martes, 13 de septiembre de 2016

Ahora leyendo: "Los cien días", por Joseph Roth.

 Una novela de la que no tenía constancia, publicada esta vez no por Acantilado sino por la editorial Pasos Perdidos, pero con la impronta del genial Joseph Roth: Los cien días.
  Larga novela para ser de Roth, que acostumbraba a mostrar su inmensa capacidad de síntesis psicológica en relatos o novelas breves. Esta vez no es la caída del Imperio Austro-húngaro y sus terribles consecuencias para alguno de sus súbditos, sino la caída de Napoleón, pues narra los cien últimos días del emperador, desde su regreso de la isla de Elba hasta la batalla de Waterloo. Por tanto, Roth se vuelve a fijar en los perdedores, si en la mayoría de sus textos son perdedores anónimos, "del montón", ahora no es sino uno de los mayores personajes de la historia. 
  Los primeros capítulos que he leído, sin embargo, no me han satisfecho en gran manera. Se percibe la mano de Roth, pero todo parece mucho más pomposo y pierde la naturalidad apreciable en otros de sus relatos, parece como si el autor se hubiera esmerado "demasiado" en escribir una buena novela, dotándola de una grandilocuencia y afectación que la perjudican en exceso. Me recuerda a esa pésima novela América de Kafka, una novela en la que el inmortal praguense trató de convertirse en escritor y que es precisamente eso: mala, pomposa, grandilocuente y vanidosa... nada que ver con perlas de la literatura universal como La metamorfosis, El proceso o El castillo. Tal vez estos textos fueron escritos por el checo en un estado de semiinconsciencia debido a la fiebre o a una mente calenturienta, mientras que América fue un intento plenamente consciente de "dejar algo para la posteridad".

lunes, 12 de septiembre de 2016

Inciso cinematográfico: "Mary and Max" (2009), dirigida por Adam Elliot.

 En cine de animación no son frecuentes las películas para adultos (dicho esto para las películas que tienen una temática o una forma de explicar los temas que se les escapan a los niños y son propios para personas más maduras, no porque incluyan sexo explícito o violencia) no son habituales. Mary and Max, una cinta hecha con la técnica del "Stop motion" y con figuras de "Claymation" (un tipo especial de plastilina), es una excepción, y una verdaderamente buena.
  Se cuenta, con grandes dosis de ironía y, sin embargo, verosimilitud, la amistad aparentemente imposible entre una niña australiana con muy baja autoestima y una familia disfuncional (padre ausente casi todo el tiempo y madre alcohólica y cleptómana) con un neoyorquino judío de mediana edad con fobia social y vida aparentemente vacía. La relación de amistad se establece de forma epistolar cuando Mary toma por azar la dirección de Max en una guía de teléfonos y comienza a contarle con pelos y señales su terrible vida familiar y su extraña concepción del mundo; Max contesta en un tono casi igual de infantil con su absurda interpretación vital. Aunque les separe medio mundo, más de una generación y grandes diferencias culturales, la amistad epistolar arraiga en este par de desarraigados sociales.
  La técnica de animación está muy depurada, al nivel de grandes cintas a las que estamos ya más que acostumbrados, pero lo mejor, en mi opinión, es lo inusual del guión. Sea porque toda producción cinematográfica se debe a la taquilla para sobrevivir o que, directamente, se busca el lado más comercial, casi todas las cintas de animación son un tanto ñoñas, "pastelotes" bienintencionados pero hechos con muy poco talento; Mary and Max no es así, es terriblemente sarcástico con la sociedad biempensante, así, los personajes son verdaderos inadaptados, pero son auténticos héroes. En verdad, la película es una celebración de la diferencia, de la gran virtud que supone que cada ser humano sea un mundo aparte, de aquellos que no se rigen por convencionalismos o por correcciones políticas sino que se aceptan a sí mismos con naturalidad. Es, en definitiva, una reivindicación de la "normalidad de la anormalidad".

viernes, 9 de septiembre de 2016

Ahora leyendo: "Tres desconocidas", por Patrick Modiano.

 De nuevo esa prosa apática, cuidada pero sin emoción, en la que el personaje principal se siente extraño, desarraigado, incomprendido por sí mismo. En este caso son tres relatos sobre tres chicas que, en el momento de romper con su infancia e iniciar su adultez, tratan de abrirse un humilde camino en París contra viento y marea, por ello, tal vez, el título: Tres desconocidas.
  El título se adapta bien a las circunstancias de las chicas, que son tres desconocidas para la gran sociedad, pero puede que incluso para sí mismas. Eso es lo que más me atrae de Modiano, la ausencia de personajes heroicos, decididos, voluntariosos y tesoneros, no, son siempre gente perdida, pero no en el sentido que los "triunfadores sociales" les darían, sino como gente que no sigue un camino prefijado para su vida, que se ensimisman ante las circunstancias que les acontecen, como si fueran espectadores de sus propias vidas más que protagonistas.
 Es imposible no acordarse de Gregorio Samsa, el desarraigado literario por excelencia, aquel tipo que, llevando una vida organizada y rutinaria, amanece un buen día convertido en un gran escarabajo... Sí, Kafka y Modiano tienen mucho en común, y, por ello, son tan radicalmente modernos, pues tanto se alejan de los acartonados héroes de las novelas del siglo XIX que ahora solo dejan un tufillo a afectación, naftalina y moho.
  Tal vez esos sentimientos de alienación, desarraigo y ensimismamiento sean los que diferencian a los humanos decentes y medio inteligentes del resto de la masa (los triunfadores sociales) que se drogan con la seguridad y confianza que les dan sus principios, creencias o la adoración a sus dioses (principalmente el más importante, el polimorfo dios dinero, con sus presentaciones variadas: consumismo, fama, posición social, títulos académicos, etcétera).

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Ahora leyendo: "The Fellowship of the Ring", por J.R.R. Tolkien.

 Sigo con la lectura en su lengua original de las más conocidas obras de Tolkien, tras The Hobbit, comienzo The Fellowship of the Ring, primera parte de The Lord of the Rings.
  De lo poco que he leído hasta el momento (un par de capítulos, aparte del prólogo en el que Tolkien recuerda quiénes eran los hobbits) me ha sorprendido el salto cualitativo con respecto a The Hobbit. La primera novela de esta saga (fue publicada en 1937) me pareció, ya lo dije, un tanto infantil, con una trama poco elaborada y unos personajes planos que no evolucionaban psicológicamente, tanto que las películas de Peter Jackson mejoraban notablemente el original literario; The Fellowship of the Ring, sin embargo, muestra a un Tolkien mucho más maduro, con una prosa más elaborada, con una descripción de los personajes mucho más trabajada. Esta novela fue publicada en 1954, y, sin duda, la mejora literaria es espectacular.
  Con todo, me alegro de estar leyéndola en inglés, pues en castellano tal vez me hubiera parecido un poco "sencillota", aunque no tan ramplona como El hobbit. No hago referencia al argumento, porque es tan archiconocido que huelga hacerlo, quede dicho,eso sí que la capacidad que tiene Tolkien de hipnotizar al lector para meterlo en una historia absolutamente inverosímil (por fantástica, claro, no por mala) es una definición excelente de la función de evasión que tiene la literatura desde sus comienzos.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Ahora leyendo: "El gato", por Georges Simenon.

 Lo primero que leo de Georges Simenon, reputado escritor, académico de la lengua francesa de Bélgica, leído por millones de europeos en el pasado siglo XX, ganador de decenas de premios literarios en lengua francesa... Y no había leído nada de él más que nada por prejuicios... Porque Simenon es conocido como uno de los maestros de la novela negra y policíaca, así como por su personaje detectivesco principal: el Comisario Maigret, y, a mí, la narrativa negra ni fu ni fa. Pero rebuscando en librerías encontré esta novela breve.
  De momento he de reconocer una maestría narrativa no muy frecuente en nuestros días; una capacidad de descripción notable, especialmente en el análisis psicológico de los personajes; así como la creación de una atmósfera realista que dota de gran verosimilitud a la trama. Es una historia vulgar pero atractiva precisamente por su normalidad: la convivencia infernal de un matrimonio de ancianos que dedican todas sus energías y saberes a hacerse daño mutuamente. De tan creíble como es, se hace desagradable de leer, tal vez porque lo hayamos vivido en parejas mayores de familia o conocidos.
 Todo, además, tiene un tono detectivesco, sobre todo en la forma de mostrar el maltrato que se deparan, casi como un investigador "diseccionaría" la escena de un crimen.

lunes, 29 de agosto de 2016

Ahora leyendo: "Ropero de la infancia", por Patrick Modiano.

 No suelo leer literatura contemporánea, más que nada porque nunca sabe uno cuando un autor tiene mérito suficiente o es todo puro artificio editorial; tampoco valoro especialmente a aquellos escritores que han sido distinguidos con el Premio Nobel, por la misma razón. No obstante, aquí estoy con Patrick Modiano, regalo y recomendación de uno de los pocos familiares que todavía cuentan con mi cariño y consideración.
  Y, de hecho, como no me preocupo por los premios literarios y demás vanidades, solo conocía a este autor de oídas, lo cual, visto por otro lado, me permite ser más objetivo al juzgarlo. De primeras me ha recordado enormemente a Albert Camus, tanto por la forma aparentemente indiferente a la hora de narrar como por la ambientación en una mestiza ciudad norteafricana (presumiblemente Tánger) tan cercana al Orán de El extranjero.
 De momento poco más. Es una lectura sencilla, sin aparente complicación, una trama lineal con alguna analepsis y poquito más. Destaca la aparente pasividad de los personajes ante sus vivencias.
  En todo caso, la extrema sencillez de la prosa no auguraría el premio Nobel, pero ya se sabe... la literatura es también un arma nacional y todos los países (en este caso Francia) quieren enorgullecerse de tener un nacional con tan alta distinción.

domingo, 21 de agosto de 2016

Ahora leyendo: "The Hobbit", por J.R.R. Tolkien.

 Tal vez ha sido leer a Roald Dahl en su lengua nativa, lo cierto es que algo ha despertado en mí las ganas por leer en inglés (la única lengua que, tristemente, puedo leer fluidamente además del español). No sé, tal vez el intenso cambio mental que supone leer en una lengua que no es la materna me estimula lo suficiente como para leer a autores que, lamento decirlo, están, literariamente hablando, muchos escalones por debajo de los que leo en castellano. Así, leer en inglés a Tolkien, a Dahl o a King tiene un aliciente que hacerlo en mi lengua probablemente no tendría. Comienzo, pues, con este.
  Lo más curioso es que este libro es una edición de 1988 recuperado de mi casa familiar, lo cual presupone que yo lo compré a la tierna edad de diecisiete o dieciocho años. Más que nada porque teniendo en cuenta la patética incapacidad lectora de mi familia (más aún si cabe en una lengua extranjera) no queda otra posibilidad más que un servidor lo introdujera en aquella casa, algo que no consigo recordar haber hecho y que seguro no he leído.
 Refiriéndome ya a la novela fantástica en concreto (y habiendo visto numerosas veces las adaptaciones cinematográficas dirigidas por Peter Jackson) encuentro que, a diferencia de lo que siempre se dice, la película supera al texto. Sí, puede ser una excepción, pero así es. En el texto de Tolkien las relaciones entre los personajes están mucho menos desarrolladas que en la película, los propios personajes son más planos y no hay evolución psicológica de los mismos; de hecho el texto me está pareciendo un poquito simplón (incluso leyéndolo en inglés).
  La personalidad de Thorin, por ejemplo, está mucho mejor diseñada en la película, que lo presenta como un tipo (un enano, vaya) con  sus problemas en el pasado, con resentimiento hacia muchos (hacia los elfos, hacia Bilbo...), con una personalidad complicada en definitiva; en el libro esto no está desarrollado, lo cual da una imagen más infantil, menos adulta. Las dudas de Bilbo ante la aventura que tienen por delante, su miedo a fracasar está muchísimo más desarrollado en el film que en la novela, esto, también mejora la trama, ya que la dota de verosimilitud y hondura.

viernes, 19 de agosto de 2016

"Needles and Haystacks",por Grant Snider, o la dificultad creativa, tanto como encontrar un aguja en un pajar.

Imagen tomada del sitio www.incidentalcomics.com

"Cuentos" de Borges, recopilados por la editorial Debolsillo (grupo Penguin Random House).

 No me gusta Borges. Y no comprendo a aquellos que le incluyen en el mismo grupo de Cortázar (aparte, claro está, de los intereses editoriales que llevaron, en esa época, a obligar a leer a los incautos a todos aquellos autores nacidos en algún país latinoamericano). Existen, aparte de la contemporaneidad y nacionalidad alguna escasa coincidencia como la de ser principalmente cuentistas... ahí, en mi opinión, acaba toda semejanza.
  Los cuentos de Cortázar son imaginativos, incluso absurdos, tratan (así lo interpreto) de desmontar la realidad dándole la vuelta como un calcetín. Eso me seduce muchísimo, consigue sacarme una sonrisa, algo que, por desgracia, siempre fue difícil en mí (y cada vez más). Borges también deforma la realidad, pero de una forma muy sutil, en realidad lo más notable en sus textos es la erudición. Borges tenía una verborrea propia de un profesor autista (perdón por la redundancia), de alguien que suelta de todo con un nivel cultural que, al menos a mí, embota. Y, tal vez, esa sea la cuestión: tanto Borges como su amigo Bioy Casares no pretendían contar nada, simplemente elaboran reseñas ingeniosas y un tanto absurdas, demostrando un dominio de la lengua verdaderamente extraordinario, amén de la erudición antes mencionada.
 Pero en este miserable mundo de seres finitos conscientes de su pequeñez, la pretensión es norma. Así, poca gente que quiera ser tomada por culta se atreverá a decir que no le gusta el escritor porteño.
  La unión entre los términos "Borges" y "obra maestra" es, por desgracia, demasiado frecuente.

miércoles, 17 de agosto de 2016

"Ten Short Stories", por Roald Dahl.

 El fiasco que me llevé con Stephen King (y lo rápido que me lo liquidé) me llevó a comprar, en la misma librería del sureste peninsular, estas historias cortas del cuentista inglés de origen noruego Roald Dahl.
  No sé si fue por buscar relatos en inglés para quitarme el mal sabor de boca que me dejó El ciclo del hombre lobo, aunque, habiendo leído otros cuentos del inglés (aquellos en castellano), había sentido el mismo regusto decepcionante. Por tanto leí estas historias en su lengua original... y volví a sentir lo mismo... Roald Dahl fue un escritor excelente para niños, les preparaba para la mierda de vida que les aguardaba y les invitaba a mantener la imaginación infantil como refugio frente a toda esa mierda que nos hacen tragar los que sonríen (con sonrisa falsa, claro, de político) de forma continua. "Charlie and the Chocolate Factory", "James and the Giant Peach", "Fantastic Mr. Fox" o "The BFG" son extraordinarias historias que se regodean sin tapujos en la única época de la vida humana que tiene sentido: la infancia.
  ¿Y lo demás? Lo demás, lo que escribió para adultos, no otorga esa magia un tanto estúpida pero que logra rejuvenecer el corazón. En realidad, las historias recopiladas en este "Ten Short Stories" son agudas críticas de la hipócrita sociedad que nos ha tocado vivir (que le tocó vivir a Dahl a mediados del siglo XX, que es la misma que nos toca en el XXI): gente que vive de engañar al prójimo y que se ofende horriblemente cuando se siente estafada a su vez (véase los comentarios despectivos sobre los políticos de los "honrados" ciudadanos que se aprovechan del débil cuando pueden); mujeres que se vanaglorian de su feminidad pero en realidad son marimachos mandones que solo quieren dominar a los demás; anticuarios que, disfrazados de clérigos, tratan de engañar a pobres aldeanos para comprar a precio de saldo antigüedades valiosas... todo narrado con un humor sarcástico y negro, muy, pero que muy inglés.