miércoles, 28 de noviembre de 2012

Fragmento del quinto capítulo de mi novela: "Honrarás a tu padre"


5 - Gerhard Bremer

No fueron días fáciles. Sin embargo, físicamente se encontraba con más fuerzas casi cada hora que pasaba, las comidas y cuidados de Núria obraban cotidianos milagros en el, por otra parte, sano cuerpo de un joven de veintitantos años; pero en el ámbito espiritual, no parecían veinte años sino ochenta. El mazazo que supuso el asesinato de Sarah le dejó sin fe alguna en la humanidad; ahora entendía mejor como un individuo podía ser un guardián en una estructura carcelaria como es un campo de concentración, en el que se “almacenaba” y eliminaba sistemáticamente a miles de seres humanos, eran los mismos “principios” que seguían aquéllos que habían matado a sangre fría a Sarah Löwenstein, sin un juicio aunque fuera amañado, era el principio que se basaba en el más absoluto desprecio por la vida humana, la cosificación más brutal de un semejante.
Un abrazo, eso fue todo lo que aceptó su accidental casera como pago por su alojamiento, cuidados, alimentación. En realidad le habían salvado, una vez más, la vida, y él solo podía seguir adelante sin detenerse, ¡qué absurdo! Todo era indiferente: la muerte, la vida parecían simples casualidades a las que no se debería prestar gran atención. Un mundo animalizado, sin humanidad alguna. La guerra con sus barbaries había acabado hacía más de veinte años, pero la sociedad parecía haberse acostumbrado a la sinrazón y a la vida cuasi-animal. Había leído no sabía donde que los anglosajones llamaban a la vida apresurada y sin verdadero sentido algo así como rat race, y en efecto así lo conceptuaba él, como una carrera de ratas que no tenía lógica alguna. Hacía pocos días, una testigo de primera mano de la barbarie que nunca debiera repetirse, había sido abatida a tiros por una patrulla de la Guardia Civil española solo por haber pasado ilegalmente la frontera, o por ser confundida con contrabandistas, así, sin más. Imaginaba el desconcierto de los asesinos cuando hubieran registrado su documentación austriaca, quizá, incluso, no hubieran sido capaces de adivinar su condición de judía aún llamándose Sarah y apellidándose Löwenstein, en aquel país en el que casi cinco siglos antes se había eliminado todo resto de sangre judía. Un sinsentido, un absurdo. La vida o la muerte de un ser humano decidido en un momento como si fuera una hormiga... El sentido de irrealidad caprichosa dejaba la aventura de Lars totalmente fuera de lugar, ¿quién habría de creerle si lo contara? Y, sin embargo, esa irrealidad le impulsaba a seguir buscando a su padre biológico para tratar de hilar su existencia con el hilo de la lógica, aunque esta fuera brutal.