domingo, 25 de septiembre de 2022

"Arriva l'autunno".

 Arriva l'autunno

Autunno, Giuseppe Arcimboldo. Pittura a olio su tavola. Museo del Louvre, Parigi.(Immagine presa da Wikimedia Commons).

"Regimiento monstruoso, una novela del Mundodisco", de Terry Pratchett.

  Trigésimo primera entrega de la saga del Mundodisco. Ahora, Pratchett satiriza el mundo militar y todo lo que lo rodea, así como las obligaciones y roles de género. Es por ello una novela muy de actualidad, aunque fuera publicada por primera vez hace casi veinte años. También satiriza el autor inglés la cerrazón mental propia de los Estados que lleva a guerras cada pocos años por un "quítame allá esas pajas". Entre esas cerrazones están, claro, el patrioterismo disfrazado de defensa de lo propio, el fanatismo religioso disfrazado de espiritualidad, y la repetición sistemática de conductas estúpidas disfrazado de tradición. Todo muy en la línea de Terry Pratchett. Por otro lado, ya en mi caso concreto, comienzo a cansarme un tanto de los planteamientos "pratchettianos"; no sé si son las más de treinta novelas del Mundodisco, el agotamiento de un tema concreto o de una forma de narrar o incluso la avanzada edad de Pratchett que, ya en aquel 2003, había sido diagnosticado de alzhéimer... o puede que sea yo, que me estoy cansando de esto... pero lo cierto es que ha habido momentos en los que me parecía francamente predecible el argumento, algo que leyendo a Pratchett nunca antes me pasó... En fin...
 El argumento es el siguiente: en un anticuado y autoritario país del Mundodisco, Borogravia, tienen un culto especial, el del dios Nuggan, para el cual casi todos los comportamientos y circunstancias normales son abominaciones. El dios, silente un tiempo, parece abominar todo, incluidas las naciones fronterizas; así, Borogravia está en guerra constante con sus vecinas. En el contexto de la última guerra, una cantinera, Polly se alista para buscar a su hermano desaparecido en combate; lo hará disfrazada de hombre puesto que el hecho de que las mujeres sean militares es una abominación a los ojos del dios Nuggan. Con ella se alistarán tres jóvenes chicos más perdidos que otra cosa, un vampiro abstinente de sangre, un troll llamado Carborundo y un Igor (esos personajes tan simpáticos hechos de retazos de otras gentes y que, a su vez, se desempeñan con gran éxito en la tarea de "recomponer" mutilados, tarea valiosísima en una guerra). Esa pequeña tropa, liderados por un fogueado sargento, Jackrum, y un novato teniente, Blusa, correrán toda suerte de complicaciones, aventuras y desventuras. Con el paso de los días, los distintos componentes de la patrulla van "saliendo del armario": se descubre que todos son mujeres disfrazadas de hombres, incluso el vampiro que es vampiresa, el Igor que será Igorina y el troll Carborundo que en realidad se llama Jade. A pesar de ello (o, como se insinúa en la novela, precisamente por ello), la patrulla tendrá unos éxitos militares inesperados, y acabarán por tomar un fuerte que los llevará a un acuerdo de paz ventajoso para ambas partes. Las mujeres demostrarán su valentía en el campo de batalla y, finalmente, se descubrirá que, en realidad, todos, inclusive el sargento Jackrum son féminas.
 Por tanto, como antes decía, Pratchett satiriza los roles de género que tantos siglos han estado cincelados a sangre y fuego en la mentalidad colectiva occidental; además, por supuesto, de una sutil sorna sobre todo lo soldadesco. Esos roles de género han formado parte de mi educación desde la más tierna infancia, pero vamos... que yo sabía que las mujeres pueden ser (y muchas lo son) más brutas que cualquier hombre y que muchos hombres podemos ser mucho más tiernos y cariñosos que cualquier mujer también lo he vivido en carne propia...Apruebo y disfruto, por tanto, de esa sátira. Un servidor, sin embargo, echa de menos sátira sobre la guerra como método general de supervivencia de las naciones y su cultura (es un tema tan triste que no creo que se pueda hacer bromas sobre ello, en todo caso). Porque al leer la novela no aparece sátira alguna sobre la más animalesca (perdón a los animales, que no tienen culpa ninguna) costumbre de los seres humanos: la de matarse los unos a los otros de forma organizada de tiempo en tiempo. Está muy bien afirmar que no hay mejor soldado (ni mejor general, ¡eh!) que una mujer, pero igual era más útil para cualquier sociedad tratar de afirmar que no hace falta ser soldado ni general para sobrevivir dignamente. En fin, es mi opinión...

viernes, 16 de septiembre de 2022

"It ain't me, babe", Bob Dylan. (For my only one)

Bob Dylan (1963). Image taken from Wikimedia Commons.

Go away from my window
Leave at your own chosen speed

I'm not the one you want, babe
I'm not the one you need

You say you're lookin' for someone
Who's never weak, but always strong
To protect you and defend you
Whether you are right or wrong

Someone to open each and every door
But it ain't me, babe
No, no, no, it ain't me 
It ain't me, babe you're lookin' for, babe

Go lightly from the ledge, babe
Go lightly to the ground

I'm not the one you want, babe
I'll only let you down

You say you're lookin' for someone
Who'll promise never to part
Someone to close his eyes for you
Someone to close his heart

Someone who will die for you and more
But, it ain't me, babe
No, no, no, it ain't me babe
It ain't me you're lookin' for, babe

Go melt back in the night

Everything inside is made of stone
There is nothing in here moving

And, anyway, I'm not alone

You say you're lookin' for someone
Who'll pick you up each time you fall
To gather flowers constantly
And to come each time you call

A lover for your life and nothing more
But, it ain't me, babe
No, no, no, it ain't me, babe
It ain't me you're lookin' for, babe.

jueves, 15 de septiembre de 2022

"Venus en las tinieblas. Relatos de horror escritos por mujeres", compilado por Valdemar.

  En los últimos veinte años habré comprado decenas de libros de la editorial Valdemar, y, especialmente, me gusta su colección "El Club Diógenes", por su pequeño formato (que se traduce en un precio contenido, algo necesario para mí), cómodo para llevar y traer, y también porque han recogido un montón de compilaciones en función del argumento de los relatos contenidos. Así, por ejemplo, de El Club Diógenes de Valdemar tengo: Quién anda ahí... Los mejores relatos de fantasmas (dedicado, obviamente, a relatos de apariciones fantasmagóricas), Bienvenidos al Sabbath (con relatos basados en apariciones demoníacas y aquelarres), El gabinete de los delirios (relatos sobre sabios locos), Vampiros... y más que vampiros (no creo que haga falta decir de qué van esos relatos), La maldición de la momia (relatos ambientados en el Antiguo Egipto), Mares tenebrosos (antología de cuentos de terror en el mar), La sombra del asesino (relatos de crímenes y misterio), Con la risa en los huesos (relatos de humor) o La muerte, una antología (relatos a vueltas con la "muerte metafísica"). Vamos, que la editorial Valdemar ha sacado estas antologías basándose en las distintas tramas argumentales de relatos de terror, algo que yo he agradecido de la única forma que un lector puede hacerlo: comprando esos libros. Ahora, sin embargo El Club Diógenes saca un pequeño volumen de relatos de terror que no tienen en común más que el hecho de haber sido escrito por personas cuya dotación genética es XX... ¿habrá acertado la editorial?
 Pues hombre, depende... Depende porque, en principio, una editorial está para sacar libros vendibles, cuanto más, mejor; esto lleva a tener que plegarse a los cambios en los hábitos de los lectores y en la sociedad en general, cambios duraderos o modas pasajeras, pero vamos, que es mala cosa la intransigencia para vender libros. Con este principio tan prosaico, toda editorial se ha de acabar pareciendo a la sociedad para la que trabaja; a una sociedad superficial, una editorial superficial; "adaptarse o morir". Porque, en mi humilde opinión, considero que los relatos no se escriben con los testículos o los ovarios, y que los miedos que pueblan los relatos de terror no tienen absolutamente nada que ver con el sexo (ahora, género) del escritor o del lector. Retaría a cualquiera a que leyera cualquier relato de terror y, sin conocer el nombre del autor, se atreviera a decir si éste es hombre o mujer. Pero... las modas mandan y... ya digo: la editorial tiene que vender libros sí o sí. Para que entiendan que esto es una moda les recomendaría a los señores de la Editorial Valdemar que prueben a compilar relatos de terror en función de que los autores compartieran otra particularidad tan irrelevante como el sexo, ahí les mando unos títulos (modo jocoso, claro) por si necesitan inspiración: Terror por la izquierda. Antología de relatos de horror escritos por zurdos, o bien, Miedo en colorado. Relatos de terror escritos por pelirrojos, así como, Horror con peluca, Compilación de relatos de terror escritos por calvos. Ridículo, ¿verdad? Pues eso...
 Pero, claro, un servidor, voraz lector de narrativa de terror, compró el pequeño volumen e ignorando las infumables introducciones del compilador, lo leyó. 
 Al margen del sexismo del título, el tomo está mal titulado, debería llamarse algo así como Historias de fantasmas relatos fantasmagóricos, así como hacer referencia a la época en que fueron escritos (de nuevo, un aspecto muchísimo más importante que el sexo de las autoras); en este sentido, todas las autoras son anglosajonas y de finales del siglo XIX, lo que los ingleses llaman "época victoriana". Esto ya por sí solo habla de la calidad de los relatos de terror, que tuvieron su época dorada en aquel siglo y fueron escritos por autores ingleses, a uno y otro lado del Atlántico.
 De los relatos contenidos, El empapelado amarillo, de Charlotte Perkins Gilman, es un excelente relato de una obsesión que acaba en enfermedad mental, narrado en primera persona, lo que hace que el lector sienta el descenso a los infiernos de la autora. Otra pequeña joya es La joven invisible, de Mary Shelley, no tiene la calidad de Frankenstein o el moderno Prometeo, pero contiene todos los elementos de éste (ambientado en una torre semiderruida, tormenta amenazante, amores trágicos...) que lo convierten en un clásico cuento del Romanticismo literario. Otro relato interesante, aunque más humorístico que terrorífico es el de la inmortal Charlotte Brönte, Napoleón y el espectro, que no es sino una burla del pequeño gran general. Con todo, el texto que más me ha gustado es el de Clemence Housman, La mujer-lobo, más una novela breve que un relato, con un argumento extraordinariamente bien pergeñado y unos personajes redondos y arrebatadores.

domingo, 4 de septiembre de 2022

"Morning Pages", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com).

 

Image taken from the site www.incidentalcomics.com

"La mala reputación", Georges Brassens.

 

Georges Brassens. Imagen tomada de Wikimedia Commons.


En mi pueblo, sin pretensión, tengo mala reputación,
que haga lo que haga es igual, todo lo consideran mal,
yo no pienso, pues, hacer ningún daño queriendo vivir fuera del rebaño.
No, a la gente no gusta que uno tenga su propia fe,
no, a la gente no gusta que uno tenga su propia fe.
Todos, todos me miran mal, salvo los ciegos, es natural.

Cuando la fiesta nacional yo me quedo en la cama igual,
que la música militar nunca me pudo levantar.
En el mundo, pues, no hay mayor pecado que el de no seguir al abanderado.
No, a la gente no gusta que uno tenga su propia fe,
no, a la gente no gusta que uno tenga su propia fe.
Todos me muestran con el dedo, salvo los mancos, quiero y no puedo.

Si en la calle corre un ladrón y a la zaga va un ricachón,
zancadilla doy al señor y aplastado el perseguidor.
Eso sí que sí que será una lata, siempre tengo yo que meter la pata.
No, a la gente no gusta que uno tenga su propia fe,
no, a la gente no gusta que uno tenga su propia fe.
Tras de mí todos a correr, salvo los cojos, es de creer.

Ya sé con mucha precisión cómo acabará la función,
no les falta más que un garrote para matarme como a un coyote.
A pesar de que no arme ningún lío, con que no va a Roma el camino mío.
No, a la gente no gusta que uno tenga su propia fe,
no, a la gente no gusta que uno tenga su propia fe.
Tras de mí todos a ladrar, salvo los mudos, es de pensar.

"La impaciencia del corazón", de Stefan Zweig.

  Doy gracias a Dios porque a mis cincuenta y pocos años la lectura siga siendo un placer arrebatador y adictivo. Supongo que, a medida que vaya cumpliendo años, el resto de placeres ira declinando, mientras que este de la lectura se afiance más y más, al menos hasta que lleguen esos "amigos" conocidos como demencia senil, alzhéimer y demás... Lo cierto es que decir esto es decir poco, porque no es la lectura cualquiera la que me embelesa, sino la lectura de grandes autores, verdaderos artistas de la palabra escrita capaces de pergeñar historias cautivadoras que uno no puede abandonar hasta llegar al punto final. Stefan Zweig es (ya lo sabía desde hace años) uno de estos autores.
 En efecto, Zweig tiene un dominio de la narrativa que lo eleva al más alto parnaso literario de todos los tiempos. Tal vez su temprana muerte o la incompetencia de los editores hayan impedido su difusión a un grupo mayor de lectores... o, tal vez, "no se hizo la miel para la boca del asno"...
 La impaciencia del corazón (por cierto, antes traducida como La piedad peligrosa, título quizá demasiado explícito) es una de las mejores novelas de Zweig, lo cual es mucho decir habida cuenta la egregia calidad de toda su obra. Argumento principal (grosso modo): en primera persona, Zweig narra la juventud del teniente Hofmiller, militar al servicio del emperador austro-húngaro, joven ingenuo pero bienintencionado, ignorante pero con alto sentido de la moral. El bueno de Hofmiller entra en relación por pura casualidad con la familia Kekesfalva, adinerados nobles que dominan la vida social del confín del imperio en el que se asienta el destacamento del teniente. Con normalidad, pensando que por pura urbanidad, el militar entra en contacto con toda la familia noble, incluida Edith, la más joven, postrada en una silla de ruedas desde su infancia. En su extrema bisoñez, Hofmiller asiste a un encandilamiento de todos los Kekesfalva, pero especialmente de Edith, él lo atribuye a mera cortesía. Edith, joven que frisa los veinte años, es como un pajarillo con una ala rota: voluble, caprichosa, enamoradiza... tan enamoradiza que se encapricha irremediablemente del teniente, hasta que, un día, se lo demuestra ante el desconcierto y la sorpresa del chico. El padre de Edith, temeroso de que una negativa del militar lleve a un empeoramiento de la salud de su hija le promete el "oro y el moro" si se casa con ella, pero el joven, inasequible al soborno y no enamorado de Edith, la rechaza. En este momento surge el impagable personaje del doctor Condor, médico personal de Edith, contraparte de Hofmiller en el sentido de que conoce plenamente la situación; Condor abre los ojos del teniente, explicándole como von Kekesfalva no tiene nada de noble, que adquirió su fortuna por una estafa y un matrimonio sucesivos, así como que la paraplejia de Edith es incurable. El teniente Hofmiller entra entonces en una profunda crisis personal: se debate entre ceder al chantaje de Kekesfalva y aceptar el amor de Edith, y mantenerse firme en sus ideales de honestidad y perseverancia. Finalmente, los acontecimientos se precipitarán por la intervención de terceros, desencadenando la tragedia.
 Bueno, pero aquí el argumento es lo de menos. Lo de más es la apabullante capacidad de Zweig para mostrar los sentimientos, para describir la agonía por la que pasan las conciencias de los personajes. Es el ejemplo perfecto de lo que se dio en llamar el "diálogo interior", verdaderos soliloquios en los que el personaje (principalmente Hofmiller, toda vez que se narra en primera persona) pasa por todo tipo de tribulaciones y cambios de opinión. Zweig es el maestro en la descripción de la psique del individuo, sus personajes son de una redondez extraordinaria porque muestra la evolución psicológica y sentimental de forma total. Todo esto hace que el argumento, excelente en sí mismo, pase a un segundo plano, siendo estos cambios sentimentales y racionales los verdaderos protagonistas. También delinea con una finura encomiable la figura de la criatura herida (Edith), caprichosa y consentida, víctima y verdugo a la vez de su propio carácter.
 Zweig es un cantor a los sentimientos, pero a los sentimientos complejos, no exentos de agonía. Disecciona el alma humana con un fino bisturí experto, para acabar mostrando al hombre como a un animal ridículamente complejo.