sábado, 13 de enero de 2024

Inciso musical: concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, dirigida por Roberto González-Monjas. Obras de Ottorino Respighi, Ralph Vaughan Williams y Mozart.

 Séptimo concierto de abono de la temporada 23-24 de la OSCyL. Hoy el director habitual, Thierry Fischer, es sustituido por el joven violinista y director vallisoletano Roberto González-Monjas. El concierto comenzó con Ottorino Respighi, el talentosísimo director italiano, creador de cuadros musicales apabullantes en forma de poemas sinfónicos. Precisamente de estos poemas sinfónicos de Respighi los más notables son la llamada Trilogía de Roma, por haber sido la ciudad eterna donde encontró la inspiración, sólo falta el tercero, Feste romane, por interpretarse aquí. Le fontane di Roma (Las fuentes de Roma) tiene querencias de otros grandes compositores románticos (Respighi por edad caería en lo que llamaron post-romanticismo) como Maurice Ravel y Richard Strauss; sus movimientos se equiparan a cuatro famosísimas fuentes romanas que sirvieron de iluminación al autor, a saber: la fuente del Valle Giulia, la fuente del Tritón, la Fontana di Trevi y la fuente de Villa Medici. Bien, es un poema sinfónico espectacular, la verdad, pero yo no acabo de imaginarme ninguna de estas fuentes, las cuales conozco personalmente (hoy, especialmente la Fontana di Trevi habría que describirla como una fuente monumental en una pequeña plaza, sí, pero, sobre todo, como una aglomeración desmesurada de turistas), bueno, a lo que iba, Le fontane di Roma no me evoca especialmente esas monumentales fuentes romanas, esto contrasta vivamente con el poema sinfónico por excelencia que un servidor disfrutó en su primera juventud y que lo convirtió en melómano de por vida, El Moldava de Bedrich Smetana. A orillas de ese río checo no he estado nunca, pero la genialidad de Smetana imita el curso del arroyo primero, para ir creciendo poco a poco y convertirse en un enorme río que desemboca en el Elba; las fiestas campesinas que se celebran en sus orillas también están recogidas con verosimilitud casi de folklorista. Le fontane di Roma no es tan claramente evocadora, aunque pinta cuadros musicales capaces de arrancar interminables aplausos en pie.
 Contando con Roberto González-Monjas como violinista y director, la elección del Concierto para violín y orquesta en Mi bemol de Mozart es un acierto. Son tres movimientos, cada cual con su genialidad: el primero, Allegro, tiene un tutti que arrastra a los espectadores con una intensidad que sólo el genio de Salzburgo sabía conseguir; el segundo, Andante cantábile, muestra una serenidad fascinante, con un solo de violín que hace las delicias de los espectadores, especialmente cuando el virtuoso solista es de la tierra; por último, en el tercero, Rondeau: Andante grazioso, Mozart entreteje un tema en el que escuchamos la clásica danza que tan fácil es de escuchar.
 Ralph Vaughan Williams fue un compositor inglés del cambio de siglo XIX al XX. También influenciado por Maurice Ravel y por Claude Debussy, fue un apasionado de la poesía, especialmente de la de Walt Whitman. En la obra que la OSCyL interpreta hoy, The Lark Ascending (La alondra ascendiendo) se inspira en un poema del poeta victoriano George Meredith y en la propia ave, un sencillo pajarillo de colores parduzcos. El resultado es una composición etérea, vaporosa, de gran sensibilidad y delicadeza, que queda un tanto desleído en una gran sala sinfónica. En este sentido, la diferencia entre salas de cámara y salas sinfónicas me parece un tanto forzada. Creo que obras de gran intensidad y potencia necesitan una sala de tamaño grande, pero esta de Williams, aunque su orquestación no lo justifique, debería ser interpretada en una sala más pequeña, con menos público, así se podría disfrutar sus frases musicales delicadas y sutiles con mayor propiedad.
 El concierto de ayer terminó con I pini di Roma (Los pinos de Roma), de nuevo de Ottorino Respighi. Ésta es la obra más conocida del compositor italiano, que tiene una energía verdaderamente apabullante, especialmente en su último movimiento, I pini della Via Appia (Los pinos de la Vía Appia), que ponen el auditorio en pie en el aplauso final. En este caso es lo contrario que lo de Ralph Vaughan Williams, Respighi da un peso tremendo al viento metal y a la percusión de una manera que sólo Wagner, Bruckner o Richard Strauss se atrevieron a dar. El resultado es de una intensidad arrolladora, en las antípodas de la etérea The Lark ascending de Vaughan Williams. Por cierto, I pini di Roma fue una de las piezas elegidas por Disney para esa película de animación con música clásica llamada Fantasía 2000 y que rememoraba otra sesenta años anterior llamada Fantasía a secas. Esas dos películas supusieron notables hitos en el cine de animación, pero también en la excelente combinación de éste con la música clásica. Lo curioso es que los de Disney no pensaron en pinos ni en la Vía Appia de Roma cuando pusieron imágenes gráficas a la música, sino una especie de ballet colectivo interpretado por ballenas jorobadas, que salían de su medio acuático natural para volar entre nubes. Puede parecer extraño, pero el resultado fue muy apropiado, por eso es por lo que antes decía que en los poemas sinfónicos de Ottorino Respighi la música no evoca directamente lugares o hechos concretos, aunque al compositor se lo inspirara, claro.