lunes, 11 de febrero de 2019

"El festín de Babette", de Dinesen.

 Y sí, el relato por el que estaba leyendo esta recopilación de cuentos de Karen Blixen es una joya literaria, como la adaptación cinematográfica dirigida por Gabriel Axel en 1987 y que fue merecedora del Oscar a la mejor película en lengua extranjera el año siguiente. 
Imagen tomada del sitio bp.blogspot.com
 Hay momentos en los que un escritor está tocado por las musas y él o ella no se dan ni cuenta. Estoy seguro de que algo así le pasó a Blixen al escribir El festín de Babette. Es un relato prácticamente perfecto: original, entrañable, profundo... verdaderamente sublime. Describe con esplendor dickensiano tanto el paisaje de los fiordos noruegos (que, por cierto, la película lo cambió por la Península de Jutlandia, quizás el cambio más evidente en la adaptación cinematográfica) como el alma de los que allí viven, su evolución psicológica a lo largo de las décadas. La extensión limitada permite su lectura en unas pocas horas que sirven para disfrutar del relato como si de un verdadero festín, esta vez literario, fuera.
Imagen tomada del sitio decine21.com
 Y la película no le va a la zaga, soluciona de forma muy eficaz los continuos flashback que ponen en relación los platónicos amores de juventud de Martine y Philippa con sus pretendientes, el militar y el tenor con sus austeras vidas de fervientes puritanas (en el sentido luterano, no en el que se da hoy a la expresión). 
 El festín de Babette es un extraordinario ejemplo de la fecundísima relación entre la literatura, la buena literatura y el cine hecho con primor y sin alardes comerciales; algo que da razones para seguir alentando y creyendo en el género humano.