Más que de mi infancia habría de decir de mi juventud, pues esta pequeña librería abrió, si la memoria no me falla mucho, a finales de los 80, con lo que yo ya rozaba la veintena.
Pequeña librería, pero con personal bastante capacitado y voluntarioso que suplía el escaso fondo editorial. El negocio desapareció hace ya años, creo que ahora el local alberga una agencia de atención a mayores, ignoro si sigue perteneciendo a los mismos dueños.
La librería estaba casi enfrente de la casa de mis abuelos maternos (Fernán González 65) con lo que las visitas, protocolarias o no, iban precedidas o seguidas de una vuelta por ella. Allí compré una versión de Juan Salvador Gaviota de Richard Bach.
Había leído este relato en el colegio, como lectura obligatoria; recuerdo al profesor (hermano, era un colegio religioso) interpretarlo de un modo un tanto torticero pero no infrecuente en aquellos años en los que se quería ver un trasfondo religioso en las disquisiciones del personaje, que se alejaba del prosaico materialismo de la bandada en busca del ideal místico. En realidad tiene varias interpretaciones, filosóficas todas, entre la unión de cuerpo y alma, y la aplicación de dicha unión a la vida cotidiana.
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