He de admitir que ese pérfido animal que es el "mono con pantalones" tiene algunas virtudes, virtudes que, quizá, le han servido para trepar hasta la cúspide (o al menos eso cree él) de la escala filogenética que el mismo inventó. Lo cierto es que no se puede negar resiliencia al "insecto humano", a ese bichejo autodenominado vanidosamente "Homo sapiens", capaz de lo mejor y de lo peor. Y, claro está, dentro de la especie, algunos que se dedican a editar relatos y novelas (algunos los llaman "editores") también participan de esas virtudes y esos defectos. Bien, los de la Editorial Valdemar, haciendo gala de esa capacidad de ver el vaso medio lleno e incluso de poner al mal tiempo buena cara, decidieron en pleno confinamiento pandémico juntar relatos fantásticos o de terror (ya se sabe, lo principal de Valdemar) que tuviesen como tema principal lo que la sociedad mundial (o al menos la del llamado "primer mundo") estaba sufriendo: confinamiento estricto, control policial represivo y manipulación mediática masiva. El resultado es este:
El resultado es excelente, no se me ocurre mejor idea que (creo que lo hicimos todos los seres humanos pensantes, esto es, el 0,1% de la población mundial) sumergirse en la lectura para huir de la realidad aplastante impuesta por el contubernio político-mediático gobernante a nivel planetario, (otros, he de recordar, se sometieron a la voz de su amo que tronaba himnos apocalípticos a todas horas, ya fuera por la televisión, internet, radio o periódicos). En fin, que muchos optamos por revivir aquel viejo leitmotiv que rezaba: "people say that life is the thing, but I prefer reading".
Lo cierto es que Valdemar compila a autores muy heterogéneos y, a diferencia de otras ocasiones, no los ordena cronológicamente, dando así unos bandazos estilísticos que aumentan la sensación de variedad literaria. Además de esos cambios en el estilo también hay cambios muy evidentes en la calidad de los relatos. Así por ejemplo, este volumen contiene joyas como Una voz en la noche de W.H. Hodgson, que precede a una basura impublicable de unos tales John Skipp y Marc Levinthal (me niego a poner el nombre de ese relato que sería rechazable en un concurso literario para chicos de quince años); también está El bacilo robado de H.G. Wells, otra pequeña genialidad de ese autor inglés sobre aquel miedo a que terroristas liberaran un agente patógeno en la red de suministros de agua de una ciudad; especialmente lúcido es el relato de Horacio Quiroga, Los guantes de goma, que narra el miedo patológico a enfermar que lleva a la muerte a alguien totalmente sano...
Hay, con todo, algunos relatos que no encajan plenamente, o al menos así lo veo yo, con ese tema principal de la pandemia y todos sus componentes sociales, económicos y políticos. No obstante, algunos tienen calidad excepcional y sigue siendo un lujo releerlos de nuevo. Entre ellos incluiré Al otro lado de la montaña, un relato de Michel Bernanos que tiene más de Julio Verne que otra cosa, es, en realidad, una narración de aventuras ambientado inicialmente en el mar, reconvertido en relato de terror y fantástico cuando los dos personajes principales llegan a una misteriosa isla. Un diamante no ya en bruto, sino pulido, conocido y admirado por millones es El Horla de Guy de Maupassant, probablemente uno de los mejores relatos de fantasmas y psicopatologías de todos los tiempos, aunque no acabo de conectarlo con la pandemia.
Finaliza el volumen de Valdemar con una novela breve de Arthur Conan Doyle, La zona ponzoñosa, espléndida narración del autor escocés en la que aparentemente se produce una mortalidad masiva que queda finalmente en un adormecimiento general de la población, que, pocos días después, despierta sin haber sufrido daño alguno. Ojalá nos suceda a nosotros como a los personajes de la novela de Conan Doyle, que todo sea un mal sueño del que despertar y seguir viviendo... si nos dejan...
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