Reconozco cargar las tintas en demasía contra los editores: que si son meros mercaderes de libros sin sensibilidad alguna, que si explotan a los escritores como si fueran vacas lecheras, que si son como los señores feudales de la literatura... Alguno dirá que, aunque tal vez excesivas, esas quejas no son del todo infundadas y que, aunque parezca pueril, es la única defensa (la del pataleo) de los lectores y escritores. Sin embargo, y aun a riesgo de parecer antediluviano, trato de comportarme en este valle de lágrimas de acuerdo a una serie de principios morales que denuestan con fiereza la mentira y la falsedad; por ello he de afirmar dos cosas, una obvia y la otra no tanto. La primera es que no habría libros sin editores (esto lo firmaría Perogrullo), cosa que se nos olvida con frecuencia y que, me atreveré a afirmar, puede que haya editores capaces de leer con asiduidad; el segundo aspecto en defensa de dicho gremio es aquél que asegura que hay editores que realizan una loable misión transmisora de conocimiento y de promoción de la literatura. Aun a riesgo de caer en la más abyecta adulación, diré que los de la Editorial Valdemar entran en este último supuesto.
Porque los años pasan y las ediciones se agotan y descatalogan, haciendo imposible la obtención de ciertos textos (algunos egregios) como no sea en alguna remota librería de viejo. Esa es una función fundamental de un buen editor: recuperar novelas, poemarios, ensayos, dramas... que por mor de los cambios en el gusto de los lectores han caído en el olvido; aquí Valdemar, reeditando ciertos clásicos, ha cumplido más que de sobra. Esta tarea se puede facilitar con las antologías que, bien pergeñadas, son auténticos diamantes que todo buen lector atesora en su biblioteca. Bien es sabido que Valdemar se dedica principalmente a la literatura fantástica y de terror (desgraciadamente desprestigiada y, a veces incluso, ninguneada) de todos los tiempos; pues esto es lo que tengo en las manos ahora mismo, una espléndida selección de textos fantásticos españoles compilada por Alejo Martínez Martín.
Como el propio Martínez afirma en el prólogo: "no ha sido la literatura española a lo largo de los siglos pródiga en fabulaciones fantásticas", pero, pienso yo, quizás más por la inmensa calidad de la narrativa de corte realista que ha sido la preponderante. En todo caso, la selección incluye cincuenta relatos de estos tipos (quizás al lector le suene alguno): Alfonso X el sabio, Don Juan Manuel, Cervantes, Lope de Vega, Quevedo, Torres Villarroel, Bécquer, Pérez Galdós, Pardo Bazán, Clarín, Rubén Darío, Valle Inclán, Unamuno, Baroja, Gómez de la Serna, Pedro Salinas, Rosa Chacel, Max Aub o Torrente Ballester.
Vamos, que si fuera un equipo de fútbol serían campeones del mundo sin discusión. Pues sí, así es la antología, canela fina. El mero hecho de editar este volumen es, a mi entender, una labor cultural sin parangón. La edición tendrá el éxito que tenga con las reediciones que sean necesarias (el ejemplar que tengo en mi poder es la cuarta edición), pero dar al gran público una selección tan exquisita de tan insignes autores de nuestra lengua es, en sí misma, una magna tarea. Valga este desagravio de mi parte para todos los editores y muy en particular para los de Valdemar.
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