Es normal que haya evolución en la técnica de los escritores; normalmente es simple mejora, ya sea por puro entrenamiento o por la adquisición de mayor madurez personal con el paso de los años. Así, no tiene nada de extraño que leyendo dos obras de un mismo autor, si éstas fueron escritas con varias décadas entre medias, se note algún cambio, ya sea en la forma de redactar, en los argumentos... Pero lo que se observa entre las dos partes de Manuscrito encontrado en Zaragoza es incluso hasta sospechoso.
Jan Potocki. Imagen tomada de Wikimedia Commons.
Manuscrito encontrado en Zaragoza tiene dos partes. Según parece, la primera fue publicada en 1804 y la segunda en 1813, pero, además, hay varias ediciones que difieren notabilísimamente en la extensión, algunas de las cuales tiene hasta sesenta y seis jornadas y otras (como la de Alianza Editorial que he leído) no llega a las veinte. Parece ser, incluso, que en 2002 se publicó una nueva edición con textos descubiertos a principios de este siglo ¡¡¡¡!!! En fin, cualquier cosa. Ya se sabe el afán de los editores por trocear, descuartizar, ampliar o deformar un texto para hacerlo más vendible. Puede ser cualquier cosa... y a mí, como lector, me trae sin cuidado. Eso sí, como lector también, noto unas diferencias en calidad prosística entre la primera y la segunda parte de la publicación de Alianza. No es que la primera parte (más o menos, dos tercios de la novela) esté mal escrita, es que, llanamente dicho, es simplona a no más poder. Por simplona quiero decir predecible, sin mordiente, que no tiene los giros que uno espera en una novela romántica (del Romanticismo literario, claro, no de Corín Tellado) sino que es plana e incluso un pelín tediosa. La segunda parte, sin embargo, aun con la misma temática y estructura formal que la primera, es mucho más enrevesada, en absoluto predecible, tiene más jugo, más mordiente... Puede ser, siendo bien pensado, que esa década escasa que pasó entre la publicación de sendas partes el autor mejorara notablemente su capacidad de poner en negro sobre blanco historias semejantes. ¡Por qué no, es perfectamente factible! O Dios sabe que tejemanejes haya habido entre medias, porque, francamente, da la impresión de que fueron dos autores distintos los que escribieron esta novela (siendo, esta vez, malpensado).
Manuscrito encontrado en Zaragoza tiene dos partes. Según parece, la primera fue publicada en 1804 y la segunda en 1813, pero, además, hay varias ediciones que difieren notabilísimamente en la extensión, algunas de las cuales tiene hasta sesenta y seis jornadas y otras (como la de Alianza Editorial que he leído) no llega a las veinte. Parece ser, incluso, que en 2002 se publicó una nueva edición con textos descubiertos a principios de este siglo ¡¡¡¡!!! En fin, cualquier cosa. Ya se sabe el afán de los editores por trocear, descuartizar, ampliar o deformar un texto para hacerlo más vendible. Puede ser cualquier cosa... y a mí, como lector, me trae sin cuidado. Eso sí, como lector también, noto unas diferencias en calidad prosística entre la primera y la segunda parte de la publicación de Alianza. No es que la primera parte (más o menos, dos tercios de la novela) esté mal escrita, es que, llanamente dicho, es simplona a no más poder. Por simplona quiero decir predecible, sin mordiente, que no tiene los giros que uno espera en una novela romántica (del Romanticismo literario, claro, no de Corín Tellado) sino que es plana e incluso un pelín tediosa. La segunda parte, sin embargo, aun con la misma temática y estructura formal que la primera, es mucho más enrevesada, en absoluto predecible, tiene más jugo, más mordiente... Puede ser, siendo bien pensado, que esa década escasa que pasó entre la publicación de sendas partes el autor mejorara notablemente su capacidad de poner en negro sobre blanco historias semejantes. ¡Por qué no, es perfectamente factible! O Dios sabe que tejemanejes haya habido entre medias, porque, francamente, da la impresión de que fueron dos autores distintos los que escribieron esta novela (siendo, esta vez, malpensado).
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