jueves, 27 de diciembre de 2012

Ahora leyendo: "Noche fantástica" de Stefan Zweig

  Sigo comprando libros en ediciones baratas, suelo decir aquello de "compro libros para leer, no para enseñar -presumir de- mi librería a los amigos"; por supuesto, muchos son de Editorial Cátedra o Alianza Editorial, pero hay dos editoriales relativamente nuevas (creadas hacia el cambio de siglo) que me gustan especialmente: Valdemar y Acantilado. Pues bien, de Acantilado es la compilación de relatos de Zweig.
   Ya hablé de Stefan Zweig en otra entrada, es uno de mis cuentistas favoritos; hablé de él a cuenta de su "muerte voluntaria" en su exilio brasileño, angustiado por una situación política internacional que él creía invariable, el ascenso al poder del nazismo. Ahora empiezo con este buen puñado de relatos.
   Probablemente la vida de Zweig fue un verdadero drama, obviamente lo demuestra su final, pero sobre todo porque, al igual que Joseph Roth, Zweig disfrutó de un éxito muy temprano, concitó admiración de crítica y público, se codeó con la alta sociedad vienesa, hasta que por los desvaríos racistas de un tal Hitler y sus adláteres, se llegó a la conclusión de que todo lo escrito por este hombre no tenía valor... ayer sí, hoy ya no... ¿razón? Ser judío, simplemente. Al menos dejó una enorme obra: narrativa, poesía, ensayo e incluso teatro.

"Literatura victoriana"

   Entrecomillo el título para dejar claro que esa denominación es exclusivamente anglosajona y no es admitida en otros países, aunque se ha de reconocer que los novelistas de la Época victoriana (la reina Victoria reinó de 1837 a 1901) tienen muchos elementos en común, tanto en la forma -prosa muy adjetivada, frases muy largas, descripción minuciosa de personajes y lugares-, como en el contenido -las típicas del llamado realismo social-. Sin duda la Época victoriana fue la más "brillante" para el Imperio Británico, pero habría que discutirlo para sus habitantes y para la moral social; en aquellos años se produjo la conocida Revolución Industrial, que convirtió aquel país en el imperio más potente del momento, con posesiones inmensas en Asia (India, Paquistán), Oceanía (Australia, Nueva Zelanda) o incluso Europa (Irlanda), con una capacidad de producción industrial semejante a la de la China de nuestros días... todo eso generó riqueza, pero también desigualdades sociales, creó al proletariado, creó el abuso de poder... creó, en definitiva, la inmoralidad social.
  Pensando el "Literatura victoriana", pensamos en Dickens. Todas las caracterísiticas que antes mencioné se dan en sus novelas, el tratamiento que da a sus personajes es definitorio. En Dickens se nota una clara preferencia por los personajes del proletariado, que son siempre adornados por virtudes: honestidad, capacidad de sacrificio, entrega a los demás; por el contrario, los personajes de clase alta suelen ser presentados como avariciosos, egoístas y brutales, verdaderos aprovechados de la desigualdad social que ellos mismos tratan de aumentar, cuando no como simples seres pragmáticos, aparentemente desprovistos de sentido moral. Su prosa puede resultar pesada en nuestros tiempos, al igual que ocurría con Proust (de éste ya dije que su estilo era arcaizante, teniendo en cuenta que nace cuando muere Dickens), pero, por desgracia, las brutalidades sociales que denunciaba parecen estar de vuelta. Quizás sea uno de los escritores menos comprendidos y menos leído, todos tienen la sensación de estar ante un verdadero "ladrillo", y pierden a uno de los más férreos defensores de la igualdad entre los hombres.
   Caso aparte es George Eliot, también entra dentro de esa "Literatura victoriana", a través de ella vemos los problemas de esa "brillante sociedad", empezando por el hecho de tener que utilizar un seudónimo literario masculino. Eliot retrata una Inglaterra rural de grandes señores y sirvientes, sin entrar en conflictos sociales, una vida basada en las tradiciones y protocolos... todo muy diferente de Dickens. Quizá la diferente vida que llevaron les marcó como escritores, puesto que mientras él tuvo que "ganarse el pan" desde la tierna infancia (los ambientes de trabajo infantil de sus novelas fueron extraídos de su propia experiencia), ella fue una señorita bien de acaudalada familia.
    Las hermanas Brönte serían las "terceras personas de esta santísima trinidad literaria", también criadas en el medio rural, como George Eliot (cuyo nombre real, por cierto, era Mary Anne Evans), aquéllas reflejaron su ambiente, pero en medio de pasiones para aquel tiempo inconfesables, creadores de verdaderos clásicos como Jane Eyre o Cumbres borrascosas.
  Por supuesto también hemos de citar autores fundamentales, no ya de la literatura en inglés sino en todas las lenguas, como Arthur Conan Doyle, Rudyard Kipling, Robert Louis Stevenson, H.G. Wells u Oscar Wilde; aunque el primero se diferenciaría por ser creador de la novela negra; Kipling y Stevenson serían los recreadores de la novela de aventuras, inspirada en los viajes por el enorme Imperio británico de la época; o Wilde el cantor de la extrema sensibilidad.

Un tremendo descubrimiento: Richard Barham Middleton

  Hace unos días escribí que estaba leyendo una recopilación de relatos de un inglés del cambio de siglo XIX al XX, no conocía nada suyo, pero me ha dejado ciertamente anonadado.
   Parece ser que se sabe muy poco de este tipo, la foto que incluyo es la única que se puede encontrar en internet, en español solo se puede encontrar esa compilación reciente de la editorial Valdemar (primera edición en el año 2000) y en su lengua original no he encontrado prácticamente nada. Me ha sorprendido que pusieran como título a  esa sucinta antología el nombre del primer relato, El buque fantasma, más que nada porque es totalmente diferente del resto de relatos.
  Me gusta de Middleton su forma sencilla, en primera persona, sin grandes alharacas de relatar historias a medio camino entre lo tétrico, lo fantástico y la denuncia de una sociedad autista... Dejo un fragmento de El chico nuevo que me ha conmocionado por su sinceridad y en el que, hasta cierto punto, me he visto reflejado.

  De nuevo empecé a sentir que había nacido bajo el signo de una estrella malevolente que me impedía hablar y actuar como los demás. Carecía de su sentido común, de su estúpida alegría, de su completa falta de sensibilidad, y, a la vez que recelaban de mis rarezas, eran incapaces de ver lo ansioso que estaba por ser un chico normal. Cuando descubrí que desconfiaban de mí el orgullo me impidió aceptar las migajas de su sociedad como la pobre madre F***, y me refugié en una soledad en la cual tenía mucho tiempo para examinar mis emociones. Exploré todos los remotos rincones del colegio en los que era posible estar completamente solo, y cuando el resto de los chicos iban de excursión al campo, yo permanecía en el camposanto de la iglesia que había al lado del colegio, distrayendo las meditaciones de las ovejas que pastaban entre las lápidas, y pensando en la enorme cantidad de tiempo que aún me faltaba para llegar a viejo y morirme de una vez.