Ya hablé de Thoreau en una entrada anterior, es uno de los autores filosóficos -sí, filosóficos, aunque nunca estudiara en prestigiosa universidad, fue filósofo pues trató de averiguar la esencia misma de la vida y las razones para afrontarla- que más ha marcado mi vida en los últimos tiempos. Había leído Desobediencia civil, con algunos párrafos que me quitaron la respiración y que tuve que anotar rápidamente para asimilar su sencillo pero a la vez profundo sentido. Ahora comienzo con Walden, en una cuidada y muy bien prologada versión de Cátedra, esta:
El ensayo es epónimo del lago Walden, un lago de origen glaciar en el estado de Massachusetts, al que Thoreau se retiró para vivir una vida sencilla. Vivió allí más de dos años en una pequeña cabaña de madera sin ninguna comodidad en la que estuvo buscándose su propia comida y manteniéndose cual ermitaño. El resultado es una apología de la vida natural y sencilla, muy alejado del capitalismo que ya se imponía por aquella época -1854- y que ha conquistado a toda la humanidad con su consabido "tanto tienes, tanto eres".
Thoreau demostró la necesidad de una simplificación en nuestra vida para poder encontrar lo que es verdaderamente esencial, y no desperdiciarla con aspectos secundarios e irrelevantes. En mi opinión, los postulados de Thoreau son siempre válidos, pero en épocas como la actual en la que nos atenaza el miedo a la crisis, a la pobreza, a la pérdida de un cierto estándar de vida, la vuelta a la esencia de las cosas nos permitirá liberarnos de toda esa morralla capitalista que solo consigue hacernos más infelices cuanto más cosas poseemos.
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