jueves, 19 de noviembre de 2020

"El zorro en el ático", por Richard Hughes.

  Había leído cosas interesantes sobre este tal Hughes: obra escasa pero selecta, argumentos enraizados en lo histórico pero de pura ficción, temas que incitan a la reflexión... Así que tomé una de las novelas que encontré en la biblioteca local, ésta:
 La novela está estructurada en tres libros que tienen continuidad (de hecho, no hay cambios argumentales entre ellos, parece más una división estética que otra cosa). En el primero (Polly y Nelly) se presenta al protagonista, Augustine, al que los críticos literarios consideran trasunto del autor, pues es un aristócrata inglés que lleva una vida anodina en la campiña de su país, alejado de su sociedad, una sociedad llena de arcaísmos, prejuiciosa e inútil. El tal Augustine abomina de su sociedad, se siente (y es sentido como) extraño, por lo que decide viajar a Baviera donde tiene parientes. Parece ser que Richard Hughes fue algo parecido: un aristócrata venido a menos que nunca encajó bien en su anacrónico mundo. El segundo libro (El cuervo blanco) es, sin duda, el más histórico de los tres, pues entrelaza la vida del inglés en Alemania con el famoso Putsch de Munich en el que Hitler se dio a conocer, al menos a los alemanes, y que, en realidad, fue un sonoro fracaso. En este segundo libro se muestra una sociedad alemana más moderna que la inglesa, en la que las prebendas aristocráticas (la familia alemana de Augustine es también aristocrática en el país centroeuropeo) han quedado olvidadas, que los nobles se implican como cualquier otro ciudadano en la tarea de reconstruir o redirigir el país (en el libro primero se había hecho especial énfasis en mostrar a la nobleza inglesa como un grupo de opulentos ricachones sin interés por los aspectos mundanos). Se hace un retrato parcial de Adolf Hitler que lo presenta como un aspirante mediocre a gobernante, alguien lleno de dudas que trata de caminar entre dos aguas para sobrevivir a todos los posibles avatares que la cambiante política alemana de la época pudiera traer. Entre los familiares alemanes del inglés se encuentran tipos diversos: Otto, el tío y patriarca, militar de la vieja escuela y partidario de la secesión de Baviera; Franz, sobrino del anterior, que cae bajo el influjo de una Alemania nueva y brillante que vendía el nacionalsocialismo; o Mitzi, hermana de Franz, una joven que queda súbitamente ciega (desprendimiento de retina), de la cual se enamora perdidamente el inglés, aunque ésta apenas sabe de su existencia. Por último, en el tercer libro (El zorro en el ático) se narra el desenlace del Putsch, la estoica aceptación de la ceguera por parte de Mitzi y su acercamiento progresivo a la religión, así como algunos argumentos secundarios (en mi opinión, un poco a desmano) de la familia inglesa del protagonista.
 ¿Y qué me ha parecido? Bueno, desde el punto de vista formal no hay queja alguna. Está bien narrado, con una prosa moderna, es decir, de lectura rápida, con pocas frases subordinadas y escasa adjetivación, pero que no cae en el simplismo, capaz de simultanear la narración de dos o más ámbitos distintos sin que el lector pierda el hilo en ningún momento. Con todo, al principio de cada uno de los libros hay un párrafo de mayor o menor longitud que trata de presentar lo que va a contar a continuación de una forma un tanto pretenciosa, como si el autor hubiera rebuscado en exceso las palabras, dejando una sensación de texto afectado, impostado. ¿Y en el plano argumental? Con respecto a los argumentos, creo que son interesantes, están bien pergeñados los ficticios y bien engranados con éstos los históricos, pero no dejo de tener un sabor agridulce al terminar de leerlo. Hay muchos altibajos de calidad en la novela. Ya decía antes, esos párrafos iniciales, demasiado pretenciosos, se alternan con capítulos que parecen claramente de relleno, sin mordiente ni verdadera justificación de su existencia. En conjunto, parece una obra muy pensada... demasiado pensada, tal vez. El autor ha trabajado en exceso el texto, pero no con resultado positivo, ha quedado algo demasiado artificial. Se ve calidad evidente, pero no acaba de convencer, una pena.