Uno se sorprende de que películas como Le Havre consigan financiación suficiente para llegar a realizarse. Es, en mi opinión, el camino que debe seguir el cine europeo, tan lejos de los cantos de sirena "hollywoodianos".
El protagonista es un antiguo escritor que, abandonada su ambición literaria, sobrevive con gran dignidad como limpiabotas. Su pequeño mundo se reduce a su oficio, su austera relación con su mujer, sus pocos amigos y el recuerdo del pasado. Su vida se transformará cuando llegue a su vida Idrissha, un chico gabonés que huye de su país rumbo a Londres.
En realidad, la cinta es una metáfora de la extraña sociedad en la que vivimos, con la absurdidad de la vida y la evidente igualdad entre todos los seres humanos, quieran comprenderlo aquellos que detentan el poder o no. Los desolados paisajes urbanos de Le Havre facilitan estas visiones a la vez desesperanzadas y esperanzadoras.
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