viernes, 5 de febrero de 2016

Septiembre de 1940, biblioteca de "Holland House", Kensington, Londres.

 Esta fotografía es el fondo de pantalla que tengo en el ordenador en el que escribo. Como reza el título, fue tomada en septiembre de 1940, cuando las bombas del Tercer Reich aterrorizaban noche sí y noche también a los londinenses. Es la biblioteca (lo que queda de ella) de una noble casa: Holland House en el céntrico barrio de Kensington. Al margen de la alta calidad de la fotografía (es utilizada como ejemplo en cursos sobre encuadre y composición fotográfica), es una imagen de una gran simbología. Lo es porque supone la supervivencia de la cultura frente a la barbarie (en este caso de los nazis, pero es ampliable a cualquier otra imposición por la fuerza). En realidad no es más que un reducido grupo de curiosos (tal vez alguno se llevó algún libro a su casa) que rinde pleitesía al que para mí es el verdadero templo de erudición y de cultura del ser humano: la biblioteca. El sitio creado por los humanos para luchar contra esa barbarie animalesca a la que antes aludía. 
 Esta fotografía es, además, simbólica para mí como individuo. La tomo en el plano personal porque, a lo largo de mi vida, me he sentido miles de veces como esta martirizada biblioteca: asediado, vilipendiado, insultado, ofendido y maltratado. En mi caso no eran bombas nazis, pero la intención era semejante: hacerme cambiar, no permitir que viviera mi vida, injerirse hasta el más íntimo átomo de mi existencia... Así que... sí, también eran bombas, y también de nazis. Tal vez no lleven uniforme de las SS, pero su catadura moral es la misma. Lo que más me dañó fueron las bombas nazis de aquellos que tenía más cerca, principalmente la familia (últimamente la familia política). Frente a todas esas bombas, no obstante, sigo en pie... quemado, derruido, dañado sin reparación posible, pero en pie, como la biblioteca de Holland House, y, pese a quien pese, seguiré adelante con mi vida tal y como yo la concibo sin plegarme a sus intimidaciones y convenciones sociales y, sobre todo, sin pedir permiso ni perdón.