martes, 22 de mayo de 2018

"Jonas Fink", por Vittorio Giardino.

 Hacía tres años que leí la primera entrega de Jonas Fink, la infancia, ahora la editorial Norma ha reeditado (al fin) la segunda y tercera, La adolescencia y La juventud, además de publicar por primera vez la cuarta y última entrega, El librero de Praga.
  Jonas Fink es, sin lugar a dudas, una de las mejores obras de Vittorio Giardino, uno de los grandes del cómic europeo. Puede que el detective Sam Pezzo tenga la fuerza de la novela negra o que el aventurero-hombre de negocios Max Fridman sea más atrayente por sus correrías, pero el personaje de Jonas Fink es mucho más redondo que los demás, tiene un desarrollo digno de cualquier novela, superando a muchísimos otros personajes de cómic.
  La novela gráfica está ambientada en la Praga comunista, desde el fin del estalinismo en la primera parte hasta el aplastamiento de la Primavera de Praga de 1968 en la última. Ese es el ambiente geográfico y temporal en el que se desarrolla la vida de un chico corriente. Esa unión de la intrahistoria de un tipo vulgar con la historia de todo un país y una sociedad es un acierto que da gran profundidad a la obra.
  Y de la técnica de Giardino, ¿qué decir? Uno de los mejores historietistas de "línea clara" de todos los tiempos, con una capacidad de detalle en los personajes, las casas, las calles, los coches... que lo encumbran al Parnaso de los creadores de cómic.

lunes, 21 de mayo de 2018

Conclusiones tras leer "Los tres camaradas", de Erich Maria Remarque.

 Dos conclusiones aunque de pequeño calibre. Primero: la enorme semejanza entre esta novela y La montaña mágica, de Thomas Mann; segundo: la "malvada" práctica de los taimados editores. Desarrollaré las dos.
Imagen tomada de Wikimedia.commons
  La semejanza de Los tres camaradas de Remarque con La montaña mágica de Mann es más que evidente, sobre todo por el tema principal: el desarrollo de la tuberculosis y final muerte de uno de los personajes principales. La montaña mágica debió provocar un terremoto literario en toda Europa cuando se publicó (1924), pero sobre manera en los escritores en lengua alemana (como el propio Remarque, que, aunque vivió en Suiza y Estados Unidos, nunca abandonó su lengua materna). El caso es que el último tercio de Los tres camaradas pierde el interés en narrar la relación entre esos tres veteranos de guerra y compañeros de negocio (Lohkamp, Lenz y Koester) para centrarse en la relación amorosa del primero con Patricia Hollmann. Esta última tiene que ser ingresada en uno de esos sanatorios para tuberculosos que estaban en alta montaña y que tan abundantes fueron por todo el continente a finales del siglo XIX y buena parte del XX. Ahí está la semejanza con la novela de Mann, que discurre plenamente en uno de esos hoteles. Pero no es solo el tema y la localización, sino el ambiente general de resignación sin tristeza en espera de la muerte que embarga a los allí internados. Aquí es Pat Hollmann, allí Hans Castorp, pero las semejanzas son demasiado marcadas. Remarque publicó Los tres camaradas en 1937, trece años después de Mann y... espero no parecer muy malpensado si pienso que, al menos, debió ser fuertemente influenciado por ésta.
 Con respecto a los tejemanejes de los editores... qué puedo decir... Cuando éramos jóvenes se nos decía que en los exámenes debíamos situar las preguntas mejores respondidas en el inicio y el final del examen, dejando la más floja en el medio para así distraer al examinador. No sé si esto lo pensaron los de Edhasa a la hora de plantear esta trilogía con el orden alterado, pero no sería extraño. Porque la última novela El camino de regreso fue publicada antes (1931) y, sobre todo, está ambientada justo al acabar la Primera Guerra Mundial, mientras que Los tres camaradas está ambientada en el periodo de entreguerras. Por ello, el orden natural sería el que figura en la portada del libro, y que es este:
  Pero no, los de Edhasa han decidido meter Los tres camaradas entre medias de las otras dos ¿por qué? Ellos sabrán, tal vez es más floja que las otra dos y han hecho lo que hacíamos en los exámenes de jóvenes, o tal vez la extrema longitud de Los tres camaradas recomendaba ponerla entre medias para que los lectores más vagos no desertaran. En todo caso, los buenos lectores gustamos de leer en un orden natural (tanto de ambientación de las novelas como de publicación) y estos cambios nos dejan un tanto hartos de "esos elementos imprescindibles" que son los editores y sus burdas manipulaciones.

viernes, 18 de mayo de 2018

Soledad

 Lo que he ganado con la soledad es poder decidir por mí mismo mi dieta espiritual. No tengo que ver a mis enemigos en mi propia casa, sentados a mi mesa, ni escuchar en silencio mientras alguien se burla de lo que yo más estimo; no tengo que escuchar, dentro de mi casa, la música que aborrezco; evito ver periódicos, tirados por ahí, con caricaturas de mis amigos y de mí mismo; me he liberado de leer libros que desprecio y de visitar exposiciones y admirar cuadros que no me gustan. En una palabra, soy dueño de mi alma en aquellos casos en los que uno tiene algún derecho de serlo, y puedo elegir mis simpatías y antipatías. No he sido nunca un tirano, lo único que he pretendido es dejar de ser tiranizado, cosa que no soportan las personas tiránicas. Al contrario, siempre he odiado a los tiranos, y esto es algo que los tiranos no perdonan.
  
                  August Strindberg

sábado, 12 de mayo de 2018

"Los tres camaradas", por Erich Maria Remarque.

 Segunda parte de la Trilogía de la Primera Guerra Mundial de Remarque, la más larga, más de cuatrocientas páginas. Ambientada en la Alemania de posguerra, el personaje, álter ego del autor, es un joven retornado de la contienda en un país dolorido y convulso. A diferencia de la primera novela, Sin novedad en el frente, el protagonista se llama Robert Lohkamp, no Paul Bäumer. En todo caso, sigue la narración en primera persona.
  Tal vez he leído demasiado poco (solo tres capítulos), pero, de momento, no encuentro de forma muy explícita "qué significó para aquellos soldados volver de la guerra e intentar reconstruir sus vidas en una Alemania de posguerra arruinada" como dicen el la solapa los de Edhasa, parece más una novela juvenil (no en el sentido de poco madura, sino de protagonistas juveniles) que se desenvuelven en un ambiente un tanto decaído, pero con la ilusión y la energía propias de la edad.
  En cualquier caso, es un brusco giro con la novela de Douglas Coupland que terminé de leer recientemente, tanto por ambientación como por la ausencia del sarcasmo omnipresente en el canadiense. Esto es más serio, más trágico también, pero no se aprecia ni una gota de ironía.

viernes, 4 de mayo de 2018

"Confidence", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com)

Imagen tomada del sitio www.incidentalcomics.com

"El ladrón de chicles", por Douglas Coupland.

 Coupland es un autor en horas bajas. Pero la industria editorial estadounidense (que es, por extensión, la anglosajona) es poderosa, capaz de plantar un autor mediocre en el parnaso del mundo literario. Eso es lo que hicieron con, por ejemplo, Salinger, un autor mediocre que publicó cuatro novelas perfectamente olvidables pero que, sin embargo, es estudiado con arrobo en las universidades de aquel país. Douglas Coupland  tiene, en mi opinión, mayor calidad literaria que Salinger, pero tampoco es ningún "titán de la literatura". Alcanzó fama mundial con su novela Generación X, que pretendía ser la conjura de una generación, la suya ( y por ende, la mía), contra la desilusión de vivir; una generación con una educación superior a todas las anteriores, armada hasta los dientes con las nuevas tecnologías de la comunicación (el propio Douglas es diseñador gráfico) pero que se veía abocada a trabajos anodinos, de pésima calidad y masificados, lo que él acuñó en la expresión: "trabajo basura".
  Generación X salió en 1991 y supuso una llegada de aire fresco al panorama literario mundial. Además, también supuso la adopción por parte de sociólogos y otras gentes de mal vivir de ese nombre, generación x, para los nacidos en los años sesenta y setenta del pasado siglo. En todo caso, el bueno de Douglas atinó en la diana. Después del éxito, algo muy típico de esa supuesta generación marcada por el desánimo, Coupland publicó novelas menos notables, sus cifras de ventas se desplomaron y pasó a ser un poco un souffle literario, desinflándose poco a poco.
 El ladrón de chicles se publicó en Estados Unidos en 2007, cuando ya el boom de la otra novela había muerto definitivamente, y supuso un reencuentro del gran público con la prosa del canadiense. En esta novela están todas las características de Coupland: prosa rápida, de poca adjetivación, de aspecto periodístico; personajes perdidos tras haber sufrido una fuerte desilusión que los tiene ensimismados con las preguntas "¿cómo pude llegar hasta aquí?" o "¿cuándo empezó a irse todo al garete?". Es, no se puede negar, una narrativa muy coyuntural, de esa que gusta a un determinado tipo de gente en función de unas vivencias comunes, es decir, a una determinada generación. Probablemente Coupland no será un autor leído y respetado dentro de, pongamos, cincuenta años, puede que incluso no sea comprendido plenamente.
 
  Pero es que todo es coyuntural... la propia vida humana es coyuntural, de duración determinada (aunque imposible de predecir), algo que, para aquellos que, como los personajes de Coupland, estamos ensimismados con la misma, nos deja boquiabiertos sin comprender nada. Esto, puesto con palabras más técnicas, es una de las formas más vulgares de la angustia existencial, esa opresión que sentimos en el pecho al ver que nuestras vidas se van degradando sin posibilidad de solución. Tal y como lo estoy pintando, daría la impresión de que las novelas de Coupland son deprimentes, pero no llegan a serlo tanto, quizás los personajes, por ser tan verosímiles, son conmovedores a la par que patéticos, y sus peripecias tiene un toque cómico, tragicómico, más bien.

jueves, 3 de mayo de 2018

Oh, Yify!!!

Thank God, We have Yify!!

www.yts.am
A fucking pirate, that's who I'm becoming... 

viernes, 27 de abril de 2018

"Diario del gueto", de Janusz Korczak.

 Más del noventa por ciento de lo que leo es narrativa. La práctica totalidad del resto es poesía, con un poco, muy poco, de teatro y prácticamente nada de ensayo. Pero en alguna revista literaria leí sobre el tal Korczak (de verdadero apellido, Goldszmit) y este ensayo: Diario del gueto.
  Digo ensayo pero no está articulado como tal, de hecho la sensación de estar deslavazado se aprecia desde el inicio. Porque el título no puede ser más literal: es un diario de un tipo durante el gueto de Varsovia. Lo interesante está en las reflexiones que apunta en ese diario alguien que mantiene en aquellas terribles condiciones un orfanato para los más desgraciados de entre los desgraciados: los niños judíos huérfanos que, de no ser por él, habrían muerto de inanición en los primeros meses del confinamiento en el gueto. 
 Korczak era médico por formación, pero destacó como educador (sí, educador, no enseñante, que ya la mayoría no entiende la diferencia; un enseñante enseña matemáticas o lengua o sociales, un educador enseña a vivir, a respetar al otro, a ser persona...). Pues eso, el bueno del Janusz Korczak dedicó buena parte de su vida a cuidar de los más necesitados, sacando dinero de donde podía, mendigando unos pocos zlotys para poner una sopa aguada delante de cada crío. Eso es lo que se pretende demostrar este diario, la inmensamente meritoria labor de su autor... y, temo, no lo consigue.
  No consigue transmitir la importancia de su labor porque esto es un simple diario a vuelapluma. Korczak publicó bastantes libros, algunos de ensayo puro sobre la educación de niños basada en el amor y en la conmiseración (sí, he dicho conmiseración), además de cuentos, fábulas, que sirvieran para hacer entender a los más duros de corazón (aquellos que mandan) la necesidad de cuidar a los niños como el tesoro más valioso de toda sociedad. Lo que ocurre es que Diario del gueto, publicado por Seix Barral es simplemente el diario de este hombre. Apenas hay ideas sustanciosas, lo que hay es las confesiones de un hombre cansado de luchar contra viento y marea, pero no hay nada de enjundia. En mi humilde opinión, lo escrito en ese diario no justifica su publicación, algo que el propio autor, que describe en el diario su afán por publicar otros textos, nunca hubiese querido.

sábado, 21 de abril de 2018

"Relatos tempranos", de Truman Capote.

 Terminé de leer Sin novedad en el frente. No fue fácil, mi acentuada sensibilidad me ha generado pesadillas nada desdeñables con su lectura. Ahora paso a algo en las antípodas: Truman Capote. De éste leí hace años A sangre fría, no me gustó nada, me pareció estar leyendo una crónica de sucesos de cualquier tabloide. Tenía calidad, sí, pero ni el tema ni la forma de tratarlo me gustó. Los relatos recogidos en este tomo por Anagrama son de la primera época del escritor, y se nota. Según el prólogo, algunos son de su época de instituto y denotan una falta de experiencia en el oficio evidente, sin embargo, el talento está ahí, es innegable que estos cortos relatos son capaces de enganchar al lector, tienen una brillantez evidente y cuentan con unos giros que te dejan sorprendidos.
  Sus personajes son tipos con alguna que otra tara (juzgándolos, claro está, desde una posición ultraconservadora y ortodoxa). Son marginados sociales, solitarios empedernidos, vagabundos... productos, en muchos casos, de aquella Depresión del 29 que dejó tantas "víctimas colaterales", igual que la crisis que nos ha tocado vivir a muchos en este principio de siglo.
 He leído muy poco de Capote y no tengo, pues, muchos argumentos para juzgarle. Tal vez lo hice con demasiada severidad al leer A sangre fría, la cual, escrita en los sesenta, se vio influida por la llamada Generación Beat, algo que siempre me dejó frío, nunca encontré calidad en lo poco que leí de Allen Ginsberg o de Jack Kerouac.
  En todo caso, estos relatos tienen una frescura que enamora, y no tienen nada de periodístico, son literatura breve y condensada en estado puro, y, sobre todo, suponen un cambio brutal con Remarque... lo necesitaba.

viernes, 20 de abril de 2018

"Annabel Lee", Edgar Allan Poe.

It was many and many a year ago,
   In a kingdom by the sea,
That a maiden there lived whom you may know
   By the name of Annabel Lee;
And this maiden she lived with no other thought
   Than to love and be loved by me.

I was a child and she was a child,
   In this kingdom by the sea,
But we loved with a love that was more than love—
   I and my Annabel Lee—
With a love that the wingèd seraphs of Heaven
   Coveted her and me.

And this was the reason that, long ago,
   In this kingdom by the sea,
A wind blew out of a cloud, chilling
   My beautiful Annabel Lee;
So that her highborn kinsmen came
   And bore her away from me,
To shut her up in a sepulchre
   In this kingdom by the sea.

The angels, not half so happy in Heaven,
   Went envying her and me—
Yes!—that was the reason (as all men know,
   In this kingdom by the sea)
That the wind came out of the cloud by night,
   Chilling and killing my Annabel Lee.

But our love it was stronger by far than the love
   Of those who were older than we—
   Of many far wiser than we—
And neither the angels in Heaven above
   Nor the demons down under the sea
Can ever dissever my soul from the soul
   Of the beautiful Annabel Lee;

For the moon never beams, without bringing me dreams
   Of the beautiful Annabel Lee;
And the stars never rise, but I feel the bright eyes
   Of the beautiful Annabel Lee;
And so, all the night-tide, I lie down by the side
   Of my darling—my darling—my life and my bride,
   In her sepulchre there by the sea—
   In her tomb by the sounding sea.