martes, 11 de julio de 2017

Vidas cortas, vidas intensas.

 Es extraordinario el número de escritores de renombre que fallecieron jóvenes, apenas alcanzada la edad en la que se les supone ya una madurez creativa. Algunos de ellos, incluso, se quitaron la vida en plena juventud. ¿Hay algo propio de sus caracteres o talentos que les haga llevar vidas breves e incluso desgraciadas? Tal vez la exacerbada sensibilidad que les permite crear páginas que nos emocionan y dan sentido a nuestras vidas tiene como contrapartida la extrema tendencia al sufrimiento propio o incluso una falta de capacidad de luchar contra las adversidades de la vida real, toda vez que sus mundos más queridos son imaginados y volubles; o puede que el motivo sea más prosaico, que simplemente sea la dedicación tan ingrata (socialmente hablando, nunca en lo personal) que no genera ingresos lo que los lleve a tan amargo final en la flor de la vida.
 Tres suicidas: John Kennedy Toole (muerto a los 31 años), Robert E. Howard (30) y Sylvia Plath (a los 30). Los dos varones con difíciles relaciones con madres autoritarias y entrometidas, la mujer con depresiones continuas; con todo los tres dejaron huella literaria indeleble en las décadas siguientes.
 Otros no se suicidaron pero llevaron igualmente vidas cortas, ejemplos: Poe (40 años), Pessoa (47), Lovecraft (46) o W. H. Hodgson (40). Son unos pocos ejemplos de autores leídos, admirados e imitados hasta la saciedad que no consiguieron la felicidad en el mundo terrenal, o si la percibieron estaría más en sus mentes que en la realidad.

  Analizando sus vidas se comprueba que no fueron "verdaderos campeones" de la vida social, sino todo lo contrario, gente retraída cuyos mundos estaban más en las páginas impresas que en la vida cotidiana; tal vez esta sea la explicación más plausible: la falta de medios para su subsistencia que los llevó a no soportar la tediosa cotidianeidad.

 Puede que sus mundos reales fueran demasiado vulgares para lo que anidaba en sus cabezas. Sus coetáneos, en cualquier caso, no supieron apreciar la calidad excelsa de sus escritos y despreciaron (como hacen todos los ignorantes) lo que no entendieron.

 Es, probablemente, una constante que pervive y prevalecerá en la especie humana mientras ésta exista: la sociedad promociona a los mediocres, que son aquéllos que no tienen dificultades para encontrar acomodo en la grisura común (léase trabajos bien remunerados y estupidez suficiente para atontarse con su pobreza intelectual).
Imágenes extraídas de Commons Wikimedia
 Puede, incluso, que la creatividad literaria sea una herramienta adaptativa que nos permita a unos pocos luchar contra la degeneración intelectual que promueve como norma la sociedad del "mono desnudo".