viernes, 9 de septiembre de 2016

Ahora leyendo: "Tres desconocidas", por Patrick Modiano.

 De nuevo esa prosa apática, cuidada pero sin emoción, en la que el personaje principal se siente extraño, desarraigado, incomprendido por sí mismo. En este caso son tres relatos sobre tres chicas que, en el momento de romper con su infancia e iniciar su adultez, tratan de abrirse un humilde camino en París contra viento y marea, por ello, tal vez, el título: Tres desconocidas.
  El título se adapta bien a las circunstancias de las chicas, que son tres desconocidas para la gran sociedad, pero puede que incluso para sí mismas. Eso es lo que más me atrae de Modiano, la ausencia de personajes heroicos, decididos, voluntariosos y tesoneros, no, son siempre gente perdida, pero no en el sentido que los "triunfadores sociales" les darían, sino como gente que no sigue un camino prefijado para su vida, que se ensimisman ante las circunstancias que les acontecen, como si fueran espectadores de sus propias vidas más que protagonistas.
 Es imposible no acordarse de Gregorio Samsa, el desarraigado literario por excelencia, aquel tipo que, llevando una vida organizada y rutinaria, amanece un buen día convertido en un gran escarabajo... Sí, Kafka y Modiano tienen mucho en común, y, por ello, son tan radicalmente modernos, pues tanto se alejan de los acartonados héroes de las novelas del siglo XIX que ahora solo dejan un tufillo a afectación, naftalina y moho.
  Tal vez esos sentimientos de alienación, desarraigo y ensimismamiento sean los que diferencian a los humanos decentes y medio inteligentes del resto de la masa (los triunfadores sociales) que se drogan con la seguridad y confianza que les dan sus principios, creencias o la adoración a sus dioses (principalmente el más importante, el polimorfo dios dinero, con sus presentaciones variadas: consumismo, fama, posición social, títulos académicos, etcétera).

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Ahora leyendo: "The Fellowship of the Ring", por J.R.R. Tolkien.

 Sigo con la lectura en su lengua original de las más conocidas obras de Tolkien, tras The Hobbit, comienzo The Fellowship of the Ring, primera parte de The Lord of the Rings.
  De lo poco que he leído hasta el momento (un par de capítulos, aparte del prólogo en el que Tolkien recuerda quiénes eran los hobbits) me ha sorprendido el salto cualitativo con respecto a The Hobbit. La primera novela de esta saga (fue publicada en 1937) me pareció, ya lo dije, un tanto infantil, con una trama poco elaborada y unos personajes planos que no evolucionaban psicológicamente, tanto que las películas de Peter Jackson mejoraban notablemente el original literario; The Fellowship of the Ring, sin embargo, muestra a un Tolkien mucho más maduro, con una prosa más elaborada, con una descripción de los personajes mucho más trabajada. Esta novela fue publicada en 1954, y, sin duda, la mejora literaria es espectacular.
  Con todo, me alegro de estar leyéndola en inglés, pues en castellano tal vez me hubiera parecido un poco "sencillota", aunque no tan ramplona como El hobbit. No hago referencia al argumento, porque es tan archiconocido que huelga hacerlo, quede dicho,eso sí que la capacidad que tiene Tolkien de hipnotizar al lector para meterlo en una historia absolutamente inverosímil (por fantástica, claro, no por mala) es una definición excelente de la función de evasión que tiene la literatura desde sus comienzos.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Ahora leyendo: "El gato", por Georges Simenon.

 Lo primero que leo de Georges Simenon, reputado escritor, académico de la lengua francesa de Bélgica, leído por millones de europeos en el pasado siglo XX, ganador de decenas de premios literarios en lengua francesa... Y no había leído nada de él más que nada por prejuicios... Porque Simenon es conocido como uno de los maestros de la novela negra y policíaca, así como por su personaje detectivesco principal: el Comisario Maigret, y, a mí, la narrativa negra ni fu ni fa. Pero rebuscando en librerías encontré esta novela breve.
  De momento he de reconocer una maestría narrativa no muy frecuente en nuestros días; una capacidad de descripción notable, especialmente en el análisis psicológico de los personajes; así como la creación de una atmósfera realista que dota de gran verosimilitud a la trama. Es una historia vulgar pero atractiva precisamente por su normalidad: la convivencia infernal de un matrimonio de ancianos que dedican todas sus energías y saberes a hacerse daño mutuamente. De tan creíble como es, se hace desagradable de leer, tal vez porque lo hayamos vivido en parejas mayores de familia o conocidos.
 Todo, además, tiene un tono detectivesco, sobre todo en la forma de mostrar el maltrato que se deparan, casi como un investigador "diseccionaría" la escena de un crimen.

lunes, 29 de agosto de 2016

Ahora leyendo: "Ropero de la infancia", por Patrick Modiano.

 No suelo leer literatura contemporánea, más que nada porque nunca sabe uno cuando un autor tiene mérito suficiente o es todo puro artificio editorial; tampoco valoro especialmente a aquellos escritores que han sido distinguidos con el Premio Nobel, por la misma razón. No obstante, aquí estoy con Patrick Modiano, regalo y recomendación de uno de los pocos familiares que todavía cuentan con mi cariño y consideración.
  Y, de hecho, como no me preocupo por los premios literarios y demás vanidades, solo conocía a este autor de oídas, lo cual, visto por otro lado, me permite ser más objetivo al juzgarlo. De primeras me ha recordado enormemente a Albert Camus, tanto por la forma aparentemente indiferente a la hora de narrar como por la ambientación en una mestiza ciudad norteafricana (presumiblemente Tánger) tan cercana al Orán de El extranjero.
 De momento poco más. Es una lectura sencilla, sin aparente complicación, una trama lineal con alguna analepsis y poquito más. Destaca la aparente pasividad de los personajes ante sus vivencias.
  En todo caso, la extrema sencillez de la prosa no auguraría el premio Nobel, pero ya se sabe... la literatura es también un arma nacional y todos los países (en este caso Francia) quieren enorgullecerse de tener un nacional con tan alta distinción.

domingo, 21 de agosto de 2016

Ahora leyendo: "The Hobbit", por J.R.R. Tolkien.

 Tal vez ha sido leer a Roald Dahl en su lengua nativa, lo cierto es que algo ha despertado en mí las ganas por leer en inglés (la única lengua que, tristemente, puedo leer fluidamente además del español). No sé, tal vez el intenso cambio mental que supone leer en una lengua que no es la materna me estimula lo suficiente como para leer a autores que, lamento decirlo, están, literariamente hablando, muchos escalones por debajo de los que leo en castellano. Así, leer en inglés a Tolkien, a Dahl o a King tiene un aliciente que hacerlo en mi lengua probablemente no tendría. Comienzo, pues, con este.
  Lo más curioso es que este libro es una edición de 1988 recuperado de mi casa familiar, lo cual presupone que yo lo compré a la tierna edad de diecisiete o dieciocho años. Más que nada porque teniendo en cuenta la patética incapacidad lectora de mi familia (más aún si cabe en una lengua extranjera) no queda otra posibilidad más que un servidor lo introdujera en aquella casa, algo que no consigo recordar haber hecho y que seguro no he leído.
 Refiriéndome ya a la novela fantástica en concreto (y habiendo visto numerosas veces las adaptaciones cinematográficas dirigidas por Peter Jackson) encuentro que, a diferencia de lo que siempre se dice, la película supera al texto. Sí, puede ser una excepción, pero así es. En el texto de Tolkien las relaciones entre los personajes están mucho menos desarrolladas que en la película, los propios personajes son más planos y no hay evolución psicológica de los mismos; de hecho el texto me está pareciendo un poquito simplón (incluso leyéndolo en inglés).
  La personalidad de Thorin, por ejemplo, está mucho mejor diseñada en la película, que lo presenta como un tipo (un enano, vaya) con  sus problemas en el pasado, con resentimiento hacia muchos (hacia los elfos, hacia Bilbo...), con una personalidad complicada en definitiva; en el libro esto no está desarrollado, lo cual da una imagen más infantil, menos adulta. Las dudas de Bilbo ante la aventura que tienen por delante, su miedo a fracasar está muchísimo más desarrollado en el film que en la novela, esto, también mejora la trama, ya que la dota de verosimilitud y hondura.

viernes, 19 de agosto de 2016

"Needles and Haystacks",por Grant Snider, o la dificultad creativa, tanto como encontrar un aguja en un pajar.

Imagen tomada del sitio www.incidentalcomics.com

"Cuentos" de Borges, recopilados por la editorial Debolsillo (grupo Penguin Random House).

 No me gusta Borges. Y no comprendo a aquellos que le incluyen en el mismo grupo de Cortázar (aparte, claro está, de los intereses editoriales que llevaron, en esa época, a obligar a leer a los incautos a todos aquellos autores nacidos en algún país latinoamericano). Existen, aparte de la contemporaneidad y nacionalidad alguna escasa coincidencia como la de ser principalmente cuentistas... ahí, en mi opinión, acaba toda semejanza.
  Los cuentos de Cortázar son imaginativos, incluso absurdos, tratan (así lo interpreto) de desmontar la realidad dándole la vuelta como un calcetín. Eso me seduce muchísimo, consigue sacarme una sonrisa, algo que, por desgracia, siempre fue difícil en mí (y cada vez más). Borges también deforma la realidad, pero de una forma muy sutil, en realidad lo más notable en sus textos es la erudición. Borges tenía una verborrea propia de un profesor autista (perdón por la redundancia), de alguien que suelta de todo con un nivel cultural que, al menos a mí, embota. Y, tal vez, esa sea la cuestión: tanto Borges como su amigo Bioy Casares no pretendían contar nada, simplemente elaboran reseñas ingeniosas y un tanto absurdas, demostrando un dominio de la lengua verdaderamente extraordinario, amén de la erudición antes mencionada.
 Pero en este miserable mundo de seres finitos conscientes de su pequeñez, la pretensión es norma. Así, poca gente que quiera ser tomada por culta se atreverá a decir que no le gusta el escritor porteño.
  La unión entre los términos "Borges" y "obra maestra" es, por desgracia, demasiado frecuente.

miércoles, 17 de agosto de 2016

"Ten Short Stories", por Roald Dahl.

 El fiasco que me llevé con Stephen King (y lo rápido que me lo liquidé) me llevó a comprar, en la misma librería del sureste peninsular, estas historias cortas del cuentista inglés de origen noruego Roald Dahl.
  No sé si fue por buscar relatos en inglés para quitarme el mal sabor de boca que me dejó El ciclo del hombre lobo, aunque, habiendo leído otros cuentos del inglés (aquellos en castellano), había sentido el mismo regusto decepcionante. Por tanto leí estas historias en su lengua original... y volví a sentir lo mismo... Roald Dahl fue un escritor excelente para niños, les preparaba para la mierda de vida que les aguardaba y les invitaba a mantener la imaginación infantil como refugio frente a toda esa mierda que nos hacen tragar los que sonríen (con sonrisa falsa, claro, de político) de forma continua. "Charlie and the Chocolate Factory", "James and the Giant Peach", "Fantastic Mr. Fox" o "The BFG" son extraordinarias historias que se regodean sin tapujos en la única época de la vida humana que tiene sentido: la infancia.
  ¿Y lo demás? Lo demás, lo que escribió para adultos, no otorga esa magia un tanto estúpida pero que logra rejuvenecer el corazón. En realidad, las historias recopiladas en este "Ten Short Stories" son agudas críticas de la hipócrita sociedad que nos ha tocado vivir (que le tocó vivir a Dahl a mediados del siglo XX, que es la misma que nos toca en el XXI): gente que vive de engañar al prójimo y que se ofende horriblemente cuando se siente estafada a su vez (véase los comentarios despectivos sobre los políticos de los "honrados" ciudadanos que se aprovechan del débil cuando pueden); mujeres que se vanaglorian de su feminidad pero en realidad son marimachos mandones que solo quieren dominar a los demás; anticuarios que, disfrazados de clérigos, tratan de engañar a pobres aldeanos para comprar a precio de saldo antigüedades valiosas... todo narrado con un humor sarcástico y negro, muy, pero que muy inglés.

"El ciclo del hombre lobo", por Stephen King.

 En mis "mini-vacaciones" estivales llevé solo la novela de Cortázar antes reseñada, y claro, se me quedó corta, así que, buscando una lectura liviana para soportar la canícula murciana compré esto:
  No soy lector habitual de Stephen King aunque haya leído algunas, que recuerde ahora mismo: Cujo, The Green Mile, Pet Samatary o Night Shift. Nótese que los títulos están en inglés, y es que todas ellas las leí en su lengua original; no es que sea un gran conocedor de la lengua de Shakespeare, pero tengo los conocimientos y prácticas suficientes para leerlas en inglés y, por otro lado, la literatura del bueno de Stephen King no es precisamente la más compleja y difícil para leer en "versión original"... Ese fue mi error: comprar esta novela breve en castellano, porque la sensación que me ha dejado es de insatisfacción, de una liviandad excesiva... buscaba lecturas fáciles, pero me encontré con una demasiado facilona. 
  No, King no es Tolstoi... ni creo que lo pretenda ser, pero lo que leí con anterioridad me pareció de mejor calidad: argumentos más trabajados y con más giros, personajes mejor delineados, prosa ligeramente más cuidada... sin embargo, El ciclo del hombre lobo me ha parecido ramplona y predecible. Decía antes lo de que mi error fue leerla en castellano porque, tal vez, las otras también fueran ramplonas, pero al leerlas en inglés me parecieron de mayor enjundia... tal vez...

"Los autonautas de la cosmopista o un viaje atemporal París-Marsella", por Julio Cortázar y Carol Dunlop.

 Nunca me gustaron los libros de viajes. Suelen ser híbridos entre narrativa y ensayo con un fortísimo componente de egocentrismo que los hace infumables; sin embargo, por respeto a los maravillosos momentos que me han librado de la depresión sever, creados por Cortázar, decidí leer este libro:
  Los autonautas de la cosmopista narra un viaje entre París y Marsella que llevó a cabo Julio Cortázar con su mujer (la tercer y última) Carol Dunlop en la primavera de 1982. La singularidad del viaje, en una furgoneta Volkswagen, fue que se detuvieron en cada apeadero de la autopista, lo cual les llevó a tardar un mes en realizarlo. En realidad todo esto no tendría interés alguno si no fuera porque el viajero es Cortázar, un tipo con una imaginación tan desbordante que la más mínima anécdota puede ser convertida en una reflexión trascendente sobre la vida y la muerte, y así es: rutinas vulgares de un pareja que decide "desperdiciar" un mes de sus vidas (ya acabándose, como luego se verá) en una autopista francesa son convertidas en lúcidas meditaciones que consiguen que paremos nuestro frenético y estúpido ritmo de vida (a toda velocidad hacia el féretro) para contemplar la sencilla belleza de una florecilla silvestre brotada a centímetros del asfalto.
  No está mal, no es, ni de lejos, lo mejor del argentino, pero logra arrancar una sonrisa de ternura en nuestras acartonadas caras. Por cierto, antes dije que en esa época sus vidas estaban prontas a acabar: Carol moriría en noviembre de ese mismo año y Julio dos años después.