jueves, 31 de enero de 2013

Ahora leyendo: "Vida y destino" de Vasili Grossman

  Me adentro en otra de las grandes obras del siglo XX: Vida y sentido de Grossman. 
   Siempre me atrajo Vasili Grossman, por ser un escritor ruso, ya conté de mi predilección por Tolstoi, Dostoievsky o Goncharov; por ser de origen judío, será casualidad, pero creo que los escritores europeos de origen judío (no necesariamente practicantes de esa fe) como Primo Levi, Stefan Zweig, Joseph Roth, Sholem Aleijem y tantos otros tienen una visión más interesante y plural de este atormentado continente; y por haber sido escritor en una época especialmente dura para Europa, los años 30, 40 y 50 del pasado siglo. Sin embargo tenía mis reticencias, sobre todo porque había leído que Grossman era un furibundo comunista, cosa que, a mi entender, lo desacreditaba como intelectual, no el ser comunista, sino el tener una fe política que le apartase de la necesaria objetividad que todo pensador ha de cultivar.
   Vasili Grossman nació en Berdíchev, hoy Ucrania y en su época parte del Imperio ruso. Berdíchev es una localidad especialmente interesante para entender la historia de Europa en el siglo pasado, era una especie de Toledo del Este, es decir, una pequeña ciudad en la que la población judía era mayoritaria sobre la cristiana. Allí nacieron o vivieron, además de Grossman, personajes fundamentales que continuaron su labor intelectual en otros horizontes más benignos: Sholem Aleijem, el autor del inolvidable Tevye el lechero que luego sería pasado a la gran pantalla como El violinista en el tejadoJoseph Conrad, sí, el mismo Joseph Conrad de maravillosas novelas de aventuras como Lord Jim o Nostromo, aunque hay que puntualizar que Conrad no era judío sino perteneciente a una familia noble polaca; Der Nister, del que ya hablé en otras entradas, autor de La familia Mashber o Sobre una tierra ardiente; y multitud de escritores, actores y directores del Teatro Yiddish. Tristemente, toda esa población y cultura judías fueron borradas por una de las mayores lacras de la humanidad, el antisemitismo, primero de la Rusia zarista, luego de la Rusia comunista (sí, existió antisemitismo en la Unión Soviética, aunque oficialmente no hubiese discriminación, la población seguía creyendo en los viejos estereotipos antijudíos) y posteriormente con el holocausto perpetrado por los nazis.
  Grossman no fue practicante del judaísmo, al parecer tampoco su familia (de hecho el llamarse Vasili y no Abraham, Moisés, Yehuda, Jacob... nos indica que su familia no mantenía las tradiciones), no, Grossman no tenía fe judía, como dije antes, tenía fe comunista; en otras novelas suyas, los personajes están tremendamente estereotipados, los comunistas buenos, los otros malos... por eso siempre tuve prevención hacia él. Pero a diferencia de anteriores novelas, en Vida y destino se rompe ese adoctrinamiento, hasta tal punto que Grossman sufrió todo tipo de maltrato por el régimen soviético y la obra en cuestión tuvo que ser sacada clandestinamente del país y publicada en Europa occidental. 

lunes, 28 de enero de 2013

Otra rareza mía: caminar solo

  Desde mi juventud tuve propensión a pasar por ciclos depresivos, mi baja autoestima, mi pesimismo natural me conducían a ellos con relativa frecuencia; desde mi madurez he tenido problemas lumbares con cierta periodicidad; para ambos problemas encontré una medida paliativa: caminar.
  Pero me refiero a caminar durante dos o tres horas, a paso medio... así consigo conjurar esos dos males que, por cierto, algunos psicólogos dicen estar unidos (el depresivo toma posturas que facilitarían los dolores de columna).
    Lo cierto es que caminar por la ciudad me saca del pozo de la depresión en la que caigo con frecuencia, diferente del estado anímico bajo (bajo para casi todos los demás) en el que me encuentro relativamente a gusto conmigo mismo. 
  En esas caminatas voy descubriendo distintas caras de la ciudad, de su paisaje y su paisanaje, me siento (una vez más) como un alienígena que hubiera aterrizado en este atormentado planeta y mirara con desconfianza y curiosidad a sus habitantes. Caminar lo relativiza todo, incluida la propia vida, que queda minimizada en el contacto impersonal con otros cientos de humanos con los que apenas cruzo una mirada. Habitualmente llevo una pequeña libreta en el bolsillo, además, por supuesto del libro que esté leyendo, con lo que hago frecuentes paradas para leer y escribir (sensaciones, pensamientos, dibujar bocetos de calles...); es, por tanto, una actividad completa para mi personalidad, se complementan lo físico y lo intelectual de forma natural.

domingo, 27 de enero de 2013

Ahora leyendo: "Para leer al anochecer" de Charles Dickens

  Ya hablé en otra entrada de la llamada "literatura victoriana", término solo válido en ámbito anglosajón, pero que delimita bastante bien, no solo en el plano temporal, sino también en sus características. Hablé de George Eliot, Conan Doyle, H.G. Wells, Rudyard Kipling, las hermanas Brönte, pero sobre todo hablé de Dickens. Ahora comienzo con esta:
   Dicen los biólogos que ningún ser vive aislado, sino formando parte de un todo dinámico que llaman ecosistema. Análogamente se puede afirmar que ningún estilo literario vive aislado o surge de la nada, siempre existe algún precedente, algún origen, alguna influencia. Hablé en otra entrada de un autor de literatura fantástica, del llamado "horror cósmico", H.P. Lovecraft; pues bien, siempre se pone a Edgar Allan Poe como influencia básica, pues sus relatos oscuros son claro origen de la literatura "lovecraftiana", pero también lo pudo ser Dickens.
    Charles Dickens siempre será recordado por sus "intensas" novelas sobre la desigualdad sociedad victoriana, su realismo social es característico, pero también es autor de novelas breves (para la longitud de las novelas "dickensianas" mejor llamar relatos) sobre temas fantasmagóricos y misteriosos. Como antes dije, todo está relacionado, Dickens y Poe fueron contemporáneos, aunque con un océano por medio, y ambos bien pudieron influir a un lector empedernido como fue Howard Phillips Lovecraft.

sábado, 26 de enero de 2013

"Firmin" de Sam Savage

  Leí hace un par de años Firmin, de Sam Savage, del cual no había oído nada de nada, por lo visto se trata de un profesor universitario estadounidense con un físico semejante a Walt Whitman. Lo leí con prevención porque me parecía que era más un fenómeno editorial que literario -ya comenté las diferencias entre ambos-, sobre todo porque en España lo había lanzado el todopoderoso Grupo Planeta, a través de su Editorial Booket. 
   Nadie en la literatura en castellano como Planeta para lanzar productos y vender humo... sin embargo, Firmin es uno de los mejores relatos -según las nuevas normas, novela breve- que he leído en los últimos tiempos. Firmin es una rata, esa realidad es incontrovertible, pero Firmin tiene un afán de conocimiento muy superior a casi todos los humanos. Es una rata, sí, pero se alimenta, físicamente, de literatura; vive en una librería de viejo de Boston, su afición por los libros (gastronómica pero metafóricamente intelectual) le supone la marginación por parte de sus iguales, que son vistos por Firmin como seres primarios.
  En mi opinión, el éxito de público de Firmin se debe a que el lector se identifica plenamente con el personaje. Todos somos Firmin... todos somos "el diferente" de la sociedad que vive de sus lecturas en lugar de su propia vida, se siente rechazado y a su vez rechaza al resto... Por otra parte, la cantidad de citas y referencias literarias es enorme en toda la novela, de manera que los lectores "de verdad" reciben innumerables guiños a lo largo de toda la obra.

Librerías de mi infancia: Librería San Ginés, Madrid

  Probablemente muchos turistas la conocerán al estar en una zona tan turística, mucho más desde que se peatonalizó la calle Arenal: la Librería San Ginés.
   Para muchos madrileños, especialmente los de cierta edad, será más conocida por estar al lado de la Chocolatería San Ginés, donde, hasta hace no muchos años por lo menos, era tradición tomar chocolate con churros el día de Año Nuevo. Esto es, el pasadizo de San Ginés, que comunica Mayor con Arenal, a menos de cien metros de la Puerta del Sol.
  La Librería San Ginés es un monumento arquitectónico de Madrid, no sé si está catalogado como tal ni me importa, yo así lo considero. Son tres pequeñas casetas adosadas a una pared lateral de la iglesia de San Ginés, donde, según reza una placa en su fachada, fue bautizado Quevedo.
  En mis catorce o quince años encontré otro de los hábitos que, pasados los cuarenta, todavía cultivo: dar largos paseos solitarios por la ciudad. Siempre que iba hacia el centro, me acercaba a esta librería; un día concreto recuerdo comprar una antología poética en edición barata que me ha acompañado desde entonces, esta:
   Esa misma, alguna edición más antigua. No es una gran antología, pero durante aquellos años de mi adolescencia la leí de arriba a abajo, viajó conmigo a Denia y Jávea y habitó en algún bolsillo en aquellas caminatas por la ciudad.

viernes, 25 de enero de 2013

Inciso cinematográfico: Alemania, año cero

  Acabo de visionar Alemania, año cero de Roberto Rosellini... estoy impactado. Había oído hablar de la película, por supuesto sé quién era Rosellini y el neorrealismo, pero aún así, la cinta (si se tiene sensibilidad, claro) quita el aliento.
   Es, en mi opinión, una película profundamente antibelicista, lo que ocurre es que estamos acostumbrados a que estas nos narren las barbaridades ocurridas en la guerra, nunca en la posguerra; pues bien, Alemania, año cero trata precisamente de eso, de la destrucción de una sociedad, en este caso la alemana, por la guerra, una sociedad que queda sumida en la miseria material, pero sobre todo en la miseria moral, un país que se ve impelido a salir adelante de cualquier modo, sacrificando lo que sea, y uno de las primeras bajas es la moralidad.
  El personaje principal, Edmund, es un chico de 13 años que trata de sacar a su familia de la pobreza extrema en la que vive; su padre, inválido no puede buscar trabajo; su hermano mayor vive escondido, temeroso de ser enviado a prisión; su hermana es empujada a prostituirse para conseguir un puñado de patatas... En esta situación terrible, aparece un antiguo profesor de Edmund que sobrevive con el trapicheo y que tiene tratos con chicos -se insinúa que es un pederasta-; este antiguo profesor ejerce influencia intelectual sobre Edmund y un día, de forma casi accidental, le dice que no se debe frenar la muerte de los enfermos y  débiles -clara herencia de la teoría eugenésica nazi-. Finalmente, Edmund acaba por envenenar a su padre, lo cual sume  al resto de la familia en la desesperación, el propio chico, acaba suicidándose.
   Narrado con la fría objetividad del neorrealismo, el tema deja el alma en vilo para cualquiera con un poco de inteligencia y sentido común. Los actores no parecen estar especialmente dotados, pero supongo que en aquella época, 1948, no debía ser fácil encontrar grandes estrellas en Alemania, aún así, cumplen con su papel con suficiente verosimilitud. Los paisajes urbanos de un Berlín en ruinas acaba por dar un toque de dureza en una película que todo el mundo debiera ver, especialmente para abominar, una vez más, de la más animalesca de las actividades humanas: la guerra.

Ahora leyendo: Alberto Caeiro II (Pessoa)

  Continúo con Caeiro, con la traducción de Barja e Inarejos para Abada Editores.
   Este tomo incluye los Poemas inconjuntos,  veremos qué tal; el primer tomo era El guardador del rebaño y El pastor enamorado, ya puse algún fragmento en otra entrada, Caeiro es aquí el cantor de la hermosura natural, de la belleza de lo sencillo, alejado de todo principio o canon estético, lo bello por lo bello.
  Resulta difícil entender la creatividad de Pessoa para desarrollar varias personalidades  casi opuestas, con sus características plenamente definidas, que llegan incluso a presentarse los unos a los otros (a Caeiro lo prologa Ricardo Reis); cada uno de los heterónimos tiene suficiente calidad como para ser un fenómeno literario per se, no digamos la genialidad polifacética de su creador.
  Es lamentable que leer poesía esté incluso mal visto en nuestra época. Leer narrativa, por el contrario, no; de hecho mucha gente presume de leer novela y en apenas un par de conversaciones se comprueba que es falso, sin embargo, nadie se avergüenza de afirmar que no lee poesía, ¿acaso es vergonzante leerla? Los males de la sociedad actual, en mi opinión, son la deshumanización, la inmoralidad, el cinismo... contra todos esos defectos lucha la poesía, que es humanidad profunda, recta moral, honestidad... y sobre todo sensibilidad. Si formáramos una sociedad interesada en poesía tendríamos menos problemas, al menos estaríamos más predispuestos a solucionarlos, más sensibles para reconocer al otro y sus problemas... en definitiva, una sociedad mejor. Lamentablemente, los sistemas educativos desprecian el aprendizaje en poesía, si acaso enseñan los rudimentos, las rimas consonantes, asonantes... cuando lo que debieran enseñar es a "sentir la poesía".

Otro lugar de refugio: los museos

  Lo recuerdo desde pequeño, los museos ejercían una fuerte atracción sobre mí; en alguna excursión con el colegio, supongo que al Museo de Ciencias Naturales de Madrid, conseguía aislarme de mis miedos y terrores, me dejaba llevar por el aire de quietud, de atemporalidad que todavía me provoca la sala de un museo... es una sensación que, felizmente, no me ha abandonado todavía.
   Los otros lugares en los que consigo sentir esa protección frente a los miedos irracionales, ya lo dije, son las bibliotecas y las salas de conciertos (preferiblemente salas de cámara), supongo que lo que tienen en común con los museos es la tranquilidad, la paz que irradian... son tres ambientes semejantes en cuanto a la actitud que el público ha de tomar: autocontrol, respeto al otro y silencio. Lo he pensado detenidamente en otras ocasiones, el ruido, las aglomeraciones, las prisas, las voces... me provocan rechazo desde bien pequeño, me hacen sentirme inseguro, incómodo, es como si no fueran conmigo, como si yo perteneciese a otra especie animal, una que necesitase la tranquilidad y el silencio para poder vivir... Supongo que podría adaptarme relativamente bien a una sociedad nórdica, porque desde luego, esta mediterránea que me ha visto crecer es, precisamente, una de las peores para alguien que busque tranquilidad...

 

jueves, 24 de enero de 2013

Un capricho, leyendo: "Lovecraft, desde el más allá" (novela gráfica)

  Ya dije en una entrada anterior que me gustan las novelas gráficas, especialmente aquellas para adultos, no eróticas ni nada por el estilo si no las que están basadas en obras literarias "serias"; ahora leo Lovecraft, desde el más allá de Ediciones La Cúpula.
  Es fantástico que haya editoriales que apuesten seriamente por este género (o subgénero o como lo quieran llamar) que está claramente en expansión; en este caso es una editorial veterana (son los del Víbora y Makoki) que siguen "reinventándose" y mejorando el ya buen nivel nacional. El autor de este cómic es Erik Kriek, un reconocido historietista holandés.
  Hay obras literarias que son más propicias para "ser pasadas" a cómic, desde luego las de Lovecraft son de las mejores, pero realmente se puede con todas, de hecho, hoy me he enterado de que hay varios tomos de En busca del tiempo perdido de Proust ya en novela gráfica... ¡Vamos como para meterse a leerlas en la cama con un par de meses por delante!

Narrativa versus poesía

  Será porque estoy leyendo a Musil a la vez que a Pessoa (Caeiro), pero lo cierto es que estoy notando horrores la condensación de sentimientos que hay en la poesía frente a la "domesticación" de estos en la narrativa. Digo lo de Musil y Pessoa porque quizás no sería tan evidente con una narrativa como la de Cortázar, Levi o Kafka, y seguro que tampoco sería lo mismo si leyese poesía más clasicista, pero con aquellos dos la diferencia es abismal.

  Es curioso, en mis épocas depresivas, que cíclicamente me han acechado, no era capaz de leer poesía, por contra, leía narrativa de forma compulsiva, más de 6 u 8 horas al día... es como si quisiera ahogarme a mí mismo en la historia que tuviera entre manos. Poesía leo en tiempos benignos en los que, aunque quizás con un estado anímico "mas bajo" que el común de los mortales, sigo todavía buscando la belleza, como decía Wilde: "We all live in a gutter, but some of us are looking at the stars".

  La prosa de Musil es, desde luego, un tanto áspera, o por mejor decir, poco emotiva, me está recordando a Proust, especialmente en su En busca del tiempo perdido. El hombre sin atributos de Robert Musil es un verdadero compendio cultural y social de la Viena de entreguerras, los personajes están perfectamente delineados en su psicología... pero, en mi opinión, le falta un poco de mordiente. Frente a eso, la lírica que Pessoa insufla a Caeiro es sentimiento puro, cada oda deja sin respiración, estoy anotando muchísimos versos que parecen sentencias de vida, de una vida sencilla pero sabia. Afortunadamente, la combinación de ambos es una experiencia gozosa, de exaltación  y comedimiento a la vez.

miércoles, 23 de enero de 2013

Librerías de mi infancia: Librería Méndez C/ Ibiza 23, Madrid

  Cuando era adolescente, época terrible pero que sin embargo añoro, buscaba la evasión en los libros, ya lo he contado; por ello las librerías se convertían en lugares escondidos en los que podía ser yo mismo, independientemente de lo que mi familia quisiera de mí (ver entrar a mi padre en una librería sería más extraño que verlo en un paisaje venusiano). Mis padres vivían (y mi hermana y yo con ellos, aunque me cuesta llamar a aquella casa  "mi casa") al final de la calle Ibiza de Madrid, iba al colegio Sagrada Familia, que estaba en Lope de Rueda esquina Menorca, de manera que pasaba todos los días por la Librería Méndez, que todavía está en el número 23 de dicha calle.
   Dicha librería (que me perdonen sus dueños, trabajadores y asiduos) es un negocio dado a lo más comercial, no es, desde luego, ningún reducto de la literatura más elitista, sin embargo, para mí, fue uno de mis refugios de adolescencia. La foto que adjunto es moderna, nada que ver con el sencillo escaparate de finales de los 70 y primeros 80 que tengo grabado a fuego en mis recuerdos, ahora es una eficiente librería moderna en un barrio acomodado de Madrid.
  Cuando vuelvo a Madrid y a mi antiguo barrio suelo pasar por allí. Ingenuamente entro en la Librería Méndez buscando alguna cara conocida de aquellos años 70, o buscando que reconozcan en mí a aquel chico azorado que entraba muchas tardes a ojear estantes... Por desgracia ya no soy aquel chico, pero aún así, en el más completo anonimato, suelo comprar algún libro, en un ritual que yo y solo yo sé comprender.

Otra de mis rarezas: meterme en la cama con un tomo de la enciclopedia

  Desde mis catorce o quince años conservo una rareza que no hace sino aumentar el grado de incomprensión de los que conmigo coinciden en este extraño camino que es el vivir: a eso de las nueve y media o diez de la noche, cojo un tomo de alguna enciclopedia y me meto en la cama con él, lo hojeo hasta que me entra sueño.
   Así compagino dos hábitos muy arraigados en mí: la voluntaria separación del mundo, dejando de lado la vida de ese momento, que suele ser, por desgracia, ver televisión; y el de leer en la cama, del que ya hablé en una entrada anterior.
  Cuando era joven me sentía abrumado por la brutalidad de mi familia: un padre autoritario, insensible y cruel, que se idiotizaba con la televisión para matar su amargura; una madre depresiva que trataba de huir de su destino de resignada ama de casa con un trabajo nocturno; y una hermana superficial que se regodeaba en su mediocre autocomplacencia. Esa era la imagen que tenía -y tengo hoy en día- de mi familia nuclear. Siempre fui demasiado dado a la introversión y la reflexión como para huir con amigos o con drogas, de manera que, tal y como sigo haciendo hoy en día, la lectura, aunque fuera de una enciclopedia, me rescataba de tal barbarie familiar.
 

martes, 22 de enero de 2013

Sociedad de hombres, sociedad de insectos

  Secularmente nos hemos creído superiores al resto de animales, tocados por la supremacía que supone que un Dios nos hubiera creado a Su imagen y semejanza. Sin embargo, son muchas las características que compartimos con ellos, y no solo con nuestros parientes cercanos los primates; nuestra organización social se puede asemejar a la de ciertos insectos, los llamados himenópteros sociales -hormigas, abejas, avispas...- en el grado de jerarquización y en el de subyugación de la identidad individual por la colectiva. En un hormiguero o una colmena no importan las identidades individuales, aunque estas existan, pues tenemos a la reina, los soldados, las obreras... sin embargo, todas ellas -incluida la reina- sacrificarán su existencia en aras de la comunidad; la muerte del individuo no es relevante, todo está supeditado al grupo.
En las sociedades humanas, nuestro mayor desarrollo encefálico nos lleva a una mayor complejidad social, no obstante existen identidades individuales en continuo conflicto con las grupales. En sociedades autoritarias (bien mirado, quizás todas las sociedades humanas sean autoritarias) la identidad individual de la mayoría de la población es insignificante, solo las de los líderes tienen importancia. Cuando se promueven actitudes como la del "sacrificio por la patria" se está pidiendo a un ser humano que se comporte como un insecto, que anule su "yo" para convertirlo en un "nosotros", esto es, que descienda todos los peldaños evolutivos que existen entre los hombres y las hormigas. En las autodenominadas sociedades democráticas encontramos un mayor desarrollo de las identidades individuales, pero todavía estas se supeditan a las colectivas en determinados momentos. Se tiende a pensar, incluso se defiende sin sonrojo alguno, que los individuos están al servicio de la sociedad y no al revés... Así se justifican las guerras, asesinatos, hambrunas y todo tipo de maltrato ejercido por un ser humano sobre otro.
  Yo defiendo que en toda sociedad humana la colectividad esté al servicio del individuo, de todos los individuos, no solo de los líderes, así conseguiremos desarrollar las identidades individuales en detrimento de las colectivas (nacionalidades, razas, confesiones religiosas) que son causa de las mayores aberraciones humanas a lo largo de la historia (nacionalismos, racismos, fanatismos religiosos...). En definitiva, hemos de superar los peldaños que nos alejan de los himenópteros sociales para situarnos, de una vez por todas, en la verdadera cúspide del reino animal.

Inciso cinematográfico: Antonio Vico

  Otro pequeño inciso cinematográfico para uno de los grandes... Antonio Vico.
   Para alguien no apercibido de la historia cinematográfica de este país, Antonio Vico sería un actor secundario más, una de esas caras familiares que desfilaban por películas de medio pelo en los años 50 y 60... Pues se equivocan, Antonio Vico es mucho más.
  Perteneciente a una dinastía de actores (bisnieto, nieto, hijo, padre y abuelo de reconocidos actores), Antonio Vico se dedicó, principalmente, al teatro; partidario de lo que en tiempos pasados se llamaba el "naturalismo en escena" que sería una verdadera revolución, necesaria para el cine y la televisión, que dejaba atrás un cierto aspecto engolado del teatro de siglos anteriores.
   Inolvidable secundario de películas como Marcelino Pan y Vino, El malvado Carabel, Suspenso en comunismo, Novio a la vista; paseó su frágil figura, su voz delicada, su apariencia pusilánime por decenas de películas españolas, algunas muy buenas, otras perfectamente olvidables. La imagen anterior es de Mi tío Jacinto, con Pablito Calvo, dirigida por Ladislao Vajda; la cinta es buena, ligeramente ñoña, pero con un Antonio Vico inmenso, que desborda humanidad en una época, 1956, en que nuestro país se debatía entre el hambre, la emigración y la picaresca.

"El guardador de rebaños" de Alberto Caeiro (F. Pessoa)

Mi mirar es tan nítido como un girasol.
Tengo costumbre de andar por los caminos
mirando a la derecha y a la izquierda,
y, de vez en cuando, mirando hacia atrás...
Y así, lo que veo a cada instante
es lo que antes nunca había visto,
y que yo sé advertir muy bien...
Sé asombrarme respecto de mí mismo,
como lo haría un niño si, al nacer,
realmente supiese que ha nacido...
Siento que voy naciendo a cada instante
para la eterna novedad del mundo...

Creo en el mundo como en una margarita,
porque lo veo. Mas no pienso en él
porque pensar es no comprender...
No se hizo el mundo para pensar en él
(pensar es estar enfermo de los ojos)
sino para mirarlo y aprobarlo.

No tengo filosofía: yo tengo sentidos...
Si hablo de la Naturaleza no es porque sepa lo que es,
sino porque la amo, y la amo por eso,
porque quien ama nunca sabe lo que ama
ni sabe por qué ama, ni lo que es amar...

El amar es inocencia eterna,
y la única inocencia es no pensar...

                            Alberto Caeiro     

jueves, 17 de enero de 2013

Günter Grass y Heinrich Böll

  Algunas semejanzas y muchas diferencias entre estos escritores. Para el público general, más aún el español, es más conocido Grass, quizás por haber sido premiado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1999. Entre las semejanzas, que ambos tienen toda su obra en alemán; que ambos pertenecen a la llamada "literatura de escombros" (aquélla que se produjo en la Alemania de posguerra) y que ambos son Premio Nobel, Böll en el 72 y Grass en el 99; los dos han mantenido una posición consciente sobre "Alemania y lo alemán" en la segunda mitad del siglo XX, en la misma dirección, hacia posiciones políticamente progresistas.
   Los dos han utilizado sus infancias y juventudes en la creación de sus novelas, desde luego con un sentido muy crítico a lo que aquella sociedad se vio obligada a vivir: el fanatismo político y racial. Y sin embargo, son dos personas diferentes, era de esperar, también hay grandes diferencias, tanto en su forma de narrar como en los temas tratados.
   Pero, en mi opinión, una diferencia más que notable es la honradez con la que Heinrich Böll se refirió a su paso como miembro poco importante por las hordas hitlerianas; no hay afán de ocultar nada, lo muestra con naturalidad, sin complejo... y por ello se puede entender desde la óptica de un país entero llevado a la barbarie por un puñado de enloquecidos. En el caso de Grass siempre fue extraño que negara con tanta contundencia este hecho, era extraño porque difícilmente un joven ario nacido en 1927 se podía haber librado de un reclutamiento forzoso, tanto negar, tanto negar... finalmente se comprobó que había pasado por las Waffen-SS durante unos pocos meses de su vida y que, por supuesto, lo había hecho obligado por las brutales circunstancias del momento. Todo queda comprendido cuando, además, en ambos escritores se toca el pasado sin grandes complejos, con afán de superación y despreciando aquellas nefastas décadas para Alemania y Europa, así que... ¿por qué tanto negar la evidencia? Así los amantes de las polémicas tenían materia de sobra; quizás sea la diferencia de personalidad, que permite a unos asumir más fácilmente que a otros una parte difícil del pasado, ¡quién sabe!

miércoles, 16 de enero de 2013

Ahora leyendo (a la vez que a Musil): Pessoa (Alberto Caeiro)

  Como El hombre sin atributos de Musil es suficientemente intenso como para durar su lectura más de un mes, simultaneo la misma con una antología del heterónimo de Pessoa, Alberto Caeiro. Aprovecho para agradecer enormemente el esfuerzo de Abada editores y  a los traductores Juan Barja y Juana Inarejos que han acometido la inmensa labor de traducir a Pessoa.
   Porque lo cierto es que queda un trabajo inmenso en el campo editorial con respecto a Pessoa, de hecho solo he conseguido encontrar una edición bilingüe en un formato relativamente decente, esta de Abada editores (reciban mil honores de los dioses por ello). Labor, a mi entender, importantísima la que están haciendo; de momento tienen dos volúmenes de Alberto Caeiro y otros dos de Álvaro de Campos, y espero fervientemente que estén trabajando en Ricardo Reis.
   Ahora que, por fin, las traducciones son verdaderamente hechas por profesionales, eruditos me atrevo a decir, que son capaces de dejar al margen sus pasiones literarias en pos de una traducción lo más apropiada posible, ahora, digo, faltan los medios económicos para sacarlas adelante, por eso es tan meritoria la labor de estas editoriales que, fuera de los grandes circuitos comerciales, siguen ofreciendo el mejor de los servicios que esas empresas pueden dar a la sociedad.

martes, 15 de enero de 2013

Novela gráfica o cómic

  Alguno se sorprenderá. Pues que se "des-sorprenda"; esté género, subgénero o como quieran llamarlo los sabios creadores de toda teoría literaria (por cierto, en mi opinión otra entelequia humana como las grandes religiones), este tipo de literatura, digo, siempre ha sido considerado de segunda o tercera clase cuando directamente no ha sido considerado literatura; era demasiado fácil de leer, demasiado juvenil, demasiado... Pues se equivocan, la novela gráfica tiene el mismo valor si no más que la narrativa tradicional; lo tiene porque la trama se narra exactamente igual, pero es que, además, está dibujada como solo un artista puede hacerlo. La mayoría de los que desprecian la novela gráfica suelen ser esnobs que "presumen de lo que carecen": un nivel cultural que les capacite para entender la calidad allá donde se encuentre.
   Para los no iniciados, diré que los que clasifican este género (¡malditos críticos y clasificadores que todo lo han de mancillar!), dividen por continentes a los autores: americanos, que son, principalmente, aquellos de la factoría Marvel, esto es Spider-Man, Capitán América, Los Vengadores; japoneses, los conocidos Manga, que los ignorantes consideran que solo son cómics violentos y de alto contenido sexual; y los europeos, capitaneados por autores como Hergé, Tardi, Giardino... Para mi gusto, estos últimos son los mejores, pues sus temas son exactamente los mismos que los de cualquier otro subgénero de narrativa, no son los héroes ficticios de Marvel, que siempre me quedaron muy lejos.
   Americano es, sin embargo, Art Spiegelman (realmente nació en Suecia) pero por sus temas podría ser considerado europeo. Su novela gráfica Maus es, sin lugar a dudas, la mejor que he leído, una espeluznante narración sobre el Holocausto vivido en la persona de su padre, que no desmerece las narraciones de tantos autores de novela tradicional.
  Por otra parte, en la actualidad se están "pasando" a novela gráfica muchas obras claves de la literatura de todos los tiempos, véase la primera ilustración, que contribuyen a difundir más, si aún cabe, tales obras.

lunes, 14 de enero de 2013

Borges y Bioy Casares

  Que Jorge Luis Borges es uno de los escritores más influyentes en la literatura contemporánea, especialmente en lengua española, espero que nadie lo dude; leyendo El Aleph, es difícil encontrar un dominio del lenguaje al tiempo que una imaginación tan fértil; en mi humilde opinión, Borges es el mejor cuentista en lengua castellana junto con Cortázar. El enorme talento de Jorge Luis Borges confluye con una bárbara capacidad creativa como el Amazonas se une al río Negro, para generar el mayor río del planeta, así de tremendo es Borges; unido esto a su humildad, le hace ser un escritor fuera de toda comparación.
   Es bien conocida la amistad que mantuvieron Borges y Adolfo Bioy Casares, aún siendo este último más joven (Bioy había nacido el mismo año que Cortázar, el 14, mientras que Borges en el 99); de hecho, Borges y Bioy llegaron a firmar conjuntamente un buen puñado de obras. Bioy llegó a escribir novela, cosa que Borges, o bien no se atrevió o decidió no publicar, lo cierto es que, espero no ofender a nadie, había una enorme diferencia de talento entre ambos.
  De Bioy Casares es más recordado La invención de Morel, del que, por cierto, Roberto Bolaño dijo que era una obra que cambiaba todo el panorama narrativo... me parece demasiado generoso por parte del chileno. Las obras de Bioy son imaginativas, talentosas, formalmente muy bien escritas, pero carecen de la genialidad de las de Borges. Ambos eran de un extracto social semejante, gente que no tenían que "ganarse la vida" de forma imperiosa, que pudieron desarrollar sus aptitudes sin tener que malgastar tiempo vital en penosas tareas, todos nos hemos beneficiado de esas circunstancias, pero sin duda recordaremos más a Borges que a Bioy.
  Hablando de fenómenos literarios en contraposición a fenómenos editoriales, no me cabe duda de que muchos autores fueron subidos al carro (más que ellos se subieran) del éxito de aquel llamado "Boom latinoamericano", quizás habremos de nombrar a Bioy o a Mario Benedetti, grandes escritores no obstante, pero no a la altura de Borges o Cortázar.

domingo, 13 de enero de 2013

Ahora leyendo: "El hombre sin atributos" de Robert Musil

  Sí, reconozco tener prejuicios clasistas e incluso de nación, quizás por ello nunca me atrajo Musil, me parecía demasiado germánico en el sentido más peyorativo. Robert Musil era un tipo perteneciente a la nobleza austriaca, esa que tanto alardeaba de su militarismo, que enviaba a sus hijos dilectos a insignes academias militares en las que  formar su espíritu ya de por sí noble... esto es una deformación irónica, pero hasta cierto punto cierta; lo que no esperaba de él es que sus obras fueran, precisamente, una denuncia de esta bélica sociedad germánica que llevó a Europa, por dos veces, al abismo de la guerra mundial en un mismo siglo.
  Hace meses leí Las tribulaciones del estudiante Törless, precisamente ambientada en una academia militar para jóvenes de "familias de orden", pero que acaba siendo una crítica feroz a aquella sociedad hipócrita, basada en la apariencia, incluyendo un tema tan espinoso en ese ambiente como es la homosexualidad. No en vano, las obras de Musil fueron prohibidas por el régimen nazi.
  Ahora comienzo con la supuesta obra fundamental: El hombre sin atributos, una obra monumental que pasa por ser una de las obras claves de la literatura contemporánea en alemán.
   El hombre sin atributos es una obra inacabada, pues Musil murió durante su redacción, lo cual hace sorprendente que los sesudos señores de Seix Barral (Grupo Planeta), al menos en su Colección Austral, la hayan etiquetado como "edición definitiva", ¿habrán sido capaces de resucitar a Musil para que la acabe? ¿O querrán decir que está "definitivamente inconclusa"?

sábado, 12 de enero de 2013

Fernando Pessoa

  Otro autor apabullante, en este caso en poesía. Nada más y nada menos que 72 heterónimos... ¡72! Si antes hablaba de Perec como una mente privilegiada, capaz de hacer todo tipo de malabarismos lingüísticos para demostrarlo, qué pensar de un tipo que creó personajes de su propia identidad, cada uno con su propio temperamento creativo... ¡Verdaderamente abrumador!
   Cada heterónimo tenía su historia, así, por ejemplo, Alberto Caeiro, sin estudios formales, genera una poesía directa, sin florituras, directa; Álvaro de Campos escribe una poesía "muy de su época" (los años 20 y 30 del pasado siglo), es decir se inicia con el decadentismo y se pasa a un futurismo marinettiano; Ricardo Reis, por el contrario, es la encarnación del clasicismo, no solo en poesía, también en su propia vida.
  Pessoa fue capaz de generar todas esos genios dentro de sí mismo, cada uno de ellos habría sido un fenómeno literario, así podremos entender mejor la inmensidad de un hombre aparentemente vulgar que llevó una vida gris en la Lisboa del cambio de siglo.

Ahora leyendo: "¿Qué pequeño ciclomotor de manillar cromado en fondo de patio?" de Georges Perec

  ¡Y seguimos con Perec! ¡Qué obsesión! No, lo cierto es que leer a Perec es un ejercicio semejante al de un descubridor en un mundo desconocido. Antes leí Las cosas, quizás su obra más "convencional"; luego La vida, modo de empleo, con su descripción de los habitantes de un bloque de viviendas a lo largo del tiempo, pero usando como recorrido el movimiento del caballo del ajedrez; después Un hombre que duerme, ejemplo de la llamada "literatura Bartleby", un tipo que de un día para otro abandona toda acción y, cabe suponer, toda pasión, lo cual hace que el lector (al menos yo así lo hice) reflexione sobre la futilidad de las rutinas; seguí con El secreto, tremendo ejercicio de poder literario, un lipograma en el que se omite la letra E, la más frecuente en francés; hace unos días continué con Cámara oscura, un "diario de sueños" en tres años de la vida de Perec; por último empiezo la breve ¿Qué pequeño ciclomotor de manillar cromado en fondo de patio?
   Me adentro en él con una prevención gozosa... prevención porque Perec es tan provocador intelectualmente que nadie sabe que habrá tras su nombre, pero prevención gozosa al fin, pues sé que en uno u otro sentido me sentiré sorprendido, apabullado incluso por el talento de Perec.
   Reconozco que Georges Perec me está marcando más de lo que yo suponía, lo cierto es que fue una temible pérdida su muerte prematura (con tan solo 45 años, inicio de la madurez creativa en casi todos los autores), si estuviera vivo actualmente (tendría 76) nos habría dejado una obra verdaderamente portentosa.

viernes, 11 de enero de 2013

Ahora leyendo: "Cámara oscura" de Georges Perec

  Ahora se trata de una recopilación ("transcripción" dice Perec) de sus sueños, pero con un pequeño estudio psicoanalítico de cada uno de ellos. La editorial es Impedimenta, la que más está trabajando en Perec -después de Anagrama que tiene gran parte de su obra- , y está traducida por Mercedes Cebrián, que pasa por ser una referencia fundamental en la traducción al castellano de este autor.
   Me interesó esta obra (propiamente no se puede llamar novela ni ensayo) por encontrarme a un Perec que no estuviera tan racionalizado, me explico: En La vida, modo de empleo, El hombre que duerme, Las cosas, El secuestro o Lo infraordinario, me encontré con un escritor tremendamente racionalizado, sus obras, muestra de un inmenso talento, están pensadas hasta el último detalle, no parece que haya un solo resquicio del "Perec persona"; quizás fuera por eso por lo que me extrañaba que no hubiera ninguna referencia a su terrible infancia, se me antojaba como un "chico bien" con gran capacidad creativa que nunca había tenido graves problemas. 
  En Cámara oscura espero encontrar, doy por sentado que Perec es honesto con el lector y sobre todo consigo mismo, a la persona real, al individuo con dificultades y problemas, a aquel niño huérfano en terribles circunstancias, la superación o aceptación de las vicisitudes que marcan la vida de cualquier ser humano.