miércoles, 2 de septiembre de 2020

"El lunes empieza el sábado", por Arkadi y Boris Strugatski.

  Tercera novela de los hermanos Strugatski que leo, tras Picnic extraterrestre y Mil millones de años hasta el fin del mundo. La novela actual es mucho más parecida a ésta que a aquélla; sobre todo por el humor surrealista que destila de principio a fin. El protagonista es un programador, Alexandr Priválov, que recoge en su coche a dos autoestopistas en la península de Karelia que resultan ser científicos buscando precisamente un programador. El tipo se queda en una casa que resulta que no es una casa sino un museo, en el que hay un sofá que en realidad es una traductor simultáneo (funcionario, claro), allí trabaja con compañeros que están autorizados a trabajar a título póstumo, fantasmas de todo tipo (entre ellos, Merlín) que también son funcionarios, claro... En fin, una fauna absolutamente inverosímil, tan inverosímiles como eran los hermanos Strugatski.

 Por supuesto, es humor, humor surrealista. Todo es imposible... o no. Creo haber dicho en otra entrada que los Strugatski me parecen una mezcla entre Kafka y los Hermanos Marx. De los Marx tienen ese humor surrealista, absurdo y sorprendente; pero de Kafka tienen esa sensación desasosegante de una sociedad supercontrolada, con delatores por todas partes en la que cualquiera puede pasar de la libertad al presidio de un día para otro sin motivo real. Es, claro está, la sociedad en la que se criaron, la sociedad soviética. 
 Porque en los desatinos de la novela siempre está presente una actividad laboral extenuante y sin sentido, muy semejante a la de Kafka en El proceso o El castillo. El propio título es, según parece, un chiste de la época soviética referida a los horarios laborales. Toda la novela gira en torno al trabajo de Priválov, de sus horarios, sus jefes, los controles de unos sobre otros, los informes inacabables e ilegibles que todos emiten sobre sus compañeros, el autoritarismo ridículo... en fin, el mundo del trabajo... soviético o de cualquier otra época y lugar...
 En buena medida, los Strugatski se burlan de su sociedad y su estúpido concepto del orden, lo cual hace verdaderamente asombroso que no fueran purgados sino todo lo contrario: fueron auténticos superventas del Báltico al Pacífico y, con el paso de los años, también fuera de su país.
 Otro aspecto que se repite en las novelas de Arkadi y Boris son las citas literarias, directas e indirectas. Directamente se cita a Asimov o a Bradbury, dos gigantes de la narrativa de ciencia ficción; pero las citas indirectas son mucho más abundantes, pues buena parte de los personajes, o características de ellos, provienen de otros escritores anteriores. La metaliteratura, pues, es habitual en este par de hermanos, lo cual supone todo un guiño para el lector avezado en este tipo de narrativa.
 Y, por supuesto, es lo que llaman "ciencia ficción dura", es decir, los autores tienen suficientes conocimientos científicos como para hacer verosímil la narración con todo tipo de detalles y argumentación cuidada.
 Pero, vamos, que también es una novela disparatada, alegre y despreocupada. En ese sentido es muy diferente a Picnic extraterrestre, que tenía un trasfondo más oscuro con el argumento principal de un accidente nuclear. Es una novela que necesita una cierta introducción para los noveles, algo que les ponga en antecedentes sobre la época en la que escribieron este par de hermanos, su idiosincrasia política y socioeconómica, si no no se entiende bien el texto.

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