No suelo leer narrativa contemporánea, me parece que hay más calidad en lo que ha perdurado del pasado, mientras que en lo coetáneo puede haber una simple a la vez que eficaz campaña de mercadotecnia. Sin embargo, algo escrito recientemente cae en mis manos de cuando en cuando; de los autores españoles -mejor en lengua española, la nacionalidad en estos casos tiene que ver más con la lengua materna que con un determinado territorio- el que me parece más capacitado y con el que coincido más en sus planteamientos es, sin duda, Antonio Muñoz Molina.
Muñoz Molina tiene una talento para la descripción muy notable, en estos días en los que, quizás influenciados por la cultura visual de la televisión, internet... estamos menos dotados para expresar con palabras una sensación. Por supuesto empecé con su Beatus Ille, continué con El jinete polaco, me sorprendió su novela detectivesca El invierno en Lisboa, me sentí identificado con el inocente personaje de El dueño del secreto, me decepcionó bastante Plenilunio, recordé viejos y grises tiempos con Ardor guerrero, coincidí anímicamente con Sefarad, pero sobre todo me gustó La noche de los tiempos. Según los críticos, El jinete polaco es su mejor novela, pero yo la considero como la mejor de sus primeras novelas, una obra de juventud creativa; por el contrario, La noche de los tiempos es la mejor novela ambientada en la Guerra Civil que he leído, los personajes están delineados con precisión, pero libre de sentimentalismos, la alternancia de personajes ficticios con otros históricos da una nueva visión de la novela, la trama es perfectamente verosímil -y tanto, es historia pura-, en definitiva, un verdadero fresco de la sociedad española en aquellos terribles años, una reflexión desapasionada, que permite asumir aquellos tiempos sin partidismos, entendiendo a aquellos seres humanos que, en alguno de los tres bandos -nacionales, republicanos o los que les pilló en un sitio u otro- se vieron abocados a matarse los unos a los otros.
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