jueves, 6 de marzo de 2014

Releído: "Momo" de Michael Ende

 No recuerdo cuándo la leí, supongo que a mis quince o dieciséis años, pero no me supuso un gran impacto emocional, ¿razón? En mi opinión, Momo, como tantos otros libros llamados "literatura infantil y juvenil" deberían sacarse de ese cajón de sastre un tanto infamante para entrar en la literatura general. Cierto es que muchos de ellos presentan una estructura muy sencilla, fácilmente desentrañable para un joven; que los personajes son bastante planos, con escasas complicaciones interiores; y que los finales son siempre muy optimistas y endulzados; pero muchos tienen un trasfondo que los hace muy interesantes para una meditación más madura. Es el caso de Momo.
 En la obra de Ende, realmente solo he leído esta novela y La historia interminable pero parece que poco más es importante, cobra una relevancia notable la reivindicación de la ilusión infantil, con su optimismo, su capacidad de soñar, de imaginar; frente a ello, la mediocridad del día a día, la prosaica cotidianeidad que aporta un tono gris a la existencia representa el lado malvado de sus novelas (quizás esta dualidad bueno-malo es otra de las características de esa literatura juvenil de la que antes hablaba). En Momo los "malos" son los hombres grises, que roban el tiempo a los hombres haciendo que sus vidas sean carentes de alegría y esperanza, haciéndoles avariciosos y amargados; es muy difícil no ver un claro paralelismo entre esos hombres grises y los gobernantes actuales de nuestra sociedad: políticos, banqueros, empresarios... que, lamentablemente, se han erigido en verdaderos ejemplos a seguir por la ciudadanía.
  Frente a ellos, Momo, una niña que no ha perdido esa ilusión infantil, capaz de defender el derecho a "perder el tiempo", a disfrutar con sus amigos y a no crecer nunca. 
 Son, por tanto, temas que afectan a la totalidad de los humanos pensantes (por desgracia no todos) a cualquier edad, y que, en realidad, solo los adultos llegan a comprender totalmente cuando, tristemente, la vida se lo muestra con la crudeza habitual.