un pelín tediosa. La segunda parte, sin embargo, aun con la misma temática y estructura formal que la primera, es mucho más enrevesada, en absoluto predecible, tiene más jugo, más mordiente... Puede ser, siendo bien pensado, que esa década escasa que pasó entre la publicación de sendas partes el autor mejorara notablemente su capacidad de poner en negro sobre blanco historias semejantes. ¡Por qué no, es perfectamente factible! O Dios sabe que tejemanejes haya habido entre medias, porque, francamente, da la impresión de que fueron dos autores distintos los que escribieron esta novela (siendo, esta vez, malpensado).

martes, 22 de septiembre de 2020

"Manuscrito encontrado en Zaragoza", por Jan Potocki.

  Hacía mucho tiempo que quería leer a Potocki. Los de la editorial Valdemar lo habían publicado hace relativamente poco tiempo, rescatado del olvido del que lo había sacado Alianza Editorial el año que un servidor nació. De hecho, la edición que leo, sacada de biblioteca pública, of course, es la quinta reimpresión  que data del año 93. Los chicos de Valdemar han tenido la más que loable intención de revivir un clásico que ha estado olvidado demasiado tiempo (en otra entrada ya les doré la píldora a cuenta de esto). Valdemar tiene un catálogo que va ampliando poco a poco (hace no tantos años, por ejemplo, iniciaron una exitosa colección de novela ambientada en el Lejano Oeste), pero tiene como cuerpo central la narrativa de terror y misterio. Manuscrito encontrado en Zaragoza no es ni de terror ni misterio, bueno... esto último sí... un poco... Me explico: de esa llamada narrativa de terror o misterio, la mayoría de autores (al menos los que crearon escuela y fueron seguidos, si no imitados en todo el mundo) eran anglosajones y del siglo XIX y principios del XX. Jan Potocki era polaco, aunque escribía en francés, y nacido en 1761 y muerto en 1815, o sea, que entraría en el paréntesis de fechas antes citado de puro milagro. Con todo, no es el autor tipo de Valdemar; sin embargo, su obra sí se puede englobar en la narrativa de temas misteriosos, lo que los ingleses llaman "literatura gótica" y en el resto del mundo civilizado tienden a llamar "Romanticismo literario", esto es, desde 1770 hasta, aproximadamente, hasta mediados del XIX, justo la vida del autor polaco; además, en este romanticismo literario se da un gusto (a veces morboso) por lo exótico, lo anómalo, lo misterioso y lo fantasmagórico. Ahí encaja Jan Potocki perfectamente, por fechas y por gustos, pero, además, para hacerlo más propio casi de un cliché, Potocki acabó sus días de un pistoletazo autoinfligido. Sí, igual que nuestro Larra.
 Por cierto, que quede claro que el pistoletazo que se pegó el polaco fue a sus cincuenta y cuatro años tras una azarosa vida en lo personal, con disfrute de altos cargos diplomáticos y viajes a lo largo y ancho de Europa, mientras que el español se lo pegó a los veintisiete por un desengaño amoroso. Habiendo pasado ya más de doscientos años de aquellos pistoletazos no es que importe nada ya, pero vamos...
 Bueno, centrándome en Manuscrito encontrado en Zaragoza, es una obra típicamente romántica, principalmente por mostrar una tierra lejana, España (lejana para un polaco, claro) con todos los tópicos románticos imaginables: Sierra Morena llena de bandidos, gitanos embaucadores, criptojudíos practicantes de la cábala, brujas embelecadoras de sensual apariencia, fantasmas de caballeros que purgan una vida de disipación y pecado, moriscos que perduran en las Alpujarras practicando su religión y tratando de convertir a cristianos desprevenidos... Un panorama inverosímil para principios del siglo XIX, cuando fue escrito (salvo lo de los bandidos, claro). En fin, la imagen que proyecta de nuestro país sería equivalente a una novela ambientada en el norte de Noruega, en época actual y poblada por auténticos vikingos que luchan contra trolls y el kraken. "Diver" pero absurdo.  Desde el punto de vista formal, la prosa de Potocki es amena, de lectura fácil para tener doscientos años, con pocas frases subordinadas y adjetivación relativamente escasa.
 El argumento trata sobre un manuscrito hallado en la capital aragonesa que narra las aventuras de un oficial valón del ejército napoleónico , Alfonso van Worden, que se encuentra con todas esas extrañas criaturas en un viaje de Andalucía a Madrid.

  Encuentro que la novela ha debido envejecer mal, con el cambio de gusto del lector medio, que tanto difiere entre el del siglo XIX y el XXI, a diferencia de otros autores de aquel siglo (Dickens y todos los llamados "victorianos", por ejemplo) que siguen siendo leídos con mayor profusión. Con todo, la novela es entretenida y curiosa, quizá la ambientación en nuestro país distraiga algo (o lo centre, según cada lector).

miércoles, 16 de septiembre de 2020

"El cosmos largo", por Terry Pratchett y Stephen Baxter.

  Que un tipo de la producción literaria de Terry Pratchett tenga colaboraciones con otro autor de renombre del mismo tipo de narrativa de ciencia ficción es un verdadero lujo. Es un verdadero lujo porque los cuarenta y un volúmenes que forman la saga del Mundodisco ya  suponen una creatividad y un talento que muy pocos autores tienen (sobre todo teniendo en cuenta que no hay repeticiones, algo, desgraciadamente, más usual de lo que se supone entre autores de gran éxito); pero, además, es un lujo porque la yuxtaposición de dos talentos parecidos, pero diferentes no sirve sino para que se complementen y generen obras que dejan a sus lectores boquiabiertos y expectantes. Lamentablemente, Pratchett murió a la tempranísima edad de 66 años, plena madurez creativa para muchos escritores, lo cual nos dejó un poco huérfanos a todos sus admiradores. En todo caso, lo escrito, escrito queda, para disfrute de generaciones actuales y venideras.
 La colaboración de Pratchett en este caso es con Stephen Baxter, un renombrado autor de esa llamada "ciencia ficción dura" que tanto gusta a los aficionados, tanto por ser más verosímil como por tener menos errores de bulto en los aspectos científicos. El propio Baxter es matemático e ingeniero, lo cual no merma su capacidad de imaginación de mundos futuros o presentes con diferencias patentes con el actual. 
 Bien, pues Pratchett y Baxter firmaron cinco excelentes libros en común, en la llamada La tierra larga. Éste que leo es la quinta entrega, El cosmos largo.
 Es la quinta novela, sí, el fin de la saga. Cometí el error de empezar por el final. En todo caso, los autores dan la suficiente información sobre la saga en todas las novelas como para que el lector no se quede en ascuas o perdido por cosas que no ha leído antes, además, las novelas son suficientemente independientes como para ser leídas en distinto orden del publicado.
 La tierra larga juega con modificaciones de la dualidad espacio temporal, pero de una manera original, pues no se trata del futuro o del pasado, ni siquiera de lejanos planetas o galaxias, sino de la misma Tierra, que resulta que existe en cantidades casi infinitas. Son mundos idénticos al conocido pero con una diferencia sustancial: no hay seres humanos en ellos. Varían en su geografía, clima, flora y fauna, pero no dejan de ser otra versión de la Tierra, que, al estar libre de humanos, supone una potencialidad sin fin. La tecnología permite que el paso entre planetas sea extraordinariamente sencillo y barato, con una pequeña caja (cruzadora, la llaman) o en dirigibles. Cuando se simultanean un conjunto de desastres, algunos naturales (una erupción volcánica masiva en Yellowstone que aboca el planeta a un invierno permanente) y otros provocados por los propios humanos (estallido de bombas nucleares), la gran mayoría de los siete mil millones de humanos decide abandonar la "Tierra Datum"(nombre que dan al planeta original), pero, al ser tan grande el número de planetas, la mayoría viven aislados, en una suerte de paraíso natural, cazando y recolectando para comer. 
 Ese es el principio básico de la saga, pues el desarrollo se basa en las vivencias de los personajes principales (Joshua Valienté y Lobsang entre otros) que colonizan planetas como si de un capítulo del Génesis se tratara.
 Las aventuras de los personajes, como se puede imaginar, son sorprendentes pero razonablemente verosímiles, y cada libro supone una vuelta de tuerca más en la colonización de los distintos planetas espejo de la Tierra. En la quinta entrega, El cosmos largo, a la situación ya contada se une otra nueva: la recepción de un mensaje desconocido desde alguno de esos planetas, un mensaje enigmático y sugerente: "uníos a nosotros".
 Obviamente, yo no lo narro como Pratchett, pero incluso leyendo esta pobre descripción mía se tiene la sensación de que con el torrente imaginativo de Pratchett y Baxter las posibilidades narrativas son tan infinitas como los millones de planetas Tierra en paralelo. Es un ejemplo para aquellos bobos que piensan que ya está todo escrito y poco queda esperar. Tristemente, como dije antes, Pratchett nos dejó demasiado pronto, ¡quién sabe la cantidad de argumentos y personajes que poblaban esa cabeza y que nos hemos perdido para siempre!

lunes, 14 de septiembre de 2020

"Não tenhas nada nas mãos…", Ricardo Reis (Fernando Pessoa).

 Não tenhas nada nas mãos

Nem uma memória na alma,

Que quando te puserem

Nas mãos o óbolo último,

Ao abrirem-te as mãos

Nada te cairá.

Que trono te querem dar

Que Átropos to não tire?

Que louros que não fanem

Nos arbítrios de Minos?

Que horas que te não tornem

Da estatura da sombra

Que serás quando fores

Na noite e ao fim da estrada.

Colhe as flores mas larga-as,

Das mãos mal as olhaste.

Senta-te ao sol. Abdica

E sê rei de ti próprio.



No tengas nada en las manos

ni una memoria en el alma,


que cuando un día en tus manos

pongan el óbolo último,


cuando las manos te abran

nada te caiga de ellas.


¿Qué trono te quieren dar

que Atropos no te quite?


¿Qué laurel que no se mustie

en los arbitrios de Minos?


¿Qué horas que no te conviertan

en la estatura de sombra


que serás cuando de noche,

estés al fin del camino?


Coge las flores, mas déjalas

caer, apenas miradas.


Al sol siéntate. Y abdica

para ser rey de ti mismo.

viernes, 11 de septiembre de 2020

"Ha llegado el águila", por Jack Higgins.

  Tengo claro que las bibliotecas públicas son los centros culturales más importantes que tiene cualquier población; mucho más que los teatros, auditorios y cines. Desgraciadamente, la mayor parte de mis conciudadanos tiene la opinión contraria. Desgraciadamente, o no... En fin, al margen de la estulticia generalizada de la sociedad, una biblioteca pública bien surtida es una bendición del cielo, un refugio ante la mediocridad, un oasis en el desierto... Los cines, teatros y auditorios son necesarios, nuestra vida (al menos, la mía) sería más pobre y gris sin ellos, pero las bibliotecas son el oxígeno que respiro. Suelto esta cursilada para decir que, además de ser imprescindibles, las bibliotecas públicas permiten leer libros que, bien porque están descatalogados y no se encuentren de segunda mano, bien porque no interese comprarlos, se encuentran allí con total normalidad, esperando ser rescatados del estante. Este último caso es el de la novela que leo ahora: una novela fuera de mi, digamos, "tipo habitual de lectura" y que, aun en edición de bolsillo, no compraría; no tanto por los quince o veinte euros que me iba a costar sino porque no me parece que fuera a tener calidad suficiente como para formar parte de mi biblioteca personal (uno todavía tiene la estúpida pretensión de formar una biblioteca contundente -voy por los mil quinientos ejemplares- que legar a mis hijos). Bueno, es esta novela:


 Encontré la versión cinematográfica en los "océanos internáuticos" y decidí visionarla, ya lo comenté en el blog. Es una película muy efectista, entretenida, con un elenco actoral de lo más granado de entonces y una dirección y fotografía al nivel de lo demás. Todo lo necesario para pasar un par de horas entretenidas... eso sí, si no se cae en la trampa del belicismo... Es decir, si no pensamos que es ficción (es ficción la historia que se cuenta del secuestro de Churchill en pleno Norfolk, no la Segunda Guerra Mundial, claro), tanta ficción como El señor de los anillos, aunque no salgan hobbits, enanos, orcos o dragones. Sólo así, fui capaz de ver la película, y sólo así soy capaz de leer la novela.

 Y aquí recupero lo que decía al principio: no me gastaría los quince o veinte euros que me pedirían los de Grijalbo Mondadori (grupo Penguin Random House) porque no quiero guardar el libro ni que forme parte de mi biblioteca, pero ¿leerlo? Sí, leerlo sí, ¿por qué no? Desde luego no es mi lectura habitual, pero, hasta lo que he leído, la novela está bien pergeñada, los personajes son redondos y sin incongruencias, y la calidad prosística más que aceptable (frases relativamente cortas, predomina la narración sobre la descripción, no muy adjetivada... lo que algunos llaman estilo periodístico, pero sin errores claros). 

 Esta novela fue un superventas en su época (allá por 1975), quizás una época en la que se habían enfriado ya la indignación popular (nunca suficiente, si lo fuera no habría guerras) de la Segunda Guerra Mundial, y la gente buscaba algo que enganchara para leer sin hacerse preguntas morales.


 Con respecto a la película, como suele pasar, la novela es mucho más completa, con más argumentos secundarios que quizá en una cinta de hora y media no da tiempo a introducir, pero que da empaque y solidez a la trama principal, la hace más creíble. Es una más que aceptable novela; entiendo que tuviera éxito en su momento. En realidad, entiendo que tengan éxito las mal llamadas novelas históricas, pues suponen una digresión sobre la historia "oficial" que alguien intenta siempre que traguemos, historia oficial que va cambiando más o menos intensamente hasta caer en un revisionismo que viene a ser un "tú cállate que no tienes ni idea de lo que pasó hace cien años, yo te lo cuento". Pues eso, la mal llamada novela histórica incluye ficción sin pretender elevar a la categoría de dogma lo que cuenta (a diferencia de lo que han pretendido, pretenden y pretenderán hacer los políticos de toda época). Es lo bueno de la literatura, que leas lo que leas siempre puedes pensar que es una historia que se ha inventado un fulano sin ansias de llegar a ser ideólogo, sólo escritor.

miércoles, 2 de septiembre de 2020

"Reading Window", by Grant Snider. (www.incidentalcomics.com).

 

Image from www.incidentalcomics.com

"El lunes empieza el sábado", por Arkadi y Boris Strugatski.

  Tercera novela de los hermanos Strugatski que leo, tras Picnic extraterrestre y Mil millones de años hasta el fin del mundo. La novela actual es mucho más parecida a ésta que a aquélla; sobre todo por el humor surrealista que destila de principio a fin. El protagonista es un programador, Alexandr Priválov, que recoge en su coche a dos autoestopistas en la península de Karelia que resultan ser científicos buscando precisamente un programador. El tipo se queda en una casa que resulta que no es una casa sino un museo, en el que hay un sofá que en realidad es una traductor simultáneo (funcionario, claro), allí trabaja con compañeros que están autorizados a trabajar a título póstumo, fantasmas de todo tipo (entre ellos, Merlín) que también son funcionarios, claro... En fin, una fauna absolutamente inverosímil, tan inverosímiles como eran los hermanos Strugatski.

 Por supuesto, es humor, humor surrealista. Todo es imposible... o no. Creo haber dicho en otra entrada que los Strugatski me parecen una mezcla entre Kafka y los Hermanos Marx. De los Marx tienen ese humor surrealista, absurdo y sorprendente; pero de Kafka tienen esa sensación desasosegante de una sociedad supercontrolada, con delatores por todas partes en la que cualquiera puede pasar de la libertad al presidio de un día para otro sin motivo real. Es, claro está, la sociedad en la que se criaron, la sociedad soviética. 
 Porque en los desatinos de la novela siempre está presente una actividad laboral extenuante y sin sentido, muy semejante a la de Kafka en El proceso o El castillo. El propio título es, según parece, un chiste de la época soviética referida a los horarios laborales. Toda la novela gira en torno al trabajo de Priválov, de sus horarios, sus jefes, los controles de unos sobre otros, los informes inacabables e ilegibles que todos emiten sobre sus compañeros, el autoritarismo ridículo... en fin, el mundo del trabajo... soviético o de cualquier otra época y lugar...
 En buena medida, los Strugatski se burlan de su sociedad y su estúpido concepto del orden, lo cual hace verdaderamente asombroso que no fueran purgados sino todo lo contrario: fueron auténticos superventas del Báltico al Pacífico y, con el paso de los años, también fuera de su país.
 Otro aspecto que se repite en las novelas de Arkadi y Boris son las citas literarias, directas e indirectas. Directamente se cita a Asimov o a Bradbury, dos gigantes de la narrativa de ciencia ficción; pero las citas indirectas son mucho más abundantes, pues buena parte de los personajes, o características de ellos, provienen de otros escritores anteriores. La metaliteratura, pues, es habitual en este par de hermanos, lo cual supone todo un guiño para el lector avezado en este tipo de narrativa.
 Y, por supuesto, es lo que llaman "ciencia ficción dura", es decir, los autores tienen suficientes conocimientos científicos como para hacer verosímil la narración con todo tipo de detalles y argumentación cuidada.
 Pero, vamos, que también es una novela disparatada, alegre y despreocupada. En ese sentido es muy diferente a Picnic extraterrestre, que tenía un trasfondo más oscuro con el argumento principal de un accidente nuclear. Es una novela que necesita una cierta introducción para los noveles, algo que les ponga en antecedentes sobre la época en la que escribieron este par de hermanos, su idiosincrasia política y socioeconómica, si no no se entiende bien el texto.

Salmo 73. El enigma de la felicidad de los malvados.

 1 Salmo de Asaf.  ¡Qué bueno es Dios para el justo, | Dios para los limpios de corazón!  2 Pero yo por poco doy un mal paso, | casi resbalaron mis pisadas:  3 porque envidiaba a los perversos, | viendo prosperar a los malvados.  4 Para ellos no hay sinsabores, | están sanos y orondos;  5 no pasan las fatigas humanas, | ni sufren como los demás.  6 Por eso su collar es el orgullo, | y los cubre un vestido de violencia;  7 de las carnes les rezuma la maldad, | el corazón les rebosa de malas ideas.  8 Insultan y hablan mal, | y desde lo alto amenazan con la opresión.  9 Su boca se atreve con el cielo. | Y su lengua recorre la tierra.  10 Por eso se sientan en lo alto | y las aguas no los alcanzan.  11 Ellos dicen: «¿Es que Dios lo va a saber, | se va a enterar el Altísimo?».  12 Así son los malvados: | siempre seguros, acumulan riquezas.  13 Y dije: ¿para qué he limpiado yo mi corazón | y he lavado en la inocencia mis manos?  14 ¿Para qué aguanto yo todo el día | y me corrijo cada mañana?  15 Si yo dijera: «Voy a hablar con ellos», | renegaría de la estirpe de tus hijos.  16 Meditaba yo para entenderlo, | porque me resultaba muy difícil.  17 Hasta que entré en el santuario de Dios, | y comprendí el destino de ellos.  18 Es verdad: los pones en el resbaladero, | los precipitas en la ruina.  19 En un momento causan horror, | y acaban consumidos de espanto.  20 Como un sueño al despertar, Señor, | al despertarte desprecias sus sombras.  21 Cuando mi corazón se agriaba | y me punzaba mi interior,  22 yo era un necio y un ignorante, | yo era un animal ante ti.  23 Pero yo siempre estaré contigo, | tú agarrarás mi mano derecha;  24 me guías según tus planes, | y después me recibirás en la gloria.  25 ¿No te tengo a ti en el cielo? | Y contigo, ¿qué me importa la tierra?  26 Se consumen mi corazón y mi carne; | pero Dios es la roca de mi corazón y mi lote perpetuo.  27 Sí: los que se alejan de ti se pierden; | tú destruyes a los que te son infieles.  28 Para mí lo bueno es estar junto a Dios, | hacer del Señor Dios mi refugio, | y contar todas tus acciones | en las puertas de Sión.